No alcanzó con uno estupendo primer tiempo, porque en los otros 20’ el desgaste físico y los méritos del rival, un gran equipo, fueron demasiado, por eso la Argentina se despidió del Mundial de España con un doloroso 85-65 frente a Brasil.
Los últimos dos cuartos, y esa imagen de un rival arrollador, quizá resulten estrepitosos, pero Argentina hizo lo que pudo mientras el físico y el corazón se lo permitieron, después ya no hubo respuestas para detener a un oponente que jugó un grandísimo partido.
Se cierra un ciclo, el mismo que comenzó a gestarse hace 16 años en el Mundial de Grecia, pero también se abre otro el que tiene a Campazzo, Laprovittola, Delía, Gallizzi y Bortolín, como abanderados.
El básquetbol argentino tiene que saber gestionar ese futuro. Ese sería el mejor homenaje que se le podría hacer a la Generación Dorada.
A pesar de los tres puntos que los separaron al término del PT, el seleccionado redondeó una buena tarea en ese lapso gracias a la defensa, y a un inspirado Prigioni, quien no sólo manejó a su equipo, sino que también se convirtió en un inesperado goleador (15 puntos en ese tramo).
Pero sin lugar a dudas la defensa fue fundamental, porque limitó a los principales jugadores brasileños, con excepción de Leandrinho y Gilherme.
El panorama cambió en la segunda parte. Argentina perdió el control y Brasil lo pasó por encima. El equipo de Magnano creció en todos los aspectos y no hubo mucho para hacer.
Como si eso no fuese poco, a la Selección se le cerró el aro y estuvo casi cuatro minutos sin convertir - primer doble (Scola) del tercer cuarto-. Sin el Scola que supo ser determinante, y con otros, como Nocioni, enemistados con el aro no se pudo achicar la diferencia.
Los 10’ finales sirvieron para el lucimiento de Brasil. El final es amargo, pero tarde o temprano iba a llegar. Quizá se lamente un poco porque fue ante un Brasil que, por esas ironías de la vida, es dirigido por Magnano, uno de los hombres que más hizo por la Selección.