El juez de la Segunda Cámara del Crimen, José Virgilio Valerio asumirá el 1 de diciembre la vacante que dejará en la Suprema Corte de Justicia Herman Salvini. Ayer Valerio obtuvo el acuerdo del Senado por 28 votos a 11 y, con esa votación, el gobernador Alfredo Cornejo también obtuvo una victoria política que excede el nombramiento de su candidato.
Respecto de la votación, siete senadores del Frente para la Victoria (FpV) le pusieron el voto en la sesión secreta al candidato de Cornejo. Ahora viene lo que importa: supuestamente Valerio se suma a una Corte para enfrentar el pensamiento penal de otro supremo, Omar Palermo, para endurecer los castigos a los delincuentes.
Ayer en la sesión de acuerdo, los detractores de Valerio volvieron a repetir que el candidato era homófobo y misógino y que hacía falta una mujer en la Corte, para garantizar mirada de género en el máximo tribunal.
El senador del FpV, Luis Böhm (hijo de otro ex supremo, Carlos, quien se jubiló el año pasado) dijo que la llegada de Valerio a la Corte no implicaría un cambio en los índices delictuales, como tampoco lo implicó la llegada de Palermo en 2012.
Las peleas políticas suelen ser simbólicas, aunque lo que esté en juego es la legitimidad del ejercicio del poder. Los detractores pedían una mujer en la Corte; una sola mujer en un sistema judicial inserto en una sociedad particularmente machista no hace más diferencia que lo simbólico. También Cornejo hizo su apuesta simbólica al nominar a Valerio como su ariete en la lucha contra la “puerta giratoria” y contra el delito.
Alguien podría decir que lo simbólico es importante: Palermo fue también un gesto de Francisco Pérez al meter en el máximo tribunal a un abogado joven, de solidez académica y compromiso con un derecho progresista y ahí está la Justicia inconmovible en sus lentos rituales y su intocable horario de salida.
Entonces, la llegada de Valerio a la Suprema Corte es otra cosa más allá de los símbolos. Minutos después de que el juez fuera admitido por el Senado como supremo, alguien en Tribunales decía: “Cornejo puso dos cámaras de seguridad en el cuarto piso del palacio. Una en el ala sur y otra en el ala norte...”.
La ironía es que en el cuarto piso del hall central hacia el norte, están las oficinas de los supremos, del hall al sur, está la oficina del flamante procurador general de la Corte Alejandro Gullé. Valerio y Gullé serían "los ojos" de Cornejo en la Justicia.
La frase suena injusta para con Valerio y Gullé. Ambos ya tenían un espacio en la Justicia cuando Cornejo aprendía a ser dirigente en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales; Valerio fue titular de la Asociación de Magistrados y encabezó la pelea de los magistrados contra Julio Cobos por la indexación salarial.
Por eso es demasiado decir que ambos “son las cámaras de seguridad de Cornejo”, pero sin duda hay una alianza entre el Gobernador y los dos magistrados. En el caso de Valerio, es un abogado sólido, dispuesto a dar las discusiones. El futuro supremo pertenece a un sector ligado a lo tradicional de la Justicia, con mucho recorrido en despachos y vericuetos, por lo que se espera una Corte más analítica.
Valerio llega a una Corte en la que ya había posicionamientos anteriores incluso a la llegada de Cornejo a la Gobernación, posicionamientos de los que el futuro supremo también participó como juez de cámara. Algo de eso ya ha contado Los Andes cuando habló de la "grieta judicial".
Palermo es la cara visible de lo supuestamente más moderno, pero conforma un tándem con otro supremo, Alejandro Pérez Hualde. No piensan lo mismo, pero ambos tienen puntos de contacto y son los juristas con más chapa académica del máximo tribunal. Cercano a ese tándem se ubica Julio Gómez.
Del otro lado está Pedro Llorente y hasta el 30 de noviembre estará Herman Salvini. Ambos son de la vieja guardia que nombró Santiago Felipe Llaver.
Valerio ingresó en la Justicia casi al mismo tiempo que Llorente en la Corte y ambos venían de ser legisladores radicales, por lo que se supone que harán alianza. Salvini pues quedaría reemplazado no sólo como miembro de la Corte, sino como parte de un esquema de poder.
Mario Adaro es el supremo que juega más líbero, al menos hasta ahora; Jorge Nanclares pivotea entre los grupos de Palermo-Pérez Hualde y de Llorente-Salvini; a partir de diciembre habrá que ver si Nanclares sigue pivoteando. Algunos apuestan que sí; en noviembre de 2017 habrá que renovar la presidencia de la Corte y no faltan quienes imaginen a Nanclares como la opción de consenso.
¿Con ayuda de los intendentes del PJ?
La sesión no fue muy distinta a lo que se esperaba. Algunos exponentes de la oposición fustigando al Gobierno por no haber elegido a una mujer para ocupar la vacante que deja Herman Salvini en la Suprema Corte y porque consideran a José Virgilio Valerio un "homófobo" y un "misógino"; del lado del oficialismo ni se tomaron el trabajo de responder en el recinto.
Después de la votación fue el radical Juan Carlos Jaliff el que defendió la solidez técnica del candidato de Alfredo Cornejo para la Corte.
La votación terminó 28 a 11. El radicalismo contaba con 20 votos propios; estaban los 38 senadores así que votó Laura Montero para evitar el número impar y también un posible empate; entonces 21 de los 28 votos que sacó Valerio son radicales; los otros siete vinieron del Frente para la Victoria (FpV).
Es seguro que la presidenta del bloque del Frente para la Victoria, Patricia Fadel no fue porque se encargó de fustigar al candidato de Cornejo; tampoco fue Gustavo Arenas, que también dijo lo suyo; tampoco Luis Böhm, ni María José Ubaldini.
Los votos peronistas para Valerio vinieron de legisladores que responden a jefes comunales. Por eso es que hubo “libertad de acción” para que cada senador votara como quisiera.
Afuera, en la Peatonal Sarmiento, un puñado de manifestantes provenientes de organizaciones de izquierda, del kirchnerismo y feministas intentaban presionar para que el Senado no aprobara la nominación de Valerio; quedó claro que alrededor de 80 personas no son número suficiente para torcer una voluntad.