El fútbol es un reflejo de la sociedad. Esa es una frase que nos hemos hartado de escuchar a lo largo de los años y el caso de Ricardo Centurión y su indisciplina es una muestra gratuita de cómo en la Argentina tenemos una rara vara para medir los diferentes procederes. Actitudes normales de la sociedad que se potencian cuando llegan al fútbol y toman carácter de cuestión de Estado.
Ricardo Centurión fue noticia por ejercer violencia de género con denuncias incluidas y la foto de su novia con la cara llena de moretones recorriendo las redes.
El jugador se destacó además por mostrar armas de fuego en sus cuentas sociales. El muchacho chocó en estado de ebriedad y se escapó del lugar, aunque fue reconocido por testigos que permitieron establecer su culpabilidad, agredió a una persona en un boliche, quiso coimear a un policía cuando se negó a hacerse un control de alcoholemia y hasta quedó varias veces fuera del equipo por llegar borracho a las concentraciones, pero en Racing se lo suspendió, recién ahora, por haber discutido con el técnico.
“Hay límites que no se pueden traspasar”, dijo Diego Milito, manager de la Academia, convencido del carácter educador de sus palabras, pero olvidó recordar que este muchacho vive fuera de los límites y lo viene haciendo desde hace años , gracias a la complicidad de dirigentes, técnicos e hinchas, que hasta lo idolatran y llamativamente, muchas son mujeres a las que parece que la sororidad se les termina a la hora de hablar de fútbol.
El caso sirve para mostrar un mal endémico de nuestra sociedad. Una sociedad que idolatra a Callejeros, sin importar el dolor de los familiares de las víctimas de Cromañón, como pasó la semana pasada, olvidando que uno de los integrantes de la banda prendió fuego a su pareja.
Ricardo Centurión también cometió actos de indisciplina en sus dos pasos por el fútbol del exterior y le costaron tener que volver rápido. En Brasil, se lo sancionó por llegar tarde a la concentración luego de un partido en Argentina tras el cual se fotografió durmiendo con una señorita y publicó en redes sociales y en Italia por hacer una transmisión en vivo en la madrugada desde la concentración del equipo.
Una lección que en nuestro país deberíamos aprender. Lo bueno que hace o puede hacer dentro de una cancha no debería tapar el bosque, principalmente por que, llámese Centurión o Pepe Hongo, creamos a “monstruitos” que después se convierten en “influencers (palabra de moda en estas épocas)” de una juventud que debe aprender otros valores.
Otro dato que no debe pasar desapercibido y demuestra hasta qué punto hay compromiso con las actitudes es que Centurión, que se hizo el más corajudo en el partido por Copa Libertadores en el Monumental y gastó a la gente haciendo el gesto que él había ganado allí con Boca, no mostró las mismas agallas el último domingo y hasta se enojó con Coudet por que según el jugador, el DT lo estaba exponiendo a los insultos. Era el nene que le pedía al papá que no lo mandara al frente tras haber hecho una travesura y está claro, porque el muchacho no está acostumbrado a poner la cara y sí a que todos lo defiendan.
El fútbol y el deporte argentino en general, está plagado de personajes como estos que terminan mal tras su retiro de la práctica profesional. No sigamos entonces creando estos ídolos de barro y empecemos a hacer que el deporte cumpla con su faceta más importante: la de forjar personas de bien. ¿Será mucho pedir para un ámbito en el que todavía la derrota se ve como una muerte y no como una oportunidad de aprendizaje? Ojalá que no.