“Digo con Marta Minujín: Hay muchos escultores, pintores, grabadores, pero hay pocos artistas”, apuntó en abril de 2013 Filomena Moyano de Santángelo con motivo de la muestra Paraexposición, realizada en el Museo Municipal de Arte Moderno con la curaduría de la Fundación del Interior. “Mi objetivo es que el observador sea protagonista y además dé una respuesta a mi propuesta. No me considero artista y mis obras no son obras de arte; sólo el paso del tiempo lo determinará”.
El pasado 19 de setiembre, a los 92 años, Filomena abandonó su cuerpo físico y dejó en cambio, un nutrido legado para las artes visuales y la cultura de Mendoza. Porque “la Chiqui”, como era conocida en su círculo íntimo, desdibujó los límites como artista de vanguardia, comunicadora pedagógica y docente comprometida que fue. Nació en Mendoza en 1923 y eligió la Escuela de Bellas Artes de la UNCuyo por el simple motivo de que una amiga suya lo hizo. Así fue como descubrió, en el interior de la academia, su vocación de creadora. Como alumna de Víctor Delhez hizo aguafuertes, monocopias color y grabados abstractos, aunque luego su interés viró hacia la pintura, donde dejó salir sus primeros óleos de carácter figurativo y más tarde sus “pintoesculturas”, donde desdibujó la frontera entre la segunda y la tercera dimensión con trabajos en los que la experimentación y la investigación quedan a la vista.
Conoció a Marcelo Santángelo en su época de estudiante. En un principio fueron amigos y después el amor creció a tal punto que a los 25 años se casaron. Desde entonces la compañía se transformó en un continuo intercambio de ideas, temas y abordajes, en pinturas donde las superficies fueron trabajadas con distintas resinas, materiales plásticos y acabados sintéticos con llamativos métodos de aplicación. “Al conversar con Filomena sobre sus obras ella sostiene que a veces necesitamos escapar de algunas realidades que no nos resultan felices para crear un nuevo espacio lleno de esperanza y amor. Esta confesión me hizo pensar en los mandalas, en esas estructuras repetitivas que permiten lograr la abstracción y elevar el espíritu. Pero también, al ver sus obras con nombres a modo de dedicatorias incluidas en la misma representación, pensé en metamensajes ocultos de otra civilización o planeta”, escribió en el catálogo de la muestra del Mmamm el director del Museo en Construcción Wustavo Quiroga.
Como docente, Filomena Moyano transmitió conocimientos durante un cuarto de siglo en escuelas primarias y secundarias, rurales y de verano de la provincia en las que propuso una pedagogía creativa muy distinta a la que planteaban los métodos mnemotécnicos. En televisión, se desarrolló durante los años ’60 y ’70 al frente de los programas “Teleplatea Escolar”, “Es el día…”, “Una cita con la Unesco” y “Mundo Femenino 69”, hasta que por falta de recursos económicos la programación fue disuelta. En el trabajo de curaduría realizado por la Fundación del Interior también resalta su protagonismo en la acción. Junto a otras maestras, Filomena creó un centro de enseñanza sobre los Medios Audiovisuales en los que se planteó la necesidad de acercar al ámbito docente recursos y conocimientos “para ampliar la transferencia de conocimientos y nuevas tecnologías”. Fue en 1965, a partir de una beca otorgada por la Unesco, que la artista conoció en el Instituto Latinoamericano de Cinematografía Educativa en México el término Multimedia. A su regreso, su interés y el de su compañero Marcelo los llevaron entonces a crear las Paraconferencias, “una especie de conferencia multimedia que aunaba todas las manifestaciones en una: poesía, danza, música, proyecciones, etc.”
Gracias a una beca de la Editorial Salvat recorrió en 1967 algunos países europeos y trajo a Mendoza los conocimientos adquiridos que compartió en diversos cursos en una época cuando el intercambio global aún era una ilusión. Su hijo Roque participó de la vida artística de la pareja Moyano-Santángelo. Durante las intervenciones realizadas en la Galería Spilimbergo, entre 1966 y 1969, la familia expuso sus obras de forma conjunta. Con el avance de la dictadura se recluyeron en su taller hasta el regreso de la democracia y la muerte de Marcelo, a partir de la cual Filomena se orientó hacia una búsqueda intimista que no tardó en describir.
“Crear obras pictóricas en el interior de un geriátrico resulta poco fácil; yo personalmente hago sobre mi cama y acomodo mi cuerpo en posiciones increíbles. Por fortuna habitan sólo féminas, lo que me permite exhibir sin pudor partes de mi cuerpo. Vienen a mi mente las palabras de Churchill a su pueblo: “Nos costará sangre, sudor y lágrimas”, exactamente eso yo lo protagonizo”.