El disparador puede ser cualquiera. Desde: la “ensalada rusa que siempre me toca hacer a mí en lugar de a tu hermana”, hasta un viejo rencor alimentado año a año, que no encuentra mejor momento que salir a la luz para la noche del 24 ó el 31.
Lo cierto es que la imagen de la esfera de cristal, con la casita nevada adentro como juguete que acapara la atención de grandes y chicos (tan característica de los filmes pochocleros) mientras todos están felices no es verdadera.
Quizá justamente allí radique el traspié. Cada fin de año nos remueve a cada uno aspectos, recuerdos, vivencias y expectativas diferentes. Incluso están aquellos que se declaran abiertamente como "Grinchs" (película cuyo personaje intenta robar la Navidad) y les da igual, algo que tampoco está mal. Quizá es ese apuro por pasar y vivir las Fiestas como culturalmente nos hemos convencido "que deben ser", lo que atenta por bajar las expectativas a lo terrenal, viviendo cada uno a su manera, lo que desee.
"Los eventos familiares de fin de año se ven connotados por la carga de ansiedad y ánimo que la tensión de esos 12 meses ha implicado para muchas personas, que tienden a dar por cerrado un ciclo donde hay factores que están fuera de su control. En este caso los vínculos familiares", apunta el psicólogo Mario Lamagrande.
“De ahí que muchas veces se inicien conflictos, ya que no existe en todos los miembros del grupo la misma intención. Entonces mientras unos están de festejo, otros en un balance interior, o algunos cuyo ánimo se inclina de acuerdo a sus interlocutores. Un combo que hace que cada quien atribuya desatención o desamor a determinadas actitudes o comentarios, cuando en realidad lo que se manifiesta son los momentos personales”, argumenta el psicólogo.
Instancias íntimas, duelos, nostalgias, enojos, pendientes no resueltos e incluso desinterés son derechos que cada persona tiene a la hora de las fiestas.
La mirada superadora para algunos pasaría por no apurarse a querer tener todo resuelto antes “porque llegan las Fiestas, y hay que recomenzar”.
Sino más bien tomarse el tiempo de escucharse, pautar y hablar con el resto de los integrantes de la familia, a ver de qué manera se desea pasar una noche a la cual le seguirán muchísimas más, con el tiempo suficiente para ser introspectivos si se quiere.
“El punto en juego más importante de tensión es la comunicación, donde se acentúa el explicar el comportamiento del otro a partir de sus aspectos disposicionales. Es decir: ‘es bueno’, ‘malo’, ‘descortés’, o ‘amoroso’, desconociendo que tal vez quien está enfrente no empatiza por algún factor externo, que nada tiene que ver con la otra persona”, explica el especialista.
-¿Qué temas recurrentes disparan los malos entendidos y las disputas?
- Lamagrande: Siempre está el factor “pigmalion” (las expectativas que tenemos acerca de algo, hacen que eso acabe sucediendo). En general los problemas son repeticiones de lo que espera la familia que pase, por ejemplo: ser sermoneados, los excesos por parte de un miembro, las ausencias, o diferencias.
Todo se potencia durante las Fiestas porque en particular, las de fin de año, representan socialmente un punto de alegría y de homenaje, entonces no sintonizar con estos elementos llevaría a suponer que no ha sido un buen año, y por lo tanto se incrementa la tensión con los miembros que así no se dispongan.
Un aprendizaje pacífico
¿Cómo superar este consabido momento de pelea? ¿Qué hacer? ¿Qué trabajo llevar a cabo en uno mismo para fluir y no pasarla mal?
Las preguntas se suman para quienes las Fiestas son un momento intenso por diversos motivos.
Según explica la psicóloga y escritora Beatriz Goldberg (especialista en familia, vínculos, y pareja): "Fin de año siempre es una época movilizante en general, en donde cada persona está más sensible (por diversas causas) y la llegada de esta fecha las sensibiliza aún más. Los balances, replanteos y reflexiones empiezan entonces a surgir, y de allí diversas confrontaciones previas entre los miembros de la familia o pareja. En apariencia la rencilla en sí parece por algo casual o doméstico, pero enmascara algo más profundo detrás, que el advenimiento de las Fiestas viene a potenciar en la molestia o conflicto".
- ¿Cómo evitar pelear?
- Goldberg: Hay que entender ante todo que mientras unos disfrutan de estas etapas, otros tantos no lo hacen, y la hipersensibilidad forma parte de ese estado. Además ser conscientes de que no pueden resolverse de un día para otro, aspectos tan movilizantes y profundos que nos interpelan, ni que mucho menos los demás van a modificar su pensamiento, manera de pensar, o de ser. Otra mirada errónea es creer que aquellos que disfrutan de las Fiestas no tienen problemas o llevan una vida soñada. Todos los seres humanos tenemos una de cal y otra de arena; entonces ser más conscientes, y bajar las expectativas, nos puede hacer sentir al menos en paz”.
Así la postal prefabricada de felicidad infranqueable que nos muestran las películas, publicidades y la sociedad de consumo, que supuestamente deberíamos tener para estas fechas, no sería otra cosa que eso: imágenes recortadas de algo que no es literalmente cierto.
Todos los seres humanos en mayor o menor medidas tienen problemas, tristezas, diferencias o desilusiones. Incluso están aquellos que aman esta época, y la disfrutan desde lo religioso, espiritual y familiar. Todo es válido.
El foco pasaría por vivirlo para cada quien de la mejor forma posible, sin determinismos de un “antes y después de”, porque: entérese, el mundo no se acaba luego de las Fiestas.
“Cada persona tiene que ponerse de acuerdo consigo misma antes que nada”, sostiene Goldberg.
“Si se van a hacer balances hay que tratar de hacerlos viendo la parte positiva de la experiencia. Por otro lado, hay que elegir bien en qué lugar se pasan las Fiestas, ya sea si se está solo o en pareja, para negociar y no improvisar, evitando así roces innecesarios, y mucho menos utilizar a los hijos como botín de guerra”, aconseja la psicóloga.
Predisponerse de la mejor manera, irse a tiempo de un lugar ríspido, o incluso viajar hacia algún lugar en familia o pareja (aprovechando el feriado), es mejor y más positivo que quedarse y asistir con desgano, generando conflictos.
“Uno mismo es quien tiene que tomar con humor, y otra filosofía, comentarios molestos; si no queda otra opción que pasarlo con quien no se desea. Entender que la paz empieza por uno, sin expectativas ni cargas socioculturales, optando por lo que mejor resulte es un paso alentador para renovarse independientemente de los demás”, explica Goldberg.
Ni desmedidos, ni pretenciosos
Ya sea que la persona practique o no la religión, las Fiestas (sin el sentido consumista que nos asalta a todos cuando se avecinan) implican una apuesta personal que no empieza y termina en ese día del calendario.
Como sugiere Lamagrande: “Si uno quiere otros resultados hay que hacer las cosas de otra manera: tomarse el ‘trabajo’ de hacerse y hacer un homenaje y dar pie a lo nuevo aprendiendo de lo que quedó atrás.
Hay que entender que no todos quieren resolver sus conflictos, ni están dispuestos a cambiar. El cambio, en cualquier época del año, tiene que darse desde uno”.
- ¿Cómo actuar entonces ante ese miedo a "pasarla mal"?
- Siendo precavidos, dejando las expectativas a un lado para evitar la frustración, proponiendo encuentros previos para planificar la reunión, pudiendo planear y distribuir roles, y sin esperar que mágicamente las cosas sucedan.
Proyectar que esa noche se convierta en un cuento de película (con regalos que no pueden comprarse, situaciones que no pueden inventarse) no resolverá los conflictos internos.
El centro es el amor. Los afectos pueden ser muchos, o tal vez sólo una mascota. Lo importante es darse el permiso de volver los ojos hacia adentro para encontrarse con la persona más importante: uno mismo.