Para los hinchas tombinos, la cita en el Feliciano Gambarte era una cita obligada. Ineludible. Imposible de fallar porque la fiesta estaba garantizada.
Con la pasión a flor de piel, viejos simpatizantes, hijos, mujeres y niños inundaron de azul y blanco las calles aledañas al estadio, con el gran incentivo de ver al equipo en el lugar de toda la vida. Así lo marca la historia.
El “Vamos a Volver” de las 4 mil almas retumbó en cada rincón del departamento y se hizo ensordecedor cuando pisaron las tribunas del remozado “teatro Bodeguero”. Claro está que todavía falta bastante para darle el cierre glorioso, pero paso a paso van agigantando la ilusión de sentir el fútbol como hace un tiempo atrás.
Los motivos para vivir la fiesta se dividieron en inaugurar el cierre perimetral del campo de juego y ver al elenco frente a San Martín, aún sin los apellidos más importantes entre los once.
Poco le importó a ellos quiénes entraron a la cancha, el corazón y la piel vibraron con sólo pisar el Gambarte y saber que “sus guerreros” estaban ahí vestidos como Godoy Cruz.
Y fue delirio. Emoción. Lágrimas en algunos. Viejos recuerdos que nunca se olvidan. Y por supuesto el sueño enorme de volver a casa.