Desde hace ya bastante tiempo, distintos sectores y por diferentes motivos, intentan utilizar a la Fiesta de la Vendimia para plantear sus reclamos. Están en todo su derecho de hacerlo en los muchos ámbitos correspondientes, pero el problema se centra cuando se busca interferir una fiesta que es de todos los mendocinos y por la que decenas de miles de turistas visitan Mendoza para participar de la celebración.
La Fiesta de la Vendimia nació como un modo de celebrar el fin de la cosecha y la elaboración del vino nuevo. Una forma de agradecer el tesón de todos aquellos que trabajaron durante el año para ver concretados sus anhelos y también el reconocimiento a la belleza mendocina. Históricamente, la Fiesta tuvo diferentes estratos. La Vía Blanca y el Carrusel, para que el pueblo mendocino pueda saludar a sus representantes; el Almuerzo de las Fuerzas Vivas -hoy convertido en agasajo vendimial, al que se le sumó en los últimos años el desayuno de la Coviar- para que la industria pueda hacer conocer sus preocupaciones; el agradecimiento a Dios por los frutos de la tierra y el Acto Central para la elección de la Reina nacional.
Si bien con el correr de los años muchos de esos espacios se respetaron, hubo uno que se desvirtuó y que inquieta por la repetición. Se trata de la actitud asumida por diferentes sectores de utilizar el Carrusel para hacerse escuchar, en una actitud que muchas veces produce entorpecimiento. Sólo a modo de ejemplo podemos recordar lo que sucedió en la década de los 90, cuando productores de la zona Este intentaron avanzar hacia el Carrusel, portando un cajón de muertos lleno de uvas y fueron interceptados en la intersección de los accesos Norte y Sur. Esa noticia tuvo trascendencia nacional y opacó la Fiesta en sí. Los hechos se repitieron luego, con las protestas realizadas por docentes y estatales en reclamo de incrementos salariales o lo que sucedió con las marchas de ambientalistas que no sólo interfirieron el paso de los carros sino que criticaron con dureza a un gobernador de una provincia vecina que había concurrido en carácter de invitado.
Ahora aparece como amenaza la posibilidad de que empresas que trabajan con la minera Vale puedan llegar a poner “máquinas y equipos en la calle durante la Fiesta de la Vendimia”, afirmando que si no hay una salida al problema “habrá un conflicto social durante el evento mayor”. Resultaría lamentable si ello sucede y tanto unos -los reclamantes- como otros -las autoridades- deberían agotar las instancias para que ese planteo se realice a través de los cauces normales, evitando entorpecer la celebración.
Pero más allá de las manifestaciones sectoriales, nuestras advertencias también se refieren al plano eminentemente político. Nos encontramos en un año electoral y es muy factible que, tal como sucedió en años anteriores, los alrededores del palco oficial, tanto en la Vía Blanca como en el Carrusel, sean “copados” por adherentes al oficialismo en un afán de captar la atención televisiva en una operación que alcanza el éxito especialmente cuando las tomas son realizadas por la televisión pública. Una situación que también alcanza a aquellos que intenten hacer conocer su disconformidad con la gestión gubernamental. Todos están en su derecho de asistir, pero respetando el sentir y el anhelo de los mendocinos, que quieren una celebración no opacada por reclamos o apoyos sectoriales o políticos.
De hecho, entonces, es de esperar que la Fiesta de la Vendimia sea una verdadera fiesta del trabajo y del orgullo por la belleza mendocina.
