La fiesta que yo vi

La fiesta que yo vi

Con dirección general de Vanesa Díaz y libreto de Marylin Puebla, el espectáculo comenzó después del arribo de las autoridades, a las 22.30 del domingo, y duró exactamente 60 minutos.

Durante ese lapso se buscó realzar la temática clásica de vendimia: el trabajo del hombre, del agricultor y su esfuerzo de cada día, con una voz en vivo (Mauricio Morello) que le daba sonido al Señor Vino. Este invitó  a los presentes a recorrer su historia, disfrutando de la magia de esta bebida milenaria. Un docente en lenguaje gestual, iba traduciendo los mensajes que allí se vertían.

El comienzo de la razón de ser del vino se traslada a la antigüedad. Allí, se explica la mitología griega y la adoración de dionisios, como un inspirador de la locura ritual y el éxtasis para quien cae en sus brazos.

En Roma, las fiestas en honor de Baco, llamadas bacanales, le dieron a este cuadro clásico una singular fuerza visual. Pero la ausencia desde el libreto  de la presencia aborigen, máxime teniendo en cuenta que Rivadavia cuenta con un distrito llamado Los Huarpes fue,  tal vez, la única laguna que se observó en el hilo argumental.

Luego, el recuerdo de los inmigrantes y su introducción de la vid en Mendoza,  hecho que comenzó a dar forma a su orientación agropecuaria,  sirvió para dar tránsito a la importancia del otoño y la naturaleza mendocina fue elevada al rango de lo bucólico, y allí el público comenzó a tararear la legendaria Tonada de Otoño, de Jorge Sosa.

Con "El sueño de la Vendimia" (Jorge Viñas) se realzó la importancia del agua como sinónimo de signo vital que arrulla a la cepa y sirvió para mostrar a agricultores enamorados de su fruto naciente. Y,  tras ello, quedó de manifiesto la pequeñez del hombre ante las inclemencias de la naturaleza (como la helada y el granizo).

Estos elementos negativos que arrasan su producción, fueron catalizados con la irrupción de la Virgen de la Carrodilla, protectora de la esperanza y destinataria de la fe de los agricultores.

Tras ello, llegó el corolario de la felicidad de los agricultores con la cosecha, mediante baile y alegría y las uvas varietales que inundan,  con sus aromas,  las bodegas de Rivadavia.

El Vino, personaje, se convierte en un aliado de los brindis y del pueblo trabajador, confidente, amigo y amante. Brindis hubo por centenares, con copas y vino incluido distribuido desde la organización.

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