Jorge Sosa - Especial para Los Andes
Terminamos de festejar el día de la Tradición, aunque, en realidad, de festejo tuvo muy poco, salvo en algunas escuelas donde cantaron la Virgen de la Carrodilla y bailaron el pericón nacional.
En materia de comida son tradicionales en nuestra tierra las sopaipillas, los pasteles, la carne a la masa y el chivito en aquellas regiones en que abundan las cabras, no como en otras que sobran los cabrones. También el dulce de alcayota (un dulce con rima tentadora) se destaca entre los manjares de esta tierra.
Si hablamos de fiesta, la cosa es más abundante que detractores de Bauza. Póngale la Fiesta del Chivo en Malargue, del Tenero y el Cerdo en Alvear, Rivadavia le Canta al País, El Melón y la Sandía, Feriagro, La Cueca y el Damasco, el Festival del Bonarda, la del Camote, entre otras. La Fiesta de la Tonada es tal vez la más tradicional, porque es la tonada la música que nos identifica. Hay tantos festivales que no es posible abarcarlos a todos de cuerpo presente y trago predispuesto.
Por supuesto que entre los más tradicionales está el de la Tradición, en San Carlos, que ya se ha instalado como permanente en el calendario de celebraciones menducas y donde se rescatan modos y costumbres abandonadas, en algunos casos, vigentes en otros (sobre todo en el campo), menospreciadas, habitualmente.
También hay fiestas menores en convocatoria pero muy nuestras en cuánto a tradiciones; las del secano de Lavalle, por ejemplo (San José, la Asunción, Las Lagunas y el Cavadito, entre otras); la de la Vírgen de Itatí en Ñacuñán y la del Orégano, de la Sopaipilla, del pan Casero, y el de las Comunidades en Junín. (Seguro que algún intendente me va a insultar porque me estoy olvidado de algunas).
Pero si hablamos de fiestas, las celebraciones vendimiales ya tienen una tradición que empiezan a acariciar el centenario. Entonces Vía Blanca, Carrusel y Fiesta Central entran en la gran joda de los menducos y muy pocos se salvan de ir a la calle San Martín a ver si pescan un melón volador de Lavalle.
En vestimenta, salvo los habitantes del campo, es muy raro ver vestigios de pasado en nuestras formas de ataviarnos. Una escuela, la Tomás Godoy Cruz, adoptó la bombacha rural como uniforme de sus alumnos y esto aparece como simbólico además de barato. Después, poca cosa, salvo los ballets que cada municipio tiene, donde pueden verse a las niñas con las anchas polleras que usaron nuestras abuelas pero eso sí, con calzas cortas debajo para que al dar la vuelta de la cueca no se les vean las bombachas.
Las tonadas y las canciones tradicionales suman muchas, entre las cuales abren punta La “Virgen de la Carrodilla”, “Cochero ‘e Plaza”, “Los Sesenta granaderos”, “Póngale por las hileras”, y lentamente, se van agregando algunos aportes del Nuevo Cancionero como “Zamba del Riego”, “Zamba azul” y, gracias por lo que me toca, “Otoño en Mendoza”.
Pero si hay algo que está ligado plenamente a la tradición cuyana, al humor y al amor, esa es la cabalgata que hoy se va a hacer en San Carlos: La Cabalgata de los Claveles. Resulta que el cuyano no es que sea muy salidor, es poco volvedor. Entonces, cuando hay una farra, por ejemplo, la del día de la Tradición, es capaz de irse en viernes y volver domingo tipo lunes. Sabe que eso ha de provocar la ira de su bien amada, entonces no vuelve con las manos vacías, vuelve con una flor, que es una especie de mensaje de amor, pero también una disculpa, y también una excusa. Entonces todo se suaviza. Ha de ocurrir este mediodía en las Huayquerías y los de a caballo volverán a sus casas con un clavel del aire que pulula en la zona. La ausencia será pagada con flor, la distancia con amor, la farra con el volver a los brazos amados.
¡Linda costumbre cuyana! Si da ganas de repetirla todas las semanas.
