Fernandito: el perro que se ha convertido en el centro de la vida de dos jubilados

El animal, que “preside” la vereda de la Seccional 37 y es querido por todo el barrio, no tiene dueño. Esta es su historia.

Fernandito: el perro que se  ha convertido en el centro de la vida de dos jubilados
Fernandito: el perro que se ha convertido en el centro de la vida de dos jubilados

"¿En serio señor que van a hacer un artículo sobre el perro? No nos haga ir y después dejarnos plantados...".

Haydeé Díaz de Fa trastabilla de emoción al otro lado del teléfono. Esta jubilada de 86 años y su marido Osvaldo, de 83, son los "padres adoptivos" de Fernandito, un perro que vive en la puerta de la Seccional 37 del barrio Covimet.


    Marcelo Rolland / Los Andes
Marcelo Rolland / Los Andes

Haydeé y Osvaldo tienen para sí, en su rutina de jubilados, que la vida de Fernandito merece ser contada: "No nos quedan muchos años y para nosotros es muy importante", confiesa la señora al fotógrafo y al cronista. Haydeé se ha arreglado para salir bien en las fotos.

Nadie sabe bien qué día hizo su aparición Fernandito, el perro considerado como una suerte de "rey canino" en el barrio Covimet de Godoy Cruz. Pero desde hace cinco años el matrimonio de jubilados pasa a verlo y a darle de comer una vez por día, "generalmente por las mañanas". La relación con  el animal, aseguran, se trata de un amor a primera vista. 

Osvaldo, jubilado del comercio, fue el que lo vio por primera vez a principios de 2013.

"Era más joven pero no un cachorro; y es, como se puede ver, un perro hermoso. Enseguida me encariñé y ese día le llevé comida por primera vez. Desde entonces, los 365 días del año, el perro recibe su ración diaria de alimento".

Haydeé y Osvaldo viven en un pequeño departamento en la zona de los monoblocks del Covimet, a más de tres cuadras de la "casa" de Fernandito. Ni los achaques propios de los años les impide ir a ver a "su" perro, que siempre los espera con la lengua afuera: un poco por amor y otro porque sabe que a esa hora llega la comida.


    Marcelo Rolland / Los Andes
Marcelo Rolland / Los Andes

El animal tiene genes de la raza collie y cierra a la perfección con los cánones incorporados que se tiene de la belleza canina. Como  a casi todo los bellos, sus amos les permiten el pecado de la pereza. "La verdad es que está casi todo el día echado, pero cuando nos ve salta y mueve la cola como enloquecido", narra la señora Haydeé, quien lo acaricia y le dice: "Acá está la mamá". El perro se despereza y le ofrece la panza para que se la rasque.

Fernandito tampoco es joven: "El veterinario dice que tiene más de 10 años", explica Osvaldo. Luce varias canas en  su hocico y otras tantas más largas que le saltan desde las pestañas por sobre sus ojos húmedos. Es de gran porte y su pelaje, de la cintura para abajo, está ganado por las rastas.

“Ahora nos toca cortarle el pelo. Lo hacemos cada seis meses por más que ahora el peluquero ha aumentado la tarifa a 500 pesos. También tiene su veterinario particular que lo viene a ver periódicamente, si fuera por nosotros lo llevaríamos al departamento pero es muy chico; y el perro es muy grande”, remarca la pareja.

A la hora de la alimentación, los jubilados se olvidan de sus pensiones erosionadas por las últimas reformas previsionales  y no escatiman en gastos: "Vamos al Mercado Central y le compramos pollo, alimento balanceado y tronco de lengua; todo sin sal", aclara Haydeé.

“Desaparecido”

La relación entre el matrimonio de jubilados y Fernandito se vio interrumpida una vez.

"Hace tres años, el perro desapareció –cuenta Osvaldo–. Lo buscamos y nada; hasta que unas bicipolicías de la seccional nos dijeron que el comisario había ordenado sacarlo, por una ordenanza que prohíbe que las comisarías tengan perros callejeros. Era una estupidez porque el animal no estaba dentro de la seccional, sólo en la puerta".


    Marcelo Rolland / Los Andes
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El hombre dice que pidió audiencia con el "comisario anti-perro", pero no lo atendió. Tras una semana, Fernandito provocó su propio milagro: dejó de lado su fama de "perro flojo" y llegó solo de vuelta al barrio. "Estaba flaco pero feliz; nosotros también".

Luego de aquel exilio obligado, el perro no abandonó más la cuadra de Terrada al 1100, donde vive, y llegó un nuevo comisario que no mandó a hacer desaparecer al perro.

De hecho, el subcomisario de la dependencia, Gustavo Jofré, coincide en que el perro no molesta y se ha ganado el corazón de los efectivos. "Lo que sí, nunca lo usamos para los operativos: es demasiado flojo", dice mientras Fernandito, recostado, recibe más caricias de los dos jubilados.

Fuera de código

El flamante y controversial Código de Faltas recientemente aprobado por los legisladores locales, con el que se multa o arresta a los "faltantes" en muchísimos ítems, también tiene su correlato en el tema de las mascotas: el artículo 65 indica que "el que descuidare a un can o a cualquier mascota a su cargo, sea potencialmente peligroso o no, dejándolos deambular por las calles en vías o lugares públicos, estorbando el tránsito o causando inseguridad a las personas que transitan a pie, bicicleta o vehículo automotor, será sancionado con multa desde un mil (1.000) U.F. hasta dos mil (2.000) U.F. o arresto desde diez (10) días hasta veinte (20) días".

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