Alberto Fernández cumplirá el miércoles sus primeros cien días en el poder. Su Gobierno hasta aquí se abocó a la emergencia y por delante tendrá un margen de maniobra cada vez más estrecho por el impacto de la pandemia del coronavirus en la economía.
El frente sanitario se devoró la agenda. Hay ministerios, como el de Vivienda, que parecen paralizados. Sus responsables explican que vienen trabajando en silencio. Se está elaborando el Presupuesto 2020, que estará marcado por la austeridad. Todo lo que estaba supeditado a la resolución de la crisis de deuda ahora sumó un nuevo condicionante: el impacto del virus surgido en China.
Hasta hace un par de semanas, la deuda era el argumento oficial a la hora de explicar por qué no hay un plan económico de mediano plazo. Fernández lo adjudicó a la presión de vencimientos por 63.806 millones de dólares este año. "¿Qué vamos a anunciar? ¿Con qué plata? Tenemos que ser responsables", afirmó en diálogo con Los Andes uno de sus asesores.
Carolina Castro, politóloga y prosecretaria del Comité Ejecutivo de la Unión Industrial Argentina, no cree que se esté ante un Gobierno sólo de emergencia. Sí, señala, se puso énfasis en estos cien días para cerrar el capítulo de la deuda y recién luego encarar un plan económico. "El principal ejemplo es no haber presentado el Presupuesto 2020. Esa discusión va a dejar más en claro cuáles serán las políticas de mediano plazo", observa.
Por ahora, las cartas a mostrar son la desaceleración inflacionaria a expensas del congelamiento de tarifas y combustibles; y el impulso al consumo interno de las clases populares. Falta conocer un plan de infraestructura, la política energética y que avance la promesa del Consejo Económico y Social. Por otro lado, hubo suba de impuestos y creció el déficit fiscal.
El Gobierno empezó la última semana a intentar mostrar una agenda de gestión que va más allá de atacar el hambre, imponer cláusulas salariales para bajar expectativas o mitigar el coronavirus. El plan de pequeñas obras para municipios Argentina Hace, con una inversión de 8.500 millones de pesos, es una de esas novedades.
Transición y parálisis
En materia de grandes anuncios, la mayoría de los nuevos gobiernos se toma hasta un semestre para empezar a rodar. Si se mira para atrás, Mauricio Macri anunció su primera obra pública el día 134 de gestión: una planta potabilizadora de agua en Clorinda, Formosa, el 22 de abril de 2016 y que se inició un año después.
Lucas Romero, politólogo y director de Synopsis Consultores, opina que fue el propio Gobierno el que definió esta "transición" avisando que hasta mayo no habrá Presupuesto. "Esto era así por la deuda. Claro, nadie esperaba al coronavirus", apunta.
Si bien considera que las políticas que se pusieron en marcha son más "defensivas", Castro rescata que las mismas eran "absolutamente necesarias". Señala: la tarjeta alimentaria para contener la crisis social; la moratoria impositiva y la baja en las tasas de interés para frenar el cierre de empresas y la baja del empleo.
Según Romero, es una decisión estratégica la de no delinear un plan general de política pública porque hay un problema de origen, inmediato y relevante: la crisis de deuda y la recesión más extensa de los últimos 40 años. "Eso condiciona cualquier programación", evalúa.
Sobre esto, Fernández habló muchas veces. "No vamos a prometer nada que no podamos cumplir", dijo. Viene a cuento del dossier de promesas que hizo y no cumplió su antecesor, Mauricio Macri, eyectado por el voto popular. Cierto es también que prometió mejoras para los jubilados y terminó achatando la pirámide previsional con muchos afectados.
Romero opina que más allá de la autodeterminación oficial, se observa también un "fenómeno de cierta parálisis" en el proceso de gestión y de toma de decisiones. Eso está relacionado a las características propias de la coalición de gobierno, dice. "Si nos vamos un año atrás, el Frente de Todos no existía. Hubo un proceso político muy precipitado y eso se nota", analiza.
Para figurarlo, el analista recuerda una frase de Fernández, cuando dijo que tuvo especial preocupación por las designaciones de segundo, tercero y cuatro nivel no sólo por el perfil profesional de cada funcionario sino también por el resguardo de los equilibrios políticos internos entre el peronismo tradicional, el kirchnerismo y el massismo.
"Fernández sintió la necesidad de, primero, resguardar la salud de la coalición. Eso lo dice como un mérito, pero en realidad es una dificultad. Se juntaron para ganar la elección y es mucho más difícil mantener la unidad para gobernar y dividir los costos políticos de cada decisión", sostiene. Esto quedó expuesto en enero, con las duras internas sobre la política de Seguridad que empujaron al propio Fernández a interceder.
El problema de la deuda y la recesión hicieron, señala Romero, que la "luna de miel" de Fernández con la opinión pública fuera la más corta en los años de democracia moderna. "La gente viene padeciendo las consecuencias de una economía que no arranca hace mucho tiempo", consideró.
Eso, dice el analista, acorta la paciencia para esperar resultados. "Ahora, el programa político depende de que logre bajar la inflación de manera acelerada y que eso pueda ser percibido por la opinión pública. Incluso entre los votantes del Frente de Todos, la mayor preocupación es la suba de precios, con los alimentos tomando la delantera, según nuestros sondeos", indica.
También analiza que una buena o mala respuesta a la crisis por el coronavirus puede ser un factor que cambie la dinámica política y termine marcando al Gobierno, para bien o para mal, en su relación con la opinión pública.
Hacia adelante, Castro señala que las principales preocupaciones son compartidas por gran parte de la dirigencia empresarial, sindical, la oposición y el propio Gobierno. "Argentina no crece hace años. Todos tenemos una responsabilidad en este marco, tanto el oficialismo como la oposición y los que representamos el capital y el trabajo", afirma.
Por ello, la dirigente industrial insta a maximizar los puntos de acuerdo porque la situación argentina se podría agravar por la crisis que el coronavirus está implicando a nivel mundial. "Eso le va a dejar muy poco margen de acción a la política económica", advierte.
Una caída adicional para el PBI
El mundo va hacia una recesión. Ya venía en una desaceleración sincronizada desde 2019, según el FMI. Eso era por disputas comerciales, tensiones geopolíticas y el impacto del Brexit. Ahora, con millones de personas en cuarentena y fronteras parcialmente cerradas, caída de precios de commodities y reducción de la demanda global, el frenazo será mayor.
China, Estados Unidos y Europa explican el 30% de las exportaciones argentinas. Esto es monitoreado por el Gobierno, en el que la preocupación escaló. Un estudio interno del Banco Central estima que el coronavirus generará al PBI una caída adicional de 0,5 punto, por lo que la contracción de 2020 sería del 2%. Para la agencia Moody's, la baja será del 3%.
Juan José Llach, economista de la Universidad Austral, lo plantea con crudeza: "Estamos ante una situación global sin precedentes desde 1929". Dice que están faltando políticas de estímulo para morigerar el impacto en la actividad. Y señala que el horizonte de la Argentina "se oscurece", tanto para la renegociación de la deuda como para las inversiones y las exportaciones.
Si eso se concreta, opina Llach, será casi imposible superar la estanflación que ya lleva casi diez años consecutivos. E insta al arco político: "Urge superar las rencillas internas e intentar los proclamados pero ausentes acuerdos programáticos". Pero eso está hoy muy lejos de ocurrir.