Como si se tratara de un estudio de televisión, pero situado en cualquier lugar de la casa o del mundo que uno pueda imaginar, niños, adolescentes y jóvenes son productores, protagonistas, conductores y hasta editores de su propio material de grabación; que luego subirán a uno de los portales más visitados del mundo: YouTube. A su vez, desde el otro lado, un mar inconmensurable de seguidores y consumidores de la plataforma será el público cautivo, encargado de convertir (o no) a estos “gurúes” en íconos exitosos a los que seguir (youtubers), o en fracasos diluíbles en segundos.
La facilidad de proceso, tanto de producción como de acceso, deja atónitas a generaciones más grandes, que contemplan el fenómeno que atraviesa a los más jóvenes sin comprenderlo del todo.
“Nosotros no vemos tele ni leemos las noticias, todo lo buscamos por YouTube” cuentan a sus profesores los adolescentes sin parpadear, permeados por completo por un fenómeno nada nuevo, pero sí por momentos preocupante. Esto deviene en la marea de contenidos buenos o aceptables que se manejan desde Internet en este tipo de plataformas (noticias, música, películas, tendencias, tutoriales, rutinas de humor, o temas de la edad desdramatizados por los youtubers) hasta otros en donde la violencia, y el peligro para los hijos, está latente.
¿Cómo posicionarse ante esta forma de vincularse con el mundo de las nuevas generaciones, cuyos pros y contras pululan a la velocidad de conexión?
Desde la mirada profesional de la psicopedagoga y escritora bonaerense María Zysman (directora de “Libres de Bullying”): “antes que nada hay que entender que los chicos usan YouTube porque es más fácil y más entretenido para ellos que leer. Como todo, tiene sus aspectos buenos y malos y es ahí en donde tenemos que focalizarnos como padres”.
- ¿Cómo entender este fenómeno?
- Uno de los puntos fundamentales de este tipo de plataforma es que los chicos no sólo pueden consumir lo que ven, sino que además pueden generar contenidos. Y en esto buscan de todas las maneras posibles ser “vistos”, “visualizados”, ya que nadie quiere subir un video que genere indiferencia. En ese afán de ser “visibles”, a veces transgreden o pasan límites para llamar la atención. Y es acá en donde los papás tienen que tener mucho cuidado.
No se trata de demonizar Internet y todo lo que deviene de las plataformas y tecnologías; ya que, de hecho, los chicos que hacen videos trabajan mucho para llevar a cabo esos materiales. Piensan, cranean ideas, producen el material y hasta lo editan. Obvio que no todos consiguen gran cantidad de seguidores. Pero en este sentido hay diferentes tipos de youtubers: algunos comparten gustos e información, e incluso hay chicas que cuentan sus secretos de belleza, o hasta cómo cuidar bebés... Hay muchísimos ejemplo positivos o de la edad, pero otros muchos más que no lo son.
- ¿Cuándo comienza lo preocupante?
- Se instala cuando se pasan los límites de qué es lo que se puede mostrar, qué no, y qué consumen los chicos desde el otro lado en la soledad absoluta.
Es decir no cuentan lo que hacen, ni lo comparten con la familia. Ahí está el peligro. Por supuesto para los padres es un mundo desconocido, entonces no saben con quién se conectan sus hijos, ni sus gustos. El problema de cualquier pantalla, o medio, es cuando los chicos los consumen en soledad.
- ¿Cómo se acompaña sin invadir?
- Acompañando a los chicos desde pequeños como familia e interesándonos por lo que sucede. Siempre insisto en el punto de que si nosotros, como adultos, mostramos toda nuestra vida e intimidad en las redes y plataformas, no podemos esperar que nuestro hijo no quiera hacer lo mismo.
Desde que son bebés les damos celulares y tablets para “entretenerlos”, y si estamos en una plaza, les sacamos todo el tiempo fotos o “selfies”, en lugar de jugar con ellos y brindarles tiempo de calidad... Es una manera de perjudircarlos. Si estamos con nuestros hijos compartiendo un momento, pero a la vez jugueteando con el WhatsApp, u hojeando contenidos “en modo touch”, perdemos algo único con ellos, que asimilan esa manera de vivir y la adaptan.
- ¿Cómo hacer para que los valores de la lectura y el análisis o comprensión de textos no queden de lado en este cambio de paradigma?
- Hay que ser muy activos en la educación de los chicos. Como padres se tienen que proponer alternativas e insistir en ellas para compensar un poco lo que han ido dejando de lado, y profesarles los otros soportes. Insisto: no se trata de negar la tecnología, las redes o plataformas, sino de “equilibrar”.
Los libros de cuentos, y los crayones para pintar en los más chicos, deben seguir estando presentes. Pensemos cuántas veces vemos a chicos en salas de espera, aeropuertos o colectivos, cuyos papás les dan (antes que las pidan) pantallas o dispositivos para que no se aburran. Claro está que es más simplificador para el adulto, ya que el niño está “entretenido”; pero no se está enriqueciendo al menor de manera igualitaria con la lectura y otros mundos fascinantes. Proponer otra cosa, es más trabajoso para los papás, pero no hay que dar por perdida la batalla.
Como en todo, hay que encontrar el punto medio para poder acompañar a los hijos, porque si realmente nosotros como padres no les damos esos espacios, los van a encontrar en otro lado.
- ¿Cómo educarlos en el buen uso de la red?
- Hay que hablar con ellos desde chicos, para que aprehendan que el buen uso está en el cuidarse a sí mismos y a los otros, el saber elegir qué cosas no compartir y cuáles sí.
Es fundamental que sientan que pueden hablar con los papás acerca de los diversos contenidos, ya que si ven algo que los agobia o impacta de manera negativa (contenidos violentos, informaciones ambiguas), y no pueden contárselo a nadie, van a tener un mal desarrollo y mala evolución. Allí aparece el problema. Sumado a eso si se contactan con gente desconocida, y no pueden tampoco contárselo a sus padres también están en riesgo... Se junta la culpa, el asco, el miedo, el secreto...Y ahí es en donde entran en mayor peligro.
- ¿Qué pasa si un nene de 10 años quiere subir su material a la red?
- Son niños, yo no lo dejaría, pero no desde la prohibición sin más, sino desde la fundamentación del peligro que la exposición masiva conlleva. Por eso el diálogo desde chicos es muy importante.
- ¿Cuál sería el panorama ideal?
- Lo ideal es poder encontrar en la familia espacios libres de tecnología, así sea media hora por día: cuando se está en el almuerzo, en la escuela, o cuando se tomamos la leche...
En el caso de tener momentos de acceso a la tecnología (por ejemplo videos, tutoriales o lo que sea que a los adolescentes les guste ver en YouTube) poder hacerlo en familia, y no que cada integrante esté diseminado viendo “sus contenidos” en las pantalla o dispositivos particulares.
Los chicos de hoy no miran tele, usan Netflix en general entonces si se comparten los contenidos en familia es una manera de estar junto al otro participando y compartiendo a lo que acceden nuestros hijos.
Se trata de encontrar juntos en familia qué es lo que se desea ver, y descubrir ese espacio.
Otro ambiente muy positivo para mantener el equilibrio, se trata del espacio al aire libre: la plaza, el parque, el deporte, las actividades lúdicas como andar en bici u otras tantas más.Son momentos que deben incluirse para que no todo sea a través de las redes o plataformas. Incluso vale la pena retomar viejos juegos como la pelota o el metegol. No se trata de descartar algo que nos atraviesa y está que es la tecnología, sino de equilibrar y cuidar a nuestros hijos, no desde la prohibición, sino desde la acción activa como padres.