Félix, un contratista con toda una vida de experiencia

El lujanino repasa mes a mes las tareas necesarias para que la vid dé buenos frutos.

Félix, un contratista con toda una vida de experiencia
Félix, un contratista con toda una vida de experiencia

Félix Eliseo “Pico” Ferreyra (50) dice que para él la vendimia comienza en mayo y tras una larga lista de las actividades que hasta hace poco realizaba, cualquiera logra notar cabalmente lo que quiere decir con sus palabras.

En su casa de Mayor Drummond, en Luján de Cuyo, se dispone a contar su historia sin filtros. Es una historia nacida de la tierra, con las palabras salpicadas del barro primigenio, ese mismo que dio vida, año a año, a las vides que visten a la provincia y la distinguen en el mundo.

Félix es contratista y según cuenta nació y se crió en la finca Furlotti, en Agrelo, lo que hoy son los terrenos de la bodega Norton. “Si sos contratista, la Vendimia significa 10 meses de sueldo, empieza en mayo y termina en marzo o abril del año siguiente”, consigna.

Tal cual describe en sus palabras, la cosecha de hoy no tiene nada que ver con lo que fue “en sus tiempos”. Félix explica que antes era todo sacrificio. “A las 8 de la mañana te levantabas para trabajar, comías un sánguche al mediodía y seguías hasta las 18. Y nada de guantes, era con la mano descubierta y en alpargatas, que cuando se te gastaban era como andar a patas”, describe el hombre que además supo ser -curiosamente- animador de la orquesta Cocoa, que andaba con Juan Carlos “El Perro” Videla, por distintos lugares de la Mendoza rural.

Comenzó a trabajar a los 11 años por decisión propia. Su mamá, Carmen Cataldo, había enfermado del corazón y su papá ‘Poroto’ le dijo que hacía falta su ayuda. Él tenía una beca para estudiar mecánica, pero apostó por su madre, que hoy sigue junto a él.

“En esos tiempos, ser contratista implicaba tener una vivienda, leña gratis, una huerta para tus verduras, pollos y conejos. Se vivía como si fuera un barrio dentro de la misma finca”, describe moviendo las manos que durante tanto tiempo le dieron de comer.

Sabido es que las heladas y el granizo son el terror de todos aquellos que viven de la vitivinicultura. Pero no es hasta escuchar sus historias, sus recuerdos, sus palabras que llegan a quebrarse mientras se suceden, cuando se puede apreciar realmente el dolor de perderlo todo.

Félix, como probablemente muchos otros, sabe y recuerda la fecha exacta en que una helada tardía, o un granizo inesperado, le hizo perder el trabajo de todo un año. “El 30 de octubre de 2010 fue la peor helada que vivimos. Mirábamos y llorábamos. Cayó fuerte. Pegó mal en todo el contrato, nos dejó casi sin nada y tuvimos que abandonar. Lo que pasa es que una helada te arruina por dos años”, admitió.

Pero no todo era tristeza, el hombre dice que a la noche, alrededor del fuego hecho con los sarmientos, era un momento místico y que cuando sólo quedaban las brasas, se las llevaba en un brasero a la casa y se le echaba una cucharada de azúcar o café, “por el veneno en el aire, viste”, dice.

A ciencia cierta

Los libros pueden decir muchas cosas, los términos científicos también, pero lo cierto es que “Pico” es un experto en lo que hace y todo se lo debe a la experiencia, a haberse levantado tantas veces, durante tantos años, a trabajar la tierra.

Así relata que el segundo día de mayo, el contratista comienza a hacer una recorrida después de la cosecha. Allí se realiza un riego posterior y se empieza a limpiar la viña baja (aunque hoy hay muchos espalderos) para la poda.

Simultáneamente, se deben limpiar las acequias. “Porque cuando llega el tomero y te dice que te toca el agua, los canales tienen que estar limpios”, grafica, añadiendo que con una pala hay que sacar lo que queda de arena y greda, para que el agua corra.

El paso siguiente es ir al parral y empezar con la poda. Esto se hace entre fines de mayo y principios de junio. “Cuando cortás te mojás entero. Por eso se dice que la parra arroja su llanto. Para nosotros es un momento muy bonito, muy emotivo”, indica.

En julio, tras dos meses de dura tarea en la que la hilera ya se ha partido para que no se hiele en el invierno. “Sacás el sarmiento al callejón y en un carro o acoplado se lo acarrea para tener leña. Ésa la usás para caldear el horno y hacer pan casero”, dice, y casi se alcanza a oler en el ambiente ese acto culinario.

En tanto, mientras el jefe de familia está haciendo la poda, su esposa y los hijos se dedicaban (ahora ya no se hace más) a hacer la atadura con totora, la cual había que ablandar, con agua, en pleno invierno. Es la tarea que les tocó a su esposa Stella Maris Díaz y sus hijos Félix (27), Stefanía (26), Stella (23), Emanuel (21), Exequiel (20) y Brenda (19).

Luego comienza la primera arada y después el desorillado, que antes se hacía con caballos y que hoy se hace con maquinaria. Posteriormente, es el momento de la surqueada con zapa para que pueda entrar el agua nueva. De esta forma, ya estaba concluido el trabajo fundamental.

En agosto se realiza un tercer y cuarto riego y paralelamente se prepara el desbrote que está debajo de la cepa, que no sirve y que se hace con el objeto de que sirva para la poda del año siguiente. “Por aquel entonces, cuando empecé y en adelante, se buscaba tener más cantidad que calidad. Mientras más traías más premios te daban, más te pagaban. Y si traías mucho es porque habías trabajado bien durante todo el año”, especifica Félix.

Desde setiembre en adelante hay grandes riesgos de heladas tardías. Es un momento de sufrimiento que toda la familia de contratistas, patrones y demás empleados viven con ansiedad.

Llegando a noviembre, todo comienza a brotar y lo que se hace es envolver la viña arriba o bien, “despampanar”, tarea que suele hacerse con machetes que alcanzan los 70 centímetros de largo, especifica Félix.

Desde setiembre en adelante hay grandes riesgos de heladas tardías. Es un momento de sufrimiento que toda la familia de contratistas, patrones y demás empleados viven con ansiedad. Llegando a noviembre, todo comienza a brotar y lo que se hace es envolver la viña arriba o bien, "despampanar", tarea que suele hacerse con machetes que alcanzan los 70 cm de ancho.

Su visión vendimial

En diciembre es momento de hacer la segunda arada, colmar las hileras y hacer que elriego pase cerca de las hileras. En enero se hace la desorillada final y dos nuevos riegos. "Es el momento en que comienza la cosecha. Se hace una última arada para poder pasar entre las jjileras y si tenés tiempo hasta un nuevo riego, para acentar la tierra", explica.

Así, en enero ya se puede cosechar la uva blanca, y en febrero lo propio con la uva negra. En Semana Santa, según relatpó Felix, terminan con la Pedro Gimenez. Por eso añora este tiempo tan especial. "Esperábamos la cosecha con la familia, con un festejo bien grande, porque si te había ido bien hacías una diferencia de plata que te alcanzaba para vivir todo el año y muchos hasta compraban vehículos. Pero hoy ya no pasa tanto".

Félix, verborrágico, alegre y comprometido con su trabajo, dice que para él la vendimia es esperar y tener la suerte de cosechar. Así de simple. Es una ansiedad grande, pero también una gran satisfacción.

"Como ciudadano la amo. Pero amaba más cuando los jueves, en el calvario, hacían la bendición de los frutos. Los desfiles de la vía blanca siempre me gustaron. Pero creo que es triste no haber sido reconocido como obrero de viña, y nunca poder haber estado entre la gente de saco y corbata", aseguró.

Para finalizar dice que falta apoyo patronal y sindical para que esto ocurra y que sería un gran premio y reconocimiento para cualquiera de los que todo el año están en los viñedos. "Es tu fiesta. Es lo que hiciste durante todo un año", termina.

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