Felipe Robledo: un mendocino en las islas más exóticas

Hace 5 años, largó todo pese a estar en la cima de su profesión y se dedicó a conocer el mundo. Adonde llega trabaja de pintor, carpintero, buzo o pescador. “Cada vez tengo menos y viajo más”, dice feliz.

Felipe Robledo: un mendocino en    las islas más exóticas

Como aquel personaje de Ernest Hemingway, es un viajero "a la deriva" por las islas del mundo. En su muro de Facebook sus amigos le desean "buena ruta" y con esa expresión, uno puede empezar a hacerse la idea de la vida que lleva Felipe Ariel Robledo, un tupungatino de 46 años, que en este momento se encuentra en Fiji, en Australia, en Tailandia o quién sabe dónde, porque siempre está en viaje hacia un destino entre los paréntesis que le impone la necesidad de juntar dinero para poder seguir viajando.

Sus palabras llegan a través de las redes sociales, donde se mantiene conectado con su costado argentino, el suelo que es su orilla ya que su vida profunda ocurre en el mar, bien cerca de las olas, del que no quiere separarse nunca más.

Hasta los cuatro años vivió en el Valle de Uco y más tarde en la Sexta Sección, desde donde levó anclas siendo un reconocido diseñador industrial, especializado en eco diseño.

“En el 2010 expuse, invitado por el gobierno de la Nación, para el Bicentenario. Lo hice con mi muestra Futurables en el Centro Metropolitano de Diseño (CMD) y luego en el Itaú Cutural por dos meses. Entré al diseño por la puerta grande. Fui el único de Cuyo”, presenta su vida antes de un cambio rotundo.

Coleccionista del sol

Una frase después pone un freno al relato y a su profesión, que ya es parte del pasado, al menos desde la perspectiva full time: “Ahí... en el mejor momento del diseño abandoné todo y me fui a vivir al mar. En la misma playa, como pescador y buzo. Largué todo porque me di cuenta que solo quería caminar y mirar”.

En ese trance, con paciencia, Felipe comenzó a "coleccionar atardeceres". En sus álbumes de Facebook, donde reúne sus fotos desde que dejó todo en 2011, se pueden ver puestas del sol en la India, Fiji, Nueva Zelanda, Isla de Pascua y en otros rincones exóticos del planeta.

Pero, como todo el mundo supone, de algo tiene que vivir. Y ese algo es la pintura de obras de construcción, pero también es carpintero, soldador, buzo, pescador, chofer o viajero, lo que le permita alcanzar el próximo destino.

“Pinto casas y cabañas, lo que sea por el mundo. Cuando me instalo un tiempo, trato de hacer diseño, eco diseño”, destaca respecto de esta variante del diseño industrial que intenta hacer un uso racional y sostenible de los materiales que utiliza.

La forma en que lo contactan es a través de sus blogs, donde especifica sus habilidades como diseñador industrial, pero también como pintor. “Los que quieran preguntarme pueden hacerlo por el Facebook”, resalta servicial.

Felipe también es meditador de Vipassana, una técnica que nació en la India, por lo que cada vez que llega a un lugar intenta hacer cursos relacionados con esta disciplina.

“Creo que por eso tengo suerte, le caigo bien a los dioses”, asegura este hijo de un músico y de una maestra de manualidades que lo llevó en su panza mientras daba clases, en medio del frío y la nieve de la precordillera mendocina.

De acá, de allá

Felipe cuenta, al momento de la entrevista, que está por irse a las islas Salomón y que más tarde irá a Birmania, a la India o a Europa, aunque en dos contactos de chat posteriores advierte que la Isla de Pascua es una gran posibilidad para noviembre. “Seguro me mando para Rapa Nui”, dice liviano de valijas, con el viento en las palabras.

“¿Qué me gusta más de Fiji?", contesta repitiendo la pregunta de este periodista: “Los ajos acá se pelan re simple, tienen la piel especial”, dice el mendocino cuya piel se curte con cada nuevo viaje, con cada media tarde al sol que se esconde.

“No tengo frío nunca, ni miedo a nada; ni a los terremotos, ni los tsunami, ni los bombardeos. Ni al hambre, ni a los robos…   ni a la muerte”, afirma tomando aire en su última expresión de coraje: “No dudé nunca lo que deseo... solo lo hago”..

A pedido de Los Andes, se explaya sobre un tema aunque da la sensación de no tener muchas ganas de querer hablar de eso. “La Argentina me ayudó a irme”, remarca sobre los porqués de esta “huida” por el mundo. “Se metieron tres veces en un mes a robar y me harté. Me fui, me cansó, todos polarizados”, señala.

Después, dice que no suele hablar de Argentina pero que en Fiji somos más conocidos por un rugbier (Santiago Gómez Cora) que por Maradona o Messi. “En general no hablo del país. Por ahí les cuento de las montañas o del vino, pero no me expreso mucho”.

Finalmente, dice que no piensa vivir más allá de los 55 años. “Estoy esperando con calma la muerte... por eso largué todo y me dedico a viajar... No pretendo nada, cada vez tengo menos y viajo más...”.

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