Felipao, el DT que argentinizó la verde amarela

El entrenador no cuenta con la generación de grandes estrellas brasileñas de otrora y por eso armó un equipo más combativo y menos técnico. Neymar, la excepción a la regla.

Felipao, el DT que argentinizó la verde amarela
Felipao, el DT que argentinizó la verde amarela

De la escuela tradicional brasileña, la Selección de Luiz Felipe Scolari tiene algo que ver pero no mucho. Aquella definición del "jogo bonito", que se impuso en México'70, fue una marca registrada de un estilo que desparramó el plano estético del fútbol en su máxima expresión.

Jugadores que sobresalían a partir de una técnica preciosista, manejo del balón y creatividad artística dejaron su sello en cualquier parte del mundo. Todo equipo quería parecerse a Brasil, pero sólo Brasil podía parecerse a si mismo.

La generación hija de los Pelé, Gerson, Tostao, Clodoaldo, Carlos Alberto, Jairzinho y Rivelino tuvo su continuidad años después con la llegada de Sócrates, Zico, Falcao y Toninho Cerezo. A ésta, la sucedió la que comandaron Romario y Bebeto; más cerca en el tiempo, Ronaldo y Roberto Carlos; luego Ronaldinho y Kaká; ahora Neymar.

Una simple enunciación númerica marca que los futbolistas brasileños fuera de molde vienen reduciendo su número de generación en generación. ¿Puede hablarse de una crisis o de un bajón? No, es preferible poner el foco en que se trata de una transición hacia otro modelo, el cual es globalizado y afecta a todos por igual.

Ha mutado la percepción acerca de qué es un jugador deslumbrante y el propio afecto a la planilla - al estilo NBA - así lo demuestra: todo entra en la computadora y hasta un pase de cinco o seis metros bien dado en un costado del mediocampo vale igual que uno filtrado en la zona de definición.

Un parámetro que sirve de ejemplo es el actual de la FIFA. Hoy día, el jugador que ocupa el primer lugar en el ránking de lo que va de esta Copa es el brasileño David Luiz, quien está mucho mejor posicionado que Neymar.

Felipao tiene claro cuáles son los límites en los cuales su equipo puede moverse. Brasil cuenta con un arquero referente como Julio César, encima iluminado tras su performance frente a Chile; un excelente marcador central como Thiago Silva y otro que lo acompaña un escalón abajo, como David Luiz, aunque éste tenga una percepción más favorable para la tribuna; y un crack como Neymar. El resto, acompaña.

Inclusive los laterales Dani Alves y Marcelo, que realizan el mismo juego que en Barcelona y Real Madrid, respectivamente: opción de salida más que función de cierre de las bandas en defensa. Los volantes son batalladores, recuperan y ceden la pelota. Y punto.

Este seleccionado brasileño puede consagrarse campeón o quedar eliminado en las fases previas. No tiene términos medios. Sea lo que fuere, no quedará en la historia excepto por el resultado: hexacampeón o continuador del Maracanazo.

Scolari conoce mejor que nadie al grupo que formó. Sabe cuál es su techo y de qué manera potenciar las virtudes tanto como disimular los defectos. Contra Chile, estuvo a centímetros de quedarse afuera de todo. La Roja nunca le impuso un dominio claro, si no que supo cómo bloquearlo. Sampaoli hizo la lectura correcta para armar una construcción colectiva que automáticamente se armara en cualquier sector de la cancha para triangular en corto. Y Brasil, sin la pelota, fue un toro enfurecido; se nubló, no pudo establecer dominio en el centro de la cancha y obligó a Neymar a tirarse casi hasta el mediocampo para retomar el contacto con el balón a través de la presión. Una luz amarilla, y no por el color de la camiseta.

La verde amarela históricamente dio lecciones acerca de cómo manejar un partido desde la mediacancha. Los marcadores laterales y el volante central marcaban la salida desde la posición de la pelota; los volantes internos recibían el primer pase ya en campo rival y lanzados al ataque; los puntas, forzaban a la defensa rival a retroceder de espaldas a su arco gracias a las diagonales y al ocupar todo el ancho del terreno.

Hoy, Fernandinho, Paulino y Luiz Gustavo son eminentemente recuperadores. Oscar es el más apto para transformarse en enganche pero lo hace menos de lo debido. Willian, hasta ahora, parece no haber justificado sus minutos en cancha. La del mediocampo, en definitiva, es una línea que poco se condice con las grandes formaciones brasileñas de otras épocas.

Felipao es el primero en darse cuenta de cuánto le cuesta la generación de juego asociado a su equipo. Y aquí es donde se desapega de la tradición brasileña para acercarse más a la escuela argentina. Si se permite el término, a su "mascheranización".

Al entrenador local le preocupan más los relevos - de los marcadores laterales, por ejemplo - que la gestación de la jugada asociada. Y no porque la rechace, sino porque sencillamente advierte que las características de sus futbolistas los convierte en más idóneos para cercar en una zona escalonada a un rival y recuperar el balón que para crecer desde el armado en base a tres o cuatro toques seguidos en zona  de creación.

Frente a los chilenos, en el Mineirao, el DT tomó un gran protagonismo desde sus poses histriónicas. Gestos y ademanes ampulosos, órdenes a través de gritos y un permanente caminar por el corralito delimitado lo convirtieron en una referencia a la hora de percibir que Brasil estaba desorientado.

Encima, Colombia, el rival que lo espera en cuartos, llega con puntaje ideal tras haber aplicado un estilo de juego muy emparentado con el brasileño tradicional. Por lo que se percibe a través de la forma en que Felipao paró a su equipo en las prácticas, Brasil saldrá a presionar desde zona central en adelante, con la premisa de forzar el error adversario y de obligarlo a desprenderse del balón a través de pelotazos frontales. Más de una vez, selecciones albicelestes aplicaron el mismo método contra anteriores versiones de la verde amarela, y tan mal no les fue. Una argentinización a la brasileña, en una palabra.

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