Cuando mi abuelo Juan descubrió que en Mendoza se celebraba el Día del Padre el 24 de agosto se sintió identificado con la fecha: también él festejaba especialmente su paternidad ese día ya que coincidía con el cumpleaños de su hija mayor (mi mamá). Él había venido junto a su esposa y dos hijos de su Córdoba natal para instalarse en la Tierra del Sol y del Buen Vino.
Desde entonces el saludo de agosto siempre estuvo presente, aunque la reunión importante se hiciera en junio. Es que parece que no hay manera de que el comercio local tenga sus propias reglas y campañas fuera de las que conmemoran a este personaje norteamericano llamado John.
Pero tampoco sería la única fecha, ya que el Día del Niño se pasa de un domingo a otro de agosto teniendo en cuenta aspectos económicos –y/o electorales–. El único que nadie pone en duda –por ahora– es el Día de la Madre en octubre.
Celebrar fuera del calendario comercial tiene –como todo en la vida– sus pros y sus contras. En la parte negativa de la balanza está el tiempo, ya que cuando cae entre semana es difícil juntar a toda la familia en un mismo momento; además, como no hay campañas machacando a toda hora con la conmemoración, corre el riesgo de caer en el olvido.
La compensación viene del lado de la espontaneidad del abrazo y del saludo: no se hace porque la publicidad manda a hacerlo, sino porque nace.
Es como los días del hijo/a (1 de enero), hermano/a (4 de marzo), primo/a (23 de marzo o 9 de setiembre), novia (1er domingo de abril), padrino y madrina (3er domingo de abril), ahijado/a y nieto/a (coinciden el 2do domingo de mayo), abuelo (3er domingo de agosto), tía (1er domingo de setiembre), novio (24 de setiembre), suegra (26 de octubre) y abuela (2do domingo de noviembre) que, si bien varios han sido puestos por la Cámara de Comercio, aún no están viciados de salutaciones armadas y una felicitación inesperada alegra la jornada de la persona que ocupa ese rol en la sociedad.
Y es que en definitiva para eso sirven las celebraciones. El vocablo celebrar viene del latín "celebrare" que significa "acción de reunirse". Los profesionales coinciden en que son sinónimo de entusiasmo, de cariño, de hacer un alto en el camino o frenar la rutina, de mirar hacia atrás, de recordar el propósito de nuestra vida, de actualizar las relaciones... Por eso, sugieren que para aprovechar al máximo la vida es bueno tener celebraciones sin motivo real. Sin embargo, advierten que la cantidad de celebraciones muchas veces contribuyen a que nos olvidemos qué celebramos.
"Festejar se convierte en una herramienta eficaz para la autoestima, la valoración y la conjunción de almas que transitan juntas esta experiencia humana", sintetiza el especialista en coaching, motivación y liderazgo Daniel Colombo, quien agrega: "En el imaginario social se piensa que se debe contar con buen soporte económico para celebrar y festejar. Sin embargo, se lo puede hacer sin invertir un centavo, puesto que esto proviene de una actitud interna de gozo, que no necesariamente tiene que ser reafirmada por algo externo".
Así lo demuestra el Barómetro de la Celebración en España, una investigación realizada por la Federación Española de Bebidas Espirituosas hace un par de años (si bien no hay estadísticas de este tipo en nuestro país, si se hiciera probablemente daría datos similares). Las conclusiones arrojan que el nivel de confianza aumenta entre quienes celebran de forma cotidiana y, por lo tanto, creen que el año siguiente será mejor que aquellos que festejan algo de forma puntual.
Por otro lado, quienes prefieren las celebraciones cotidianas se sienten más unidos al grupo al que pertenecen (79%), éstas les hacen sentirse mejor (78%) y expresarse tal y como son (70%), frente a aquellos que celebran acontecimientos puntuales (60, 55 y 44%, respectivamente).
Los festejos preferidos para los españoles, que realizan una media de 37 celebraciones anuales, son los cumpleaños (56%), las juntadas con amigos (46%) y las salidas o reuniones familiares (37%). Y lo que no puede faltar es comida (27%), bebida (16%), alegría (13%), música (11%), familia (10%), amigos (10%) y buen ambiente (8%).