Para Federico Finchelstein, si algo tienen en común los populismos, de izquierda o de derecha, es que "juegan al límite de las reglas". El autor de Del fascismo al populismo en la historia es un estudioso de la génesis de esta tendencia política, en ascenso con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y el triunfo de Jair Bolsonaro en Brasil.
Historiador argentino y radicado en Nueva York, Finchelstein sostiene que "el fascismo no es el populismo, pero para los historiadores es claro que ambos comparten afinidades importantes con respecto al pueblo, la nación, los líderes y sus enemigos".
"El populismo está genética e históricamente ligado al fascismo. Se podría sostener que es su heredero: un posfascismo para tiempos democráticos, que combina un compromiso limitado con la democracia y que presenta impulsos autoritarios y antidemocráticos", escribe el autor de Los alemanes, el Holocausto y la culpa colectiva, Fascismo trasatlántico y El mito del fascismo: de Freud a Borges, entre otros libros.
–Desde una perspectiva negativa ¿qué es lo peor que producen los populismos?
–Depende de dónde se lo mire. Originalmente el populismo es una reformulación democrática del fascismo. Estamos hablando de un momento en la historia muy diferente al actual. Después de la derrota de los fascistas en la Segunda Guerra Mundial, los populistas, muchos de los cuales habían sido fascistas como nuestro general Perón, deciden que la dictadura no es algo que ellos quieren y deciden que en este nuevo mundo que se abre a partir de la derrota de los fascistas, la dictadura no va a tener la legitimidad que tuvo antes. Entonces lo que hace Perón es destruir esa dictadura desde adentro, llamar a elecciones y construir una democracia, que tiene una genealogía autoritaria, pero que es una democracia al fin. En cambio, en los casos de Mussolini o Hitler, el fascismo lo que hace es llegar al gobierno por medios democráticos y destruir la democracia desde adentro. Perón hace el movimiento inverso, igual que Vargas en Brasil.
–¿Qué rasgos tiene?
–Se trata del afianzamiento de la democracia, una democracia autoritaria que tiende a pensar que el pueblo son sólo aquellos que se identifican y votan por el líder. Gobiernan en nombre de una mayoría, pero atacan a las minorías. Los que no están de acuerdo con el líder son presentados como enemigos del pueblo.
–¿Por qué el populismo se vuelve opción política?
–Pensemos que surge como reformulación e incluso como rechazo del fascismo. ¿Qué lo define? La violencia política, la represión estatal, la persecución, el encarcelamiento, la eliminación y el racismo. En ese marco, los primeros populismos reniegan de los fascistas. Perón los llama “pianta votos”. Y más allá de sus gustos personales, Perón deja atrás esa característica esencial que es el racismo. Para él no son políticas legítimas violencia y racismo.
–¿Y los populismos de Trump y Bolsonaro?
–Trump y Bolsonaro se parecen más al fascismo que Perón o Vargas. Basta ver su racismo, su discriminación, el ataque a las minorías... Para un Bolsonaro es “el” tema de la política. Trump llama violadores y criminales a los mejicanos. Perón lo hubiera entendido como un problema, y ellos lo entienden como una forma de hacer política. Creo que los nuevos populismos tienen elementos que los acercan al fascismo que los anteriores populistas no tenían. Por eso es un momento muy raro. El populismo se acerca más al fascismo, pero hay elecciones y reglas democráticas.
–¿El populismo es el que mejor interpreta las necesidades del pueblo?
–En términos futbolísticos, es el que sabe cómo ganar los partidos al límite de las reglas y jugando de forma bastante sucia. Crisis de representación política significa que los votantes no se identifican con sus representantes y creen que éstos gobiernan para sus propios intereses. Piensan "los políticos son todos millonarios y son dueños de los medios y esa no es mi condición". La pregunta es cómo hacen aquellos que se presentan como la nueva política para convencer a votantes cuyos intereses son distintos. Es donde encuentra su lugar el discurso de la antipolítica. “Voten por mí que yo no soy político”.
–¿Qué diferencias tienen los populismos de izquierda y de derecha?
–Los populismos de izquierda, si bien son intolerantes con las minorías políticas, ese rasgo está dado por la idea de que no están de acuerdo. Si uno no vota a Perón es el antipueblo. No está de acuerdo con que Perón es el primer trabajador, por ejemplo. En los populismos de derecha, la definición de pueblo es una definición racial (el típico exponente de militante de Trump es blanco y protestante). Eso los acerca al fascismo de una forma que no es el caso del populismo de izquierda.
“Estados Unidos está muy argentinizado”
–¿Qué lectura hacés de las elecciones de medio término en Estados Unidos?
-Me parece que, a pesar de lo que Trump dice, no fue una victoria para él. Retuvo el Senado, pero perdió la Cámara de Representantes, y esto implica que algunos puntos le van a poner. Lo van a investigar un poco más, le pedirán su declaración de impuestos, la imbricación que tiene con el Estado, qué cosas oculta. Pero sigue teniendo el Senado y una Corte Suprema bastante adicta. Él va para adelante. Va aumentar la grieta, la polarización.
–¿Por qué no hubo ola azul de los demócratas?
–Trump apostó a la xenofobia y la discriminación para generar votos y apoyos. Un mundo apocalíptico. Hay que entender el contexto: Estados Unidos está creciendo, hay mayor empleo, y los demócratas trataban de ganar votos por razones culturales o políticas teniendo en cuenta el racismo del presidente. No estamos en un marco de crisis económica, por eso creo que es una victoria importante de los demócratas.
–No hay una candidatura demócrata nítida para 2020.
-Estados Unidos está muy argentinizado. Es difícil pensar qué puede pasar en dos años. Hay escándalos todos los días que vienen de la presidencia. Para nosotros es moneda corriente, pero para ellos no. Es como si nos preguntáramos quiénes serán los candidatos de la oposición en Argentina.