Un hombre se sumerge más de ocho horas en las frías aguas del río Paraná. Otro sobrevive casi dos días en una cornisa, luego de perderse en una corrida. Una mujer con una sola pierna se sumerge desnuda en el canal del Beagle.
Federico Bianchini (que ha escrito en Clarín, en la revista Brando y en Gatopardo, que ganó los premios Las Nuevas Plumas y el Don Quijote de Periodismo y que actualmente es editor de Revista Anfibia) sabe abismarse en los buenos relatos. Más si hay detrás una vivencia real e intensa.
Desde hace unos años, Bianchini decidió observar la pasión deportiva al detalle. Ahora, en su libro “Desafiar al cuerpo. Del dolor a la gloria” reúne diez crónicas que exploran los límites del entrenamiento y la competencia.
-¿Cómo nació la idea del libro?
-Nació una tarde en una charla con el editor de la revista Brando, Nicolás Cassese. Me di cuenta de que a lo largo de tres años había armado una serie de crónicas sobre deportes extremos con un eje en común, un hilo fino y resistente que las unía: corremos, nadamos, entrenamos hasta el momento en que nos sentimos cansados y pensamos en tomar agua, parar un rato, irnos a comer.
¿Podríamos seguir? Podríamos,y seguramente las piernas y los brazos responderían: la cabeza suele ser más perezosa que el resto del cuerpo. ¿Cómo cruzar el umbral? ¿Qué hacer para seguir? ¿Cómo entrena la cabeza una persona que dedica seis horas por día al ejercicio físico? ¿Cómo consigue no aburrirse?
-¿Cómo seleccionaste los casos?
-Luego de esa tarde, fui revisando las crónicas y viendo cuáles entraban dentro de este grupo. Había historias bastante disímiles, pero elegí personajes con algo en común: todos lograron una gran fortaleza mental para hacer lo que hacen, disciplina y perseverancia. Por otro lado, de una u otra manera estuvieron o están cerca de la muerte.
Algunos porque eligen arriesgarse y correr kilómetros y kilómetros al borde de un precipicio, otros porque el azar determinó que terminaran aislados en medio de la montaña o porque decidieron dedicar su vida a ayudar a gente que sufrió accidentes peligrosos. Al entrevistarlos encontré que todos tenían una gran conciencia de lo que hicieron y de cómo y por qué lo habían hecho.
-¿Qué se entiende por "extremo"?
-Supongo que, como todas las categorías, la de ‘algo extremo’ es algo difusa y poco clara. En este caso, hay un hombre que nadó durante ocho horas y media sin detenerse, un hombre adicto al deporte, otro que por mejorar su posición en una carrera cayó en una cornisa y pasó allí 42 horas, una mujer que vestida sólo con una malla se sumerge en aguas congeladas, un ciclista que hace once años salió de su casa a recorrer el mundo y aún no ha vuelto o un hombre que tiene once operaciones de corazón y corre tetratlones, entre otras historias.
-¿Cómo impactaron esas experiencias en vos?
-Fui descubriendo que detrás de este tema “de nicho”, que suponía le importaba solamente a quienes se entrenan durante horas o a los que disfrutan de los deportes extremos, había una enorme playa desierta donde podía jugar con las palabras, los puntos de vista, mezclar cacofonías, aliteraciones y metáforas. La empecé a pensar como una zona de ejercitación literaria.
Yo no puedo nadar durante ocho horas y media, no puedo correr noventa kilómetros en una montaña, ni subir al Everest: tengo que conformarme con hacer preguntas y, luego, escribir intentando acercarme a las sensaciones de cada uno de esos personajes. Haroldo Conti decía que la literatura es una sustitución de la aventura. Creo que aquí la crónica cumple un poco ese papel.
Es por eso que muchas de las historias están relatadas en primera persona. Después de varias entrevistas exhaustivas intenté armar, con la voz de los personajes, un relato que con tensión narrativa describiera esas horas de adrenalina.
-¿Cómo te posicionás ante la crónica como género?
-Por mi trabajo como editor en Anfibia y porque doy talleres, suelo leer muchas crónicas, pero a la hora de escribir la postura fue, diría, casi lúdica. Intensa y expectante a la hora del reporteo, para conseguir datos e información, pero relajada mientras escribía. ¿Cuento la historia en primera persona o en tercera? ¿O por qué no usando ambas?
El interés inicial fue entender cómo pensaban y qué sentían estas personas. Pero a partir de meterme en esas historias, me di cuenta de que la crónica era una herramienta que me permitía contar estos personajes; me permitía contar lo difícil que es superarse, la soledad, el miedo y lo poco que entendemos lo que sucede a nuestro alrededor.
En febrero del año pasado, Bianchini estuvo un mes en la Antártida. “Escribí una crónica, breve, pero me quedé con mucho material y estoy armando un libro sobre los científicos y militares argentinos que pasan de tres meses a un año, aislados en el frío. Por otra parte, estoy corrigiendo un libro de cuentos que, supongo, publicaré el año que viene.
Breve biografía
Federico Bianchini (Buenos Aires, 1982). Editor de la revista Anfibia, colabora en diarios y revistas de América Latina y Europa. Fue redactor del diario Clarín durante cinco años. En 2010, con un texto sobre el escritor Rodolfo Enrique Fogwill, ganó el premio Nuevas Plumas organizado por la Universidad de Guadalajara y la Escuela de Periodismo Portátil.
En 2012, fue elegido por la FNPI para participar en el encuentro “Nuevos Cronistas de Indias” en México DF. En 2013, por un perfil del juez de la Corte Suprema Raúl Zaffaroni recibió el premio Don Quijote Rey de España de la Agencia EFE.
Según dijo el jurado, “consiguió con gran maestría y riqueza del lenguaje retratar a un personaje controvertido en sus múltiples facetas personales y profesionales, usando con brillantez técnicas periodísticas y literarias que hunden sus raíces en la mejor tradición del nuevo periodismo iberoamericano”. Da talleres de crónica y escribe cuentos.