En febrero, a través de un crowfunding, se consiguió la plata para poder editar este libro.
Con ese fondo colaborativo, el escritor Federico Bianchini lanzó sus ficciones, el libro de cuentos "Personajes secundarios" a través del sello El Bien del Sauce. Como cronista, ya nos había cautivado. En 2010, ganó el premio Las Nuevas Plumas (México) y en 2013 el Don Quijote/ Rey de España. Publicó "Desafiar al cuerpo" y "Cuerpos al límite" y, luego de un viaje de diez días a la Antártida que se prolongó por un mes, escribió "Antártida: 25 días encerrado en el hielo", con el que obtuvo la Beca Michael Jacobs, de la Fundación García Márquez.
Éste, su primer libro de cuentos, surge de un experimento creativo tenaz: si en la realidad buscaba los signos vitales de cuerpos en situaciones extremas; aquí el narrador explora el territorio de la fragilidad.
- Obviamente, muchos te habrán preguntado sobre esa doble faz de cronista y cuentista. ¿De qué zona de la experiencia (vivida, leída) proviene la necesidad de escribir "Personajes secundarios"?
- Entiendo la escritura como un refugio, un lugar a salvo de la agresividad de lo real. Una manera de expulsar el residuo ácido de lo cotidiano que, en un país desesperanzado y entregado al Fondo Monetario Internacional como el nuestro, alcanza lo corrosivo.
Al escribir crónicas, uno recopila y trabaja sobre experiencias ajenas. En la ficción, uno está solo con sus fantasmas: no queda otra que enfrentarlos.
- ¿Cómo surgen esas historias y su punto de vista?
- El ser humano es un animal frágil. Física pero, sobre todo, emocionalmente. En “Desafiar al cuerpo” y en “Cuerpos al límite” busqué excepciones: hombres y mujeres que, por distintos motivos y de diferente modo, hacían cosas que el resto de los mortales no hacemos ni pensamos que podríamos hacer. Son hombres y mujeres que están en el borde de lo que llamamos “realidad”. En la ficción intento llegar a ese borde desde otro lado: alcanzar esas zonas que sería muy difícil narrar en clave de no ficción.
Los personajes son hombres y mujeres que tienen que lidiar, como pueden, con la inquietante costumbre de vivir.
- ¿En qué referencias literarias culturales abreva "Personajes secundarios"?
- Abelardo Castillo decía que cuando alguien se proclamaba influido por tal o cual autor, en el fondo lo que quería era parecerse a esos autores. Así, podría nombrar los climas oníricos de David Lynch, junto a textos y autores que admiro y disfruto, aunque no sé cuánto de todo eso habrá decantado en este libro. Después de terminar de escribirlo, supe del movimiento onirista de la literatura rumana, al que adscribe Mircea Cartarescu.
Bianchini explica que Cartarescu usa al sueño “no como proveedor de imágenes sino como modelo compositivo... No lo entiende como huida de la realidad sino como ‘una parte de ella, trenzada de forma inseparable con todo lo demás’. Aunque a nadie le interese y sin hablar una palabra de rumano, diría que soy un onirista de pura cepa”.
- ¿En el camino textual recorrido, qué experimentás al escribir crónica y qué al escribir ficción?
- Creo que son búsquedas distintas. Cuando uno escribe crónica, con palabras acomoda en el texto piezas de lo que llamamos realidad. En el pacto con el lector, la verosimilitud está incluida. Las limitaciones del género, el apego pormenorizado a lo sucedido y a las interpretaciones de lo que ocurrió, condensan una potencialidad intrigante. ¿Cómo hacer para contar eso de la manera más atractiva posible, manteniéndose dentro del género?
Cuando uno escribe ficción, tiene que construir un verosímil; un Mundo en donde lo que suceda sea creíble. No importa de dónde salen las piezas que formarán el texto: piezas que, en principio, no tienen formas ni contenido. Lo entiende, pues, como dos juegos con reglas diferentes. “Cuando uno juega a un juego, se concentra sólo en ése y deja de pensar en los demás”.