"Febo asoma, ya sus rayos, iluminan el histórico convento; tras los muros, sordo ruido, oír se dejan de corceles y de acero", lanza en el inicio la Marcha de San Lorenzo. Aromatizante de infancias, el himno evoca uno de los capítulos cardinales de la lucha por la independencia de nuestro país.
Batalla que en rigor involucró a menos de 400 hombres y que duró apenas 20 minutos, pero que por sus muchas aristas y cargas simbólicas, bien se merece el pedestal que habita.
"Son las huestes que prepara, San Martín para luchar en San Lorenzo" Un todavía mortal y escasamente condecorado José de San Martín, había sido enviado junto a sus granaderos a cerrar el paso a las tropas españolas.
Los europeos, sedientos de control y víveres, venían subiendo el Paraná desde Montevideo, último bastión realista en la región. Al momento de echar anclas en las orillas de San Lorenzo, hoy provincia de Santa Fe, acaso los invadían presentimientos ponzoñosos.
Hacia allá fue el de Yapeyú, a tomarlos por sorpresa, a inundar el campo de estrépitos. En el fin del mundo ya estaban hasta las narices del colonialismo, y había que asestar un buen golpe para explicitar aquello.
A las huestes, como dice la canción, el a posteriori general las preparó la noche del 2 de febrero de 1813, agazapados todos en el Convento de San Carlos. A tiro de piedra de los barcos, en la espera del amanecer y los fragores.
"El clarín estridente sonó, y la voz del gran jefe, a la carga ordenó". Recién se estaba desperezando febo cuando los realistas trepaban las barrancas del río. Entonces en San Carlos hay clarín y gritos de ahora o nunca, y dos hileras de monturas salen en desbandada.
El de la derecha al mando del Capitán Bermúdez, el de la izquierda, guiado por el “Gran Jefe”. Silban los cañones enemigos y los aceros criollos, y en un destello de furia, no queda combate. Victoria de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Bautismo de laureles de Don José.
"Y nuestros granaderos, aliados de la gloria, inscriben en la historia, su página mejor". A pesar de lo fugaz del enfrentamiento y de sus tímidas cifras (hubo "apenas" 56 bajas entre ambos bandos, muy poco en materia de escaramuzas de pólvora y espada), la única contienda librada por San Martín en suelo argentino argumenta su fama una y mil veces.
Porque inició una forma de encarar los senderos de la libertad, porque inspiró a los grandes patriotas del país e incluso del continente, porque vigorizó el espíritu revolucionario... porque sirvió, en fin, para seguir inscribiendo las “páginas mejores” de nuestra historia.
Qué ver hoy
Ubicada 25 kilómetros al norte de Rosario (900 al Este de Mendoza), la ciudad de San Lorenzo (50 mil habitantes), se enorgullece de cobijar varios emblemas del ilustre combate. En ese sentido, destaca el llamado Campo de la Gloria, donde San Martín y unos 120 integrantes del Regimiento de Granaderos a Caballo vencieron a las tropas realistas.
El predio, de dos hectáreas de extensión, es hogar del monumento “Alas de la Libertad”, y de monolitos dedicados a los soldados caídos en los enfrentamientos. Allí, cada 3 de febrero se conmemora la batalla con un acto y la “carga de caballería”, llevada a cabo por granaderos en servicio y sus potros y yeguas.
Otros íconos de la contienda y de la urbe son el mismo Convento de San Carlos (Construido por monjes franciscanos a finales del siglo XVIII; su capilla, patio central, celdas, cementerio y múltiples salones y galerías hacen hoy de museo), el Paseo de la Libertad (precioso circuito que sirve de balcón al Paraná), y el llamado Pino Histórico (bajo cuya sombra San Martín redactó el parte de guerra que luego enviaría a Buenos Aires).