Fayad: los árboles mueren de pie

Fayad: los árboles mueren de pie

Con Víctor Fayad compartí más que una visión política de la sociedad; compartí el conjunto de convicciones, ideas y anhelos que la misma implica.
Con el Viti compartí mi ciudad de origen -General Alvear.- compartí su familia, sus hijos, mi familia, mis hijos.

Con el Viti compartí buena parte de mi vida. He tenido la fortuna de ser amigo de un líder, de un estadista, de un político que, como pocos, marcan a fuego huellas imborrables en la sociedad de su tiempo. Un amigo con el cual comencé a hacer política en la Mendoza de los ochenta.

Recién recibido de abogado, me convocó para ponernos a trabajar con su tío, el recio y obstinado sanmartiniano, don Santiago Felipe Llaver.

Peleábamos por recuperar el camino de las instituciones y el Estado de Derecho. En ese tránsito, fuimos seducidos ideológicamente por quien luego se convirtiera en el padre de la democracia: Raúl Alfonsín. 

En esos años, también nos marcó su impronta un gran hombre y militante social, el padre Llorens. Él nos hizo conocer en profundidad las angustias por las que pasaban los vecinos del barrio San Martín que -años después y ya desde la Intendencia- el Viti transformó de una villa carenciada en un verdadero barrio, donde hoy viven dignamente miles de mendocinos, con agua, cloacas, gas natural, transporte público y asfalto.

Fueron muchos años de lucha tanto en lo social como en lo político, en la búsqueda de la recuperación de la democracia pero sin perder de vista a los que menos tienen, con la bandera de la justicia social.

Pero la visión del Viti tenía por objetivo la transformación no sólo de la Ciudad de Mendoza, sino de un concepto sobre la administración municipal. Ello obligó al resto de las comunas a virar su mirada sobre el rol de una institución que resulta ser el primer eslabón de la acción del Estado y que, por ello, se encuentra más cerca del ciudadano.

Con esa impronta de líder, de transformador y transgresor de todo preconcepto, priorizó no sólo la limpieza de la “Ciudad en Flor”; también hizo hincapié en una política revolucionara en deporte, cultura, educación, y salud, por sólo mencionar algunas funciones que hasta entonces no eran consideradas propias de una gestión municipal.

No es menor destacar la obsesión que tenía por el desarrollo social. Esa especial sensibilidad que siempre tuvo el Viti por los más postergados, fue el motor para generar desde el Municipio políticas destinadas a procurar la verdadera igualdad de oportunidades.

La labor municipal se convirtió entonces en fuente de ideas, de proyectos puestos en acción, con una sola intención: mejorar la calidad de vida de los vecinos que siempre reconocieron en él a un hacedor.

El gran “gestionador”, al cual la Provincia se privó de convertir en gobernador, por esas cosas de la política, del arrastre nacional, de la dictadura del 1 a 1. Estoy convencido, como muchos, que hubiera sido el mejor gobernador de Mendoza.

Fue un político que no eligió los momentos para enfrentar las adversidades. Así como tuvo el coraje cívico para denunciar las injusticias y las atrocidades de la dictadura militar, supo enfrentarse en democracia al pensamiento único de los noventa, oponiéndose tenazmente a la ola privatizadora de aquellos años, advirtiendo los perversos resultados sociales que produciría.

Por eso, a pesar de saber que las chances electorales le eran esquivas, no se amedrentó y aceptó poner en juego su propia carrera política, enfrentando las consecuencias a favor de su partido, manteniendo al radicalismo con vida por una década.

¡Qué paradoja! Su audacia conspiró contra su propia suerte. No le importó, fue un aporte, sentó las bases para los dos próximos gobiernos de la UCR. El Viti fue también generoso.

Hace algún tiempo le expresé un pensamiento vinculado a la necesidad de que adoptara, frente a una problemática concreta, una posición acuerdista y sin vacilar me contestó: “Te convoqué para una revolución y ahora me venís con una propuesta conservadora”. ¡Así era el Viti!

Otra faceta inolvidable -y para mí a veces inexplicable- era que conocía la vida, la fortaleza y las debilidades de cuanta persona se encontraba, y no titubeaba en hacérsela saber, con un tono entre simpático y socarrón.

Era implacable con su humor e ironía, digno de un gran monologuista que podría haber hecho sombra a cualquier artista dedicado al stand-up. ¡Así también era el Viti!

Este homenaje pretende despedir a un líder pero también a un amigo, a quien conocí en su real magnitud, rompiendo los límites que existen entre quien encabeza el proyecto político y el hombre común, con quien afiancé una relación de amistad, la que nos permitió incluso confiarnos nuestros proyectos y anhelos personales.

Recuerdo que el Viti solía decir: “Siempre supe que iba a ser político, por eso estudié Derecho. Porque la justicia social se construye en la política y en la gestión. Esa justicia no se busca en los tribunales”.

El Viti fue un roble. Firme, duro, noble, fuerte, difícil de astillarse, imposible de doblarse. Por eso Viti, como los árboles, ¡has muerto de pie!

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