Jorge Sosa - Especial para Los Andes
La noticia es que ha nevado, y al parecer seguirá nevando, profusamente, en la cordillera. Hay nieve, no digo para tirar para arriba porque arriba también hay nieve. Los caracoles del lado chileno están ocluidos en nieve, tapados de blanco, para encontrarlos hay que perforar. Por supuesto el paso está cortado y si usted pretende ir a Chile en auto lo que más le conviene es cortar camino por Colombia.
La nieve tiene sus cosas buenas y sus cosas jodidas. Bueno es ver la cordillera nevada, (uno de los paisajes más bellos del mundo); bueno es que se acumule agua sólida arriba para que en el verano podamos tener agua líquida, abajo; bueno es que se activen los centros invernales de tal forma que puedan compensar los años de sequía que han tenido.
Por el lado negativo la nieve es cruel cuando castiga a hogares que no tienen cómo combatir el frío. También es peligrosa si tiende a producir derrumbes que a veces derivan en tragedia, como ocurrió en 1965, cuando un alud destruyó casi totalmente el Hotel de Puente del Inca. Todavía pueden verse sus restos al costado oeste del puente.
También en el lado negativo se cuenta la vida efímera de los muñecos de nieve, que solemos ver en los autos que bajan de alta montaña, como un mensaje para los que los ven bajar, mensaje que dice, tontamente: “Yo fui a la nieve y vos no. ¡ja!”
Los grandulones son los que hacen los muñecos de nieve. Se excusan diciendo que lo hacen para sus niños, pero es mentira, lo hacen porque aun siendo grandulones no han superado la edad del pavo, ese es el verdadero motivo. Los niveles de creatividad que pueden descubrirse en los cuerpos níveos son de cuarta categoría tirando a cinco.
Y encima impiden la buena visibilidad del conductor, hacia adelante, que es el panorama que más importa, y queman la pintura del capot del auto.
No puede haber peor muerte que la muerte por derretimiento. Cuando el ser humano muere, al menos quedan sus huesos, pero cuando los muñecos de nieve mueren no queda nada, ni siquiera una huella de humedad que evoque su exigua existencia.
Sin embargo, ha surgido un grupo que tiende a terminar con esta costumbre invernal. No son más de cuatro a lo sumo cinco, pero están decididos. Quieren formar una asociación pro defensa de los muñecos de nieve. Su aspiración es terminar con nacimientos efímeros. Dicen que los humanos no tenemos derecho a insuflarles vida a los muñecos de nieve para después matarlos simplemente descendiendo hacia temperaturas asesinas.
Les duele hasta la indignación cuando ven descender de la montaña a los autos con los muñecos en la delantera del auto. Los traen a una muerte segura. ¿Para qué darles vida si invariablemente habrán de llevarlos a la muerte?
Pero lo que más les duele es que algunos, con una ironía rayana en la crueldad, dibujen sonrisas en los blancos rostros. Es mentira, dicen, los muñecos saben que su destino es inexorable, no quieren sonreír, esa sonrisa es una fría mentira.
No son más de cuatro o cinco pero se han jurado resistir. Van a buscar una ley que prohíba la procreación de muñecos de nieve con fines de exterminio. Tal vez lo logren. En la Legislatura suelen lograrse cosas insólitas, y postergarse cosas necesarias. La ley serviría para proteger a la fantasía al menos por un tiempo.
Los muñecos de nieve tienen derecho a vivir, por lo menos una temporada. No son más de cuatro o cinco, seis si le suma a Pinocho, siete si le suma Caperucita, quince si suma los enanitos…