“Toda mi vida sentí una especial afición por los caballos. Desde muy pequeña viví cerca de ellos por mi padre; a los 6 meses él me subió por primera vez a uno. Se llamaba ‘Regalito’. A partir de ese momento, montar estos nobles animales, se convirtió en mi pasión. Un día -ya grande- mi madre trajo a casa una revista en la que aparecía Susan Davis, famosa jocketa brasileña. Leímos el artículo y así comenzó a girar la idea de imitarla en su profesión. Recuerdo -dijo entre soñadora y convincente- que mi madre me dijo ‘¿y por qué no?’ Lo pensé y dije: sí, yo puedo ser jocketa”.
-¿Cómo fue su llegada al hipódromo?
-Al principio fue una sorpresa para todos. Llegué por un jockey amigo que me presentó y así me dieron un caballo para montar. Claro que como nunca había montado un pura sangre, el caballo negro comenzó a corcovear y aguanté varios saltos hasta que en un momento dado me despidió y caí al barro. Pero esto no me intimidó, sino que por el contrario me impulsó a continuar. Fue una hermosa experiencia. Después me dijeron que volviera y así comencé mi peregrinaje hasta tener un stud.
"Todo jockey necesita de un stud para trabajar los caballos. Ese trabajo se refiere a hacer el 'vareo' todos los días. Así entré a uno de ellos como vareadora (en 1972) y conseguí un cuidador que aceptara mi trabajo como peona. Tuve que aprender esta tarea y hacerlo me costó varios golpes y caídas. Cada uno de ellos era para mí, volver a comenzar con más fuerza y aprender a dominar ese genio tan fuerte y tan tierno de los caballos. Son como los niños, con el maltrato no andan".
Como toda tarea en la que uno se inicia, los comienzos profesionales de Fanny Tobares fueron arduos. Pero ello no la amedrentó sino que la impulsó a continuar con mayor ahínco.
-¿Qué sucedió luego en el stud?
-Continué con esta tarea inicial del mundo turfístico hasta 1974, cuando corrí mi primera carrera. Fue una prueba muy dura. Era mi debut y con él se vieron realizados mis sueños. Recuerdo que fue un 3 de enero; entré última, pero era la satisfacción de haberme entreverado -como decimos en términos turfísticos- con el sexo ‘fuerte’, con mis compañeros, a quienes les costó aceptar que una mujer fuera jockey y adaptarse a esa nueva realidad.
-¿Cuáles fueron sus primeros triunfos?
-A los 15 días exactamente después del debut, tuve mi primera gran satisfacción en el turf: gané dos carreras haciendo doblete.
Gané con Persita, una zaina chiquita y muy frágil, con la que nos entendíamos muy bien. No le gustaba el látigo, gané sin pegar, y por 'bandera verde' (cuando dos caballos llegan juntos y se define carrera por línea de largada o ventaja mínima). Ese mismo día, un 26 de abril de 1974, gané otra carrera con Mala Larga, un alazán dócil, de ojos tiernos. Sabía que con él lo lograría, pues había que 'correrlo de atrás' (largar y quedarse en el 4° ó 5° puesto) y así conseguí el triunfo.
"Fue una gran satisfacción por mí y por el cuidador don José Anconetani, quien además de ser eficiente en su tarea es un ser humano maravilloso. A él le debía ese triunfo y le debo los posteriores; con él gané las seis carreras del Hipódromo de Mendoza (hasta ese momento).
Y por esas coincidencias del destino, a los 15 días gané exactamente la misma carrera, con los mismo caballos; esto es muy raro que se dé, pues es muy difícil de lograr. Estas son satisfacciones que no se olvidan".
-¿Cuáles fueron sus actividades luego del triunfo?
-Después de ellos tuve la oportunidad de un contrato en Chubut, donde iríamos con Susan Davis -jocketa brasileña-; ella tuvo inconvenientes y fui sola. Allí corrí el clásico ‘Coronel Jorge Fontana’, donde entré segunda pues me ganaron por medio cuerpo. Hice 7 carreras y gané una con la yegüita ‘Convincha’.
-¿Cómo se siente una jocketa?
-Al principio fue muy duro, porque los hombres no aceptaban mi profesión. Pero luego mi vi rodeada de comprensión y compañerismo. Actualmente, a pesar de esta linda situación con mis compañeros, tengo problemas por el hecho de ser mujer, con los propietarios de los caballos que no quieren dar sus montas a una mujer. De todos modos, me siento cómoda y contenta, pues me apasiona esta profesión.
-¿Cómo se siente al momento de iniciar una carrera?
-Desde el momento que pongo los pies en el hipódromo, es ya otra vida, otro aire… Comienzan los saludos, las caras sonrientes y todo lo que uno lleva de pena y de problemas, se olvidan allí adelante. Ya sea porque allí el riesgo es permanente o por otras razones, la gente cambia, es distinta y yo me siento una mujer distinta.
Llego al stud, le hablo a Don Nené porque se que me entienda, me pasa la lengua por la cara (en son de saludo -dice sonriente-) y luego hacemos el ‘vareo’. Arriba del caballos me siento segura y tranquila. No tengo miedo -agrega con absoluta seguridad-.
“Recuerdo -comenzó diciendo- que mientras practicaba en Buenos Aires donde debía permanecer dos semanas antes de viajar a Chubut, tuve en San Isidro una gran satisfacción. Se iban a tomar las pruebas definitivas para jocketas y en ese momento se acercó “el Maestro” Irineo Leguisamo, y me dijo: A ver, Mendoza (así me decían), ¿te animás a montar este caballo?’. Lo hice, y el resultado fue la proposición de debutar en Palermo.
“Para mí -agregó- fue algo muy grande, muy emotivo, pues debutar en Buenos Aires requiere tres años en la Escuela de Aprendices y yo sin ello, logré sin pensarlo, participar en San Isidro. El maestro me dijo palabras muy lindas y que recuerdo perfectamente: ‘consideramos que son una gran monta; a eso se debe que debuté con las jocketas de acá. Es un reconocimiento a tu capacidad”.
Y continuando con sus hermosas recuerdos, trajo al presente un hecho que sucedió en 1975 y que la llenó de orgullo por la lealtad de una colega extranjera. Comenzó diciendo que “se había organizado en Uruguay la Carrera Internacional de Jocketas, Susan Davis es muy querida en ese país y por intermedio de ella participé en este torneo internacional. Ella dijo: si no viene Fanny Tobares, que no se haga la carrera y así fue el representante a solicitar las cinco mejores jocketas del Hipódromo de Palermo y entre ellas fui yo. Allí le gané -por esas cosas del destino- a Susan, en ventaja mínima”.
La jocketa -una mujer que considera que su profesión es apasionante. Manifestó que llega su diario profesional desde sus comienzos. “Lo inicié cuando empecé a correr y lo he dedicado a mis sobrino. Allí vuelco mis alegrías y todas las vicisitudes que he pasado y que paso. Les cuento a mis sobrinos cómo ha sido todo desde los comienzo, lo dura que ha sido muy profesión, y el amor con que la desempeño; mis experiencia, mis sinsabores y alegrías”.
Nota publicada en Los Andes, domingo 3 de setiembre de 1978.
Florencia quebró una larga hegemonía
El destino, de la octava carrera del programa del 20 de marzo de 2016, le tenía reservada mucho más que una sorpresa al público que llegó hasta el Hipódromo de Mendoza. Porque arremetiendo desde el fondo, con Tensador Irónico, Florencia Giménez sumó su primera victoria como jocketa.
A cinco meses de su debut, la heredera de una larga tradición de familia, en su décima participación sobre la arena, quebró por dos cuerpos y medio una hegemonía masculina ejercida por poco más de 40 años. Además del Premio Obiando sobre 1200 metros, Florencia arribó en el segundo lugar con ‘Súper Cuyo’ en la 10 carrera, en el Especial Otoño, sobre 1.400 metros.
“Cuando estoy arriba de un caballo siento una adrenalina inexplicable, una conexión muy fuerte con el animal y me siento libre”, le había contado a Más Deportes en la previa a su debut competitivo.
“Siempre quise ser jockey, es un sueño que tengo desde niña. El turf es un ambiente muy machista pero no creo que exista otro deporte en el cual los hombres y las mujeres puedan competir de igual a igual. Los resultados están en la habilidad y en la destreza del jinete, más que en la fuerza”, sostiene la hija de jockey Rubén A. Giménez.
Florencia, que había comenzado a estudiar Veterinaria en la Universidad Maza, se entusiasma y abriga nuevos desafíos.