Para Adrián Daros, dueño de unas cabañas turísticas en Villa Paranacito, el futuro pinta muy oscuro luego de que su emprendimiento resultara inhabilitado por una de las mayores inundaciones que se recuerde en los últimos años en varias provincias argentinas.
Las cabañas de Daros están parcialmente cubiertas por el agua a raíz de incesantes lluvias de abril y recuperarlas ``llevará al menos un año'', dijo el propietario s. Daros es uno de los cientos de despojados de sus pertenencias en la localidad turística situada en la provincia de Entre Ríos, convertida en una pequeña Venecia en la que la que los vecinos circulan con lanchas.
A Villa Paranacito, a orillas del río homónimo y del río Paraná, únicamente se puede acceder en bote, ya que las vías terrestres están cortadas. Pese a ello la localidad sigue funcionando, ya que las actividades se han trasladado a la planta superior de las viviendas, escuelas, bancos y comercios cubiertos por un metro y medio de agua.
``El pasto tiene que crecer de nuevo, la humedad en las cabañas tarda mucho en desaparecer, hay que cambiar tablas, pisos... con mi familia vamos a ver hasta dónde aguantamos, si no vamos a tener que emigrar'', se lamentó Daros.
La maestra Natalia Sosa tiene que remar con fuerza para trasladarse a la escuela donde trabaja. ``Para los chicos que tienen agua en sus casas, el lugar de relación es la escuela. Les enseño: `hoy bajó un centímetro' y vienen al día siguiente y me dicen: `subió tres, se me cortó el dique y me tuve que mudar de casa''.
A las pérdidas sufridas por miles de evacuados en una decena de provincias del norte y noreste se suman los daños en las cosechas de granos y la muerte de vacas en pasturas anegadas.
Las lluvias provocadas por la corriente Del Niño han afectado importantes zonas productivas de Santa Fe, Entre Ríos, Santiago del Estero, Corrientes y Córdoba donde se cultiva soja, trigo y maíz y se cría ganado vacuno, que parecen grandes lagos. De las 13,6 hectáreas de la superficie total de Santa Fe, más de la mitad está bajo agua, según la Bolsa de Comercio de la ciudad de Rosario.
El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria estimó que en varias de las localidades inundadas se superó largamente los promedios históricos de lluvia para todo abril. Para algunos expertos, ha sido el cuarto mes del año más lluvioso desde 1970.
La soja es uno de los principales cultivos más perjudicados. La Sociedad Rural Argentina calcula que pérdidas de unos 1.200 millones de dólares por el malogre de 4 millones de toneladas de la oleaginosa de los 60 millones que habían sido estimados para la cosecha de este año.
Luis Miguel Etchevehere, titular de la entidad agropecuaria, dijo que el valor total de los daños se sabrá más adelante, cuando ``se levante la cosecha y se vea realmente su calidad''.
Según un informe de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, de los 20,7 millones de hectáreas de soja sembradas durante el ciclo 2015/16 apenas se ha cosechado 14%, lo que representa un 33% menos que en el mismo período del año pasado.
El ministerio de Agricultura indicó que la calidad de la oleaginosa se ha resentido ``por manchado y brotado de los granos'' y ``pudrición de vainas''.
Argentina es el primer exportador mundial de harina y aceite de soja y el primer productor mundial de biodiesel a partir del aceite extraído del grano.
En lo que se refiere al arroz, el ministerio de Agricultura indicó que a mediados de abril el área cosechada era de 78% cuando en la campaña anterior se había recolectado 92% para la misma fecha.
Por su parte, el ganado vacuno sufrirá una ``pérdida de peso y producción pero es muy difícil hacer ahora la estimación de pérdidas de cabezas'', dijo el experto Víctor Tonelli.
Tonelli indicó que ``recién paró de llover el martes y los ganaderos todavía no han podido entrar a los campos'' para evaluar los daños.
El Centro de la Industria Lechera calculó en tanto una pérdida de 15% en la producción tambera en abril respecto al mes anterior.
El gobierno destinará ayudas económicas a los damnificados. Asimismo prometió obras hidráulicas de las que -según los productores- hay un gran déficit producto de la ``desidia'' de varias décadas.