Los ingresos a la ciudad de San Rafael son, tanto para los lugareños como para los turistas, un dolor de cabeza, en especial durante los fines de semana. Con el crecimiento de la ciudad, el incremento del parque automotor y de la cantidad de visitantes que llegan en forma permanente al departamento sureño, las vías de acceso han colapsado, tornando caótico el transitar por ellas.
Uno de los más claros ejemplos de ello es el ingreso desde el sur, tanto por la Ruta Nacional 144, como por la 143 que confluyen en los dos puentes ubicados sobre los brazos del río Diamante. Largas colas y bocinazos que suceden a diario se multiplican durante los fines de semana, cuando el flujo de automóviles se multiplica ya que la gente elige ir a pasar el día a los distintos lugares turísticos como Valle Grande o El Nihuil.
La misma situación se repite en el acceso oeste, ya que la Ruta Nacional 143 -avenida Hipólito Yrigoyen- es casi la única arteria disponible para entrar a la ciudad para quien accede desde el norte provincial y que luego de pasar El Cristo opta por ir al centro sanrafaelino.
Allí los días feriados y fines de semana también se produce el cuello de botella, con filas de autos durante kilómetros, y a paso de hombre, que van o vuelven ya sea de los departamentos ubicados al norte, o de la Villa 25 de Mayo o Los Reyunos.
Por el este parece haber menos dificultad ya que hay dos posibilidades: una variante es acceder por la Ruta 146 -luego avenida Mitre-, o por la avenida Alberdi.
El acceso norte al departamento y a la ciudad continúa siendo sólo un proyecto, a pesar que periódicamente se retoma el compromiso de concretarlo.
De esta manera, desde distintos lugares se manifiesta a menudo la necesidad de contar con más pasos que comuniquen la ciudad con todos los puntos cardinales. Se repite, durante las campañas en épocas electorales, la urgencia sobre este tema.
Desde la Dirección de Turismo municipal, cuyo titular actual es Javier Muñoz, expresaron que es una queja casi permanente de los turistas, quienes llegan buscando tranquilidad. Para algunos prestadores del sector, es un inconveniente, pero que se buscan alternativas como evitar horas pico para el regreso de las excursiones.
Para los vecinos también es un inconveniente cotidiano. “Ir o volver del trabajo es un dolor de cabeza, en especial en la Balloffet y el tramo entre los dos puentes. Para los que vivimos en Cuadro Benegas o Rama Caída esto es cansador. Uno termina estresado de sólo trasladarse a cumplir con sus obligaciones”, señalaron Pablo y Eduardo, vecinos de Cuadro Benegas. “Ni pensar si hubiera una emergencia”, agregaron.
Una de las alternativas que hace años se propone desde diferentes entidades es habilitar el paso del puente Colorado sobre el río Diamante, para acceder a la zona de Cuadro Benegas sin tener que hacerlo por calle Balloffet. Otra es construir puentes en los badenes en Pobre Diablo para evitar que una crecida del río vuelva al lugar intransitable como ocurre habitualmente.
Las posibles alternativas a estas problemáticas son todas de vieja data, pero sin encontrar el eco para tornarse tangibles. El cruce por calle Los Filtros hacia Cuadro Benegas sobre el río Diamante, para acceder a la ruta 144, con la posibilidad de usar -adaptado- el puente del tren como opción, es una de ellas. También la vinculación por el zanjón Los Inquilinos de los distritos de Rama Caída y Cuadro Benegas, sin tener que hacerlo por la Ruta 143 muy transitada en forma permanente.
Otra materia pendiente es el acceso Norte cuyo proyecto prevé que la ruta vaya paralela al zanjón La Hedionda entre la Ruta Nacional 143 y el cruce conocido como la Vuelta de Rodrigo, en Cuadro Nacional -unos 40 kilómetros de ruta con ingresos a la ciudad en las calles Rawson, Adolfo Calle, Tirasso y La Intendencia-, que serviría además para desviar por fuera de la ciudad el tránsito entre el norte y el sur de la provincia, especialmente el de transporte de carga pesada.
El Diamante y sus dos puentes centenarios
En noviembre de 1906 se inauguraron los dos puentes sobre los brazos del río Diamante, en San Rafael. Fueron construidos por el gobierno de la Nación sobre el cauce para comunicar los poblados de la zona. El lugar elegido para la construcción fue la zona conocida como Isla del río Diamante ya que allí, al ensancharse, el río perdía fuerza y profundidad, por lo que resultaba más fácil la construcción.
Los dos puentes están separados por 575 metros de ancho a través de una isla; el del brazo derecho estaba compuesto de 15 tramos metálicos tipo Warren de 21 metros cada uno, y el del izquierdo de 10 tramos, con terraplenes de acceso, con un largo de 1.175 metros. La parte metálica fue provista por la Sociedad Harkort de Duisburg (Alemania). Los planos fueron realizados por el ingeniero J. Molina Civit, inspector General de Puentes y Caminos.