Los planteos surgen desde distintos sectores de la producción local y si bien este año tienen un contenido especial como consecuencia de la helada tardía que afectó a gran parte de los frutales de carozo, en el resto del espectro la causal es la misma: la falta de competitividad en los mercados externos como consecuencia de políticas económicas implementadas a nivel nacional, que mantuvieron durante los últimos cuatro años un dólar desfasado junto a una inflación interna creciente, lo que fue generando un cerco cada vez más estrecho a las posibilidades de exportación.
Los productores de duraznos han reclamado ayuda estatal como consecuencia de los daños producidos por la helada.
A la vez, la caída de la producción hace que en el juego de la oferta y la demanda aumenten los precios, por lo que el ex secretario de Comercio de la Nación, el inefable Guillermo Moreno, llamó a no comprar frutas de carozo mendocinas. Una situación similar se había planteado en su momento con el tomate y Moreno también llamó a no comprar el producto.
Lo que no dijo Moreno, ni antes ni ahora, es que los productores constituyen el eslabón más bajo en la cadena de producción y que gran parte del valor de los productos queda en manos de los intermediarios.
La helada de setiembre provocó una pérdida de 1.345 millones de pesos en el sector de la fruta de carozo. En el caso de los damascos, las pérdidas fueron casi totales y en los duraznos el daño promedio alcanzó al 70 por ciento.
No menos inquietante es el caso de la olivicultura. De acuerdo con un informe, corre peligro la sustentabilidad del negocio, tanto para la elaboración de aceite como para la de aceituna de mesa.
En este caso el problema surge de la caída de la competitividad en los mercados externos, ya que en la Unión Europea se mantienen los subsidios, los que se multiplican con el “subsidio social” que se aplica en el norte de África, donde se elabora parte de la producción de Europa.
Los problemas por los que atraviesa la industria vitivinícola tienen la misma raíz que la del olivo, como es la falta de competitividad que afectó duramente las exportaciones y que ha generado que, de un crecimiento de dos dígitos anuales durante dos décadas, se cayera a una meseta en los últimos cuatro años y que provocara que la situación afecte a las pequeñas bodegas.
También en este caso los más afectados son los productores en razón de que los empresarios deben hacer frente al aumento de los costos en los insumos (vidrio, corcho, cartón, etiquetas) y para mantener la competitividad mantienen el precio del vino. Ya han surgido reclamos de parte de los productores y las soluciones no aparecen, por el momento, fáciles de alcanzar.
Los ajos, la papa y las hortalizas en general, que también constituyen una parte importante de la producción mendocina, no quedan al margen de lo que está sucediendo y los planteos están a la orden del día.
Frente a ese panorama, surge la necesidad de que la clase política se aboque al estudio que permita establecer una verdadera política agrícola para la provincia, mientras paralelamente las autoridades del Ejecutivo planteen la situación con la seriedad y celeridad que el caso requiere ante sus pares nacionales, más aún cuando el nuevo ministro de Agricultura y Ganadería es un hombre del Interior que conoce los problemas de las economías regionales.