Facebook: la única verdad no es la realidad

No importa si los documentos reales sostienen que Yabrán se suicidó, que Obama nació en Hawai y es de religión protestante (y no un árabe musulmán) o que el hombre obviamente llegó a la Luna. Vivimos en la edad de oro de las teorías conspirativas y de las

Facebook: la única verdad no es la realidad

Por Leo Rearte - lrearte@losandes.com.ar

1. ¿Cómo sucedió? Sin que nadie lo previera, ni se lo tomaran en serio, finalmente un tipo como Trump apoyará sus nalgas en la silla presidencial más caliente del mundo.

Repito. Una persona a la que, sabiendo sus antecedentes, seguramente no lo dejarías al cuidado de tu hija o hijo durante un finde, a ese mismo tipo, millones de votantes de Estados Unidos le entregaron la llave del planeta. ¿Cómo llegamos a esto? ¿Por qué un desbocado que ofende a las minorías, degrada a las mujeres, no tiene experiencia ni conocimientos de estadista, de repente, es el hombre más poderoso de la aldea global?

Hay demasiada gente que cree que gran parte de la culpa la tiene Facebook (1). Tan duro fue el cuestionamiento a la red social, a su sistema de publicación de noticias y novedades, que el propio Mark Zuckerberg tuvo que salir a sacudirse del cuerpo las responsabilidades. En concreto, acusan a la gran F de incentivar la reproducción de noticias mentirosas. Señalan que gracias a ese mar de bolazos que se publicaron allí, los votantes se inclinaron por el candidato del jopo naranja imposible.

"El papa Francisco pone en shock al mundo: quiere que Donald Trump sea presidente"; "Wikileaks confirma que Hillary le vendió armas al Estado Islámico (ISIS)"; "Terminada: se filtraron mails de Hillary con el ISIS y es peor de lo que pensábamos". Estos títulos falaces, publicados en Facebook por páginas webs que se muestran como periodísticas, fueron de las más leídas y compartidas en los meses previos a la elección.

Provienen de sitios informativos supuestamente serios. La gente los lee en Facebook, a la par de otras noticias que sí son veraces. Y, por ello, se consumen como ciertas. Nadie las chequea; sólo bots y algoritmos. Ningún profesional las contrapone o las pone en duda. Encima, quien las publica, desde esas webs y blogs truchos, gana mucho dinero con la publicidad. Y logra, a la larga, su objetivo: en este caso, ayudar a revertir una elección. Una maquinaria perfecta de negocios, mentiras y “me gustas”.

2. El sitio BuzzFeed publicó que las 20 noticias falsas más leídas de Facebook, en los tres meses anteriores a las elecciones, provenientes de webs pseudoperiodísticas, generaron 8.711.000 interacciones, del tipo "me gusta" y/o comentarios en Facebook. Mientras que, por otro lado, las 20 noticias más compartidas provenientes de medios serios como The New York Times, Washington Post, Times, etcétera, generaron mucho menos: sólo 7.367.000 interacciones. Las piezas periodísticas serias, contrastadas y equilibradas causaron menos impacto que las engañosas. Facebook, dicen sus detractores, no combate la noticia falsa. La amplifica.

3. La tesis que anda en boga en las ciencias sociales es la siguiente:

En líneas generales, el ser humano siempre buscará el menor esfuerzo. Incluso, el menor esfuerzo intelectual. De tal manera que ante la sobre-información que propone Facebook (cientos de links y noticias que provienen de las más variadas fuentes, sin verificar la mayoría), el internauta prefiere quedarse con aquella data que se ajusta a sus ideas y creencias. Y descarta lo nuevo, lo que lo interpela, lo que pertenece a otra ideología.En definitiva, rechaza lo que le da más trabajo procesar o menos satisfacción. Ésta es la famosa burbuja de la que habla el sociólogo Zygmunt Baumann: la gente en Facebook sólo “charla” con aquellos que piensan igual. Círculos cerrados con miembros de la red que se soba el lomo entre sí.

Algo que incluso es facilitado por los algoritmos de la gran F: la página tiende a mostrar en tu “muro” contenidos que de alguna manera te agradarán, provenientes de gente que te agrada. Es el imperio del “me gusta” y del “me seguirá gustando”.

En ese sentido, un estudio publicado el año pasado por investigadores de la Escuela IMT de Estudios Avanzados Lucca, en Italia, del que The New York Times se hizo eco, descubrió que las redes cibernéticas homogéneas, como Facebook, ayudan a que las teorías conspirativas continúen y crezcan en línea. “Esto crea un ecosistema en el cual el valor real de la información no importa”, dijo Walter Quattrociocchi, uno de los autores del estudio al medio neoyorquino. “Todo lo que importa es si la información encaja en tu narrativa”.

Para muchos internautas, no es relevante si existe documentación que sostiene que Yabrán se suicidó, que Obama nació en Hawai y es de religión protestante (y no un árabe musulmán) o que el hombre obviamente pisó la Luna. Vivimos en la edad de oro de las teorías conspirativas y de las mentiras que crecen como un cáncer sobre estas burbujas de Facebook. En esta era, al parecer, la única verdad no es la realidad. En la era de las redes sociales omnipresentes la única verdad es lo que creemos que es real, y buscamos acomodar el mundo a ese relato.

Y con tanta sobre-información, seguramente encontraremos todo tipo de fábulas, cuentitos y sarasa para ir acomodándolas a gusto en esa estantería de creencias a medida.

4. En definitiva, ¿pudo Facebook haber sido el culpable de la victoria de Trump? Es una pregunta equivocada. En todo caso, me asusta más ésta: ¿cuál será la próxima criatura que inventaremos en la era de la post-verdad?

(1) Parte de la culpa la tendría Facebook, en todo caso, pero -por supuesto- razones del triunfo de Trump sobran. Empezando por el sistema de votación de los Estados Unidos, que permitió que ganara aquél que, en el conteo total, no fue el que obtuvo la mayoría de los votos. Y no escapa al análisis una situación sociopolítica insoslayable: hay que entender la frustración de millones de postergados en el país del norte que se habían ilusionado con Obama, y que con el paso de los años notó cómo su economía personal reptaba, mientras que la de las clases pudientes de los Estados de la costa se elevaba. Y no hay nada peor en el mundo, para un político, que un votante despechado.

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