Las denominadas “drogas sintéticas” irrumpieron en la sociedad hace más de 5 décadas. Aunque el primer hallazgo documentado en nuestra provincia ocurrió a fines de los ’90, cuando en el barrio Champagnat se hallaron 40 dosis de LSD. Esta y el éxtasis son las drogas de diseño que circulan con más asiduidad, sobre todo en la “high society” local debido a su alto costo.
“En los quiosquitos de una villa no se decomisa este tipo de estupefacientes porque básicamente no hay plata para comprarlos”, dicen policías que tienen la función de combatir el tráfico de sustancias prohibidas.
Pero, ¿qué son las drogas sintéticas? Son aquellas que, a diferencia de la marihuana o la cocaína, no se obtienen de una planta sino que se hacen en laboratorios a partir de complicados procesos químicos. Por lo que sus fabricantes, además de trabajar en la clandestinidad absoluta, manejan conocimientos que escapan a la mayoría de los “narcos” comunes.
Debido a esos “requisitos”, no hay de laboratorios en Mendoza. “Por lo general llegan desde La Plata”, dice a Los Andes el jefe de la división de Lucha Contra el Narcotráfico, Roberto Badrán.
Otra diferencia que hay entre las drogas convencionales y las sintéticas es que estas últimas llegan a la provincia para quedarse; no son un lugar de paso como sí mucha de la marihuana o cocaína que circula por nuestras rutas con el objetivo de llegar a Chile.
En la provincia hay un mercado consumidor, al que solo accede quien tiene la billetera "abultada".
El éxtasis se prepara en forma de pastilla y tiene formas redondas u ovaladas. Varían en su color (hay blancas, azules, rosas, amarillas, entre otras) y en el “sello” que les ponen en los laboratorios. “Usan tréboles, corazones, letras (como la “banda de Facebook”, que usaba la F). Eso hace que entre los consumidores circule de boca en boca “cuál pega más”, explica el jefe policial. Cada pastilla de éxtasis cuesta 300 pesos.
El LSD (conocido químicamente como ácido lisérgico) se trafica en troqueles que tiene la capacidad de absorberse. Cada lámina, depende de su tamaño, está compuesta por varias dosis que salen también unos 300 pesos. Por lo general van camufladas en láminas con motivos infantiles o estampillas.
Adulteradas
Algo que no escapa a las drogas de diseño es que muchas veces no llegan puras al consumidor sino que vienen cortadas, adulteradas. "A veces les colocamos el reactivo y se alcanza a ver apenas un leve color que indica que se está frente a una sustancia prohibida", afirma Badrán, que explica: "Si se ve bien el color y reacciona en el momento, la sustancia es pura. De lo contrario viene estirada, adulterada".
El problema en este caso es que como esa droga deja de ser la “convencional” y, por lo tanto la ilegal, hay que realizar una serie de tratativas para que el Rempre -Registro Nacional de Precursores Químicos- las declare ilegales. O sea, la lucha contra las drogas de diseño es un tema que se actualiza casi a diario, conforme avanzan los narcos.
Para los consumidores también es un problema: creen que están frente a una droga pura cuando en realidad no lo es. O sea, no saben qué toman y los peligros que eso conlleva. “La clave es conocer los efectos que puede producir este tipo de sustancias. Saber que a veces el chico consume porque lo hace un amigo", recomienda el comisario Acosta.
Éxtasis: para un día de boliche
“El consumidor de éxtasis ni siquiera toma alcohol”, desliza Badrán. “Es una droga de boliche, más social”, la define.
Para un ojo poco adiestrado, el éxtasis podría pasar desapercibido. Pero no para Badrán ni sus pares los comisarios Roberto Acosta y Víctor Ríos, con años de experiencia en la lucha contra el narcotráfico. “A veces hay turistas que traen entre sus pertenencias las pastillas, que por su tamaño son fáciles de ocultar”, acuerdan. Se ha hallado éxtasis en poder de estadounidenses, holandeses y de otros turistas europeos.
También se han encontrado -mediante tareas de investigación- encomiendas con la pastillita ilegal. “Una vez llegó a Mendoza un envío de mermelada. Cada frasco adentro tenía el dulce y un profiláctico en el que estaban ocultas las dosis”, recuerda Badrán.
El éxtasis se toma generalmente con agua y tarda cerca de un hora en hacer efecto y seis en perderlo. Durante ese lapso produce una sensación de euforia. “La toman para divertirse”, dicen.
LSD: la droga de los "viajes"
Los consumidores de LDS lo toman estando solos o con un reducido grupo de “veedores”. Es que como produce severas alucinaciones, quien la consume necesita de alguien que lo cuide.
Hay “viajes buenos” y “malos”. En los primeros, quienes lo toman experimentan una sensación placentera; en cambio en el segundo se corre peligro.
Pueden llegar a sentir que tienen bichos que les comen el cuerpo o que están frente a un severo peligro por lo que si no tienen un cuidador pueden llegar a dañarse.
El LSD se trafica en planchas troqueladas que luego se dividen (como si fuera un rompecabezas, solo que con todas piezas cuadradas) y se vende por dosis. Como la plancha está hecha con un papel absorbente, la dosis se coloca en la lengua, los ojos o los genitales para que llegue al torrente sanguíneo.
“El LSD además produce un efecto flash: el consumidor puede experimentar uno o dos años después el mismo trance por el que pasó cuando lo consumió”, dijo Acosta.
La "potente" bomba
El año pasado se encontraron 25 dosis de C-Boom, una droga que se trafica igual que el LSD, es decir en troqueles, pero es altamente más peligrosa que ese estupefaciente.
El secuestro se hizo en San Rafael donde se encontró una encomienda que había salido de General Alvear. Desde hace unos años, en Chile la “bomba” es muy consumida.