En 2017, el déficit comercial ascendió a casi US$ 8,5 mil millones, en un contexto de estancamiento exportador, crecimiento de la actividad económica y apreciación del tipo de cambio real multilateral.
La cuenta corriente registró un saldo negativo de casi US$ 30,8 mil millones. Con el foco en 2018, surge el interrogante acerca de la viabilidad del sendero del resultado comercial y del balance de pagos.
Estancamiento exportador
En 2017 las cantidades exportadas se ubicaron casi en el mismo nivel que en 2005. Ello responde a múltiples factores, entre los cuales se pueden destacar algunos.
Primero, el conjunto de políticas con sesgo antiexportador de la administración anterior (hasta 2015) restó dinamismo a la oferta exportadora, en particular del sector agroindustrial, cuya adaptación al nuevo marco se encuentra aún en curso.
Segundo, el desempeño macroeconómico de Brasil (principal destino de exportaciones totales y de las industriales) actuó como una limitante.
Tercero, la apreciación real del peso ha erosionado la producción de bienes transables.
En 2017, las exportaciones agroindustriales cayeron por las menores ventas de los dos principales complejos exportadores: oleaginoso y cerealero.
Por un lado, en la campaña 2016/17 cayó la superficie sembrada de soja. Por otro lado, si bien se incrementaron la siembra y producción de cereales, la suba en las exportaciones de trigo fue compensada por la caída de los envíos de maíz.
La desacumulación de stocks de maíz desde principios de 2016 elevó la base de comparación. En dirección inversa, en 2017 crecieron las exportaciones de manufacturas industriales, impulsadas por los vehículos automotores, metales comunes y sus manufacturas y piedras y metales preciosos.
Recuperación de las importaciones
Además de los precios relativos, las cantidades importadas dependen del ciclo económico: con la expansión del PBI en 2017, se recuperaron todos los usos económicos: destinados a inversión (bienes de capital, piezas y accesorios para bienes de capital), insumos para la industria en recuperación (bienes intermedios) y bienes de consumo y vehículos automotores de pasajeros.
El déficit comercial con los dos principales socios —Brasil y China— se incrementó en 2017 por el dinamismo de las importaciones, que conjuntamente representaron 45% de las compras externas.
La elasticidad del ingreso de importaciones, definida como el cociente entre la variación de las cantidades importadas y el PBI, se ubicó en torno a 5 el año pasado.
El déficit comercial en 2017 fue récord medido en dólares corrientes. Hay que remontarse a 1994 para encontrar un déficit mayor con relación al PBI (2,4% en comparación con 1,4% en 2017).
Ello señala la exigente demanda de divisas de la economía argentina y surge la pregunta acerca de la viabilidad de ese sendero.
Sería equivocada una lectura que ponga un énfasis exclusivo en el frente comercial como determinante del desequilibrio de la cuenta corriente.