La vida de Álvaro Borrás (53) está marcada por las idas y vueltas. A través de los años se ha trasladado alternativamente a Perú, Brasil y distintas ciudades de Argentina hasta desembarcar finalmente en México, donde trabaja en una importante empresa canadiense. Formado como agrimensor, se especializó en la definición de trazas de ductos (tuberías).
Si bien nació en Córdoba, a los 7 años se trasladó con su familia a Mendoza. “En Córdoba la familia tenía una tienda llamada ‘A la Ciudad de Buenos Aires’ pero, como cerró, viajamos a Mendoza. Mi mamá había heredado unas fincas de mi abuelo”, comenzó a contar.
En la provincia cursó la primaria en el San Luis Gonzaga y en la Arístides Villanueva y la secundaria en el ICEI. Después continuó sus estudios universitarios en la Universidad Juan Agustín Maza.
“Todos estudiamos con la ilusión de poder contribuir a la grandeza de nuestro país. Después de un tiempo, la realidad me fue golpeando y me encontré que los sueños eran muy distintos al día a día”, escribió desde Los Mochis, ciudad ubicada al noroeste de México, muy conocida por su actividad agrícola.
Una vez recibido, Álvaro se casó y tuvo mellizos varones y una hija. “Cada día la cosa se fue complicando más y en un momento tuve que tomar la decisión de empezar a trabajar en obras lejos de casa. En un principio acá en el país”, relató.
En ese período fue empleado de Olmatic y Techint. “En esta última empresa aprendí gran parte de lo que hoy es mi formación profesional. Me especialicé en la definición de trazas y poco a poco fui aprendiendo las distintas fases de trabajo que se dan en las obras de ductos”, recordó.
Pero más tarde los vaivenes del país lo llevaron a trasladarse a una obra en Perú. “Fui con Techint al gasoducto Camisea. Una obra con muchas y diferentes características: costa, cordillera y selva. Una tubería que nace en el corazón del Amazonas peruano, atraviesa una cordillera en la que llegamos a los 4.800 msnm para llegar a la tranquilidad de la costa”, describió.
Tiempo después volvió a la Argentina y se desempeñó dos años en Buenos Aires. “Pero como los ciclos del país se repiten, la empresa me mandó a Brasil a un proyecto de construcción de un mineroducto”, explicó. A los tres meses solicitó regresar al país y se prometió a sí mismo que no volvería a trabajar fuera de Mendoza.
En ese entonces se empleó en la prospección petrolera en una empresa argentina, pero cuando la actividad se paralizó volvió a los ductos en el extranjero.
“Estuve un año trabajando en las afueras de Sao Paulo y viviendo en Santo André. Fue una muy buena experiencia. En mi balance personal creo que fue muy positivo”, destacó este mendocino por adopción. Cuando volvió al país se estableció en Córdoba y en Santa Fe.
Destino México
En 2013 problemas personales lo hicieron cambiar el horizonte y lo llevaron a México, donde se encuentra actualmente. "Me contrataron de una empresa canadiense muy importante llamada TransCanada", señaló y contó que la firma es una transportadora de gas muy importante en su país de origen y en Estados Unidos.
“Esta vez pasé del otro lado del mostrador; siempre trabajé para empresas que construían ductos. En esta oportunidad tengo que controlar que la obra se haga conforme a ingeniería y procedimientos. Los objetivos más importantes son la seguridad y la calidad”, detalló.
Si bien en un primer momento se instaló en San Juan del Río, donde la empresa tiene oficinas, poco tiempo después se trasladó a Chihuahua para empezar el proyecto. “Después de un año de comenzados los trabajos me trasladaron a Los Mochis, donde resido actualmente”, precisó.
En lo profesional, para Álvaro esta experiencia ha significado una oportunidad maravillosa. “Siento que me ha ido muy bien, la empresa me abrió las puertas a un montón de oportunidades que hasta ese momento no había tenido. Veo muchos desafíos por delante y espero poder aprovecharlos y realizarlos”, recalcó. Su puesto actual es de Jefe de Inspección.
"Estamos construyendo un gasoducto de 550 kilómetros aproximadamente. Tengo a cargo un plantel de 2 asistentes y 18 inspectores con el que conformamos el equipo para controlar casi la mitad de la obra”, describió.
En ese país su rutina es variada ya que va intercalando entre las actividades administrativas de oficina y las operativas de campo. “Inicio el día a las 6 y se termina a las 18. En ese trajín vemos los trabajos de campo e interactuamos con los responsables de la empresa que construye. Por momentos la relación es áspera, pero tratamos que nunca se pierda la cordialidad”, aseguró.
Aunque por el momento no está en sus planes volver, recuerda con mucho cariño a Mendoza. “Extraño mucho a mis hijos, Eugenio, Santiago (mellizos) y a María Guadalupe, mi princesa. También a mis amigos, a mi mamá y a mis hermanos”, destacó. Pero cada vez que puede vuelve para compartir un buen asado con vino y hablar de la vida con sus seres queridos.
Para él, México es un país muy subestimado por los argentinos. “No tomamos correcta dimensión de lo que es -aseveró-. La gente me ha recibido muy bien y me he sentido cómodo. De a poco me he ido habituando a sus costumbres, sus comidas y su forma de ver las cosas”, añadió.