Las expectativas económicas desmejoran

La actividad económica es un complejo proceso social. Las decisiones importantes para el funcionamiento de la economía se toman en función de lo que se espera que vaya a suceder.

Las expectativas económicas desmejoran

Las expectativas  de los agentes económicos -empresarios, consumidores, inversores- son el sustento de la toma de decisiones en el proceso económico. Lo que cada uno de ellos estima que va ocurrir en el futuro, cercano o lejano, induce lo que se hace en materia de producción, consumo, inversión. Las decisiones importantes para el funcionamiento de la economía se adoptan en función de lo se espera que vaya a suceder, sea que esa estimación se base en la repetición del pasado inmediato o en un cambio que modifique el rumbo del acontecer económico.

Ese proceso complejo y sensible relaciona a todos lo sujetos de la economía, chicos o grandes, porque las decisiones se adoptan en la constante interacción entre seres humanos y son la causa de lo ocurrirá en el futuro cercano o lejano. La actividad económica es un proceso social, infinitamente complejo, de interrelaciones entre individuos, instituciones, grupos y la acción del gobierno.

Las expectativas económicas, como el pronóstico del tiempo, tienen una base objetiva de análisis y una parte, no menos importante, subjetiva (pálpito le llamamos). Lo que no es pertinente es pensar y creer que la economía funciona como un aparato mecánico; por el contrario, es una organización humana, con todo lo que eso significa.

Esta disquisición “teórica” es necesaria en un país donde están instaladas, de forma casi incomprensible, las interpretaciones conspirativas o mágicas del funcionamiento de la sociedad. Vayamos a la realidad de cada día, y simplificando groseramente, cuando la mayor parte de la sociedad piensa que las cosas van a mejorar toma decisiones de una manera y cuando piensa que van a empeorar, toma otras distintas.

Por cierto los resultados son diferentes. Así, a comienzos de este año, luego de un importante salto devaluatorio, de medidas monetarias tendientes a reducir la inflación, de un cierto clima político más favorable a corregir los profundos desequilibrios de la economía, las expectativas mejoraron. El clima de negocios, como se dice, tendió a modificar su sensación negativa. Ese cambio se reforzó cuando el gobierno anunció el nuevo índice de precios al consumidor de enero y febrero, notablemente coincidente con la medición de instituciones privadas, que se traduce en el denominado Índice Congreso de inflación.

El anuncio de la reducción de los subsidios a las tarifas de gas, agua y luz, especialmente en el Área Metropolitana de Buenos Aires, la más beneficiada, fue recibida como la posibilidad de reducir el gasto público. En otras palabras, los agentes económicos percibían y esperaban un mayor grado de racionalidad en la política económica que permitiera transitar hacia 2015 en mejores condiciones y sin el riesgo de una crisis grave.

Lamentablemente, camino a finalizar el primer cuatrimestre del año las expectativas han comenzado a oscurecerse; vuelve cierto desaliento, tanto en sectores empresarios como en los propios consumidores. La enumeración de las causas son variadas y de distinto tipo (económicas, políticas, jurídicas) pero se pueden resumir en un concepto clave: el Gobierno nacional no está dispuesto a modificar la política fiscal, asentada en un creciente gasto público, que debe financiarse echando mano a la emisión monetaria y a cualquier “caja” que haya a mano y tenga fondos. Así los sectores exportadores perciben que la ganancia del tipo de cambio de enero se ha ido diluyendo en tres meses y muchos de ellos están iguales que antes.

La inflación en lugar se ser detenida se ha acelerado, reconocida en enero y febrero por el nuevo índice de precios del Indec,  pero nuevamente maquillado en marzo. Las paritarias con aumentos de salarios del orden del 30% crean por un tiempo breve la “ilusión monetaria” de una mejora, que termina a la hora de hacer las compras y advertir que fue sólo una ilusión.

En resumen, comienza a instalarse en las expectativas de los agentes económicos la idea de que el propósito del Gobierno nacional es llegar al final del mandato sin que se produzca una situación extremadamente grave, pero también sin solucionar ninguno de los desequilibrios de fondo de la economía. Algo así como lo que dice el lenguaje común “patear la pelota hacia delante”; que los problemas los arregle el que venga, si puede.

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