La pregunta dejó un instante de duda. ¿Cómo se le dice a una boy band que ya es vieja?". Y claro que el interrogante no es casual. Aquellos adolescentes que dominaron el mundo del pop a fines de los '90 volvieron a ser noticia.
No por escándalos ni rumores de separación. Tampoco por una gira de grandes éxitos o una revisión nostálgica de su catálogo. No señores, esta vez volvió a ser por canciones nuevas, relucientes. Los Backstreet Boys volvieron a lanzar un disco luego de seis años y por primera vez desde 2000 llegaron al puesto número uno del ranking Billboard 200, que mide las ventas y descargas de toda la música editada en Estados Unidos.
El pasado 25 de enero, el grupo hizo público su noveno álbum de estudio, DNA. Desde su título, el disco pretendió ser una declaración de principios en relación al momento de la banda. DNA no es otra cosa que la versión inglesa de las siglas ADN, el ácido desoxirribonucleico, principal constituyente del material genético de los seres vivos. Y mucho de ese concepto puede verse reflejado en las 12 canciones que integran la placa, una suerte de regreso a las bases por parte del proyecto.
De entrada, Don't Go Breaking My Heart es una puerta abierta a la calidad de estribillos que el quinteto formado en Orlando supo conseguir en el último cambio de siglo. El primer corte lanzado en mayo de 2018 suena contemporáneo, con los rasgos propios del pop de esta época (sintetizadores, base electrónica, voces de tradición negra y un groove heredado de Michael Jackson).
Ese perfil que atraviesa al mainstream musical del presente, ligado a artistas tan diversos como The Weeknd o The Chainsmokers, es apenas un esbozo de lo que se puede encontrar en el resto del álbum. New Love o Passionate recrean con pulcritud el nervio del funk, No Place o Just Like You Like It se acercan al sonido country que rankea al tope de las listas de ventas en Estados Unidos, Breathe recupera el espíritu de quinteto vocal de los inicios del proyecto. Y así sucesivamente.
Como puede suponerse, este grupo de cuarentones, casados y con hijos, ya no es la novedad que supo representar hace un par de décadas. Sin embargo, las canciones de DNA avivan los recuerdos de melodías imborrables y coreografías bailadas de memoria. Puede que el sonido sea otro, que los cuerpos estén gastados y que las modas ya no sean las que fueron. Pero aquellas voces siguen funcionando en conjunto y son el arma letal con la que el grupo ha construido este regreso triunfal.
Por la velocidad y la vorágine de la industria cultural de nuestro tiempo, es probable que este éxito renovado de los Backstreet Boys sea olvidado en pocas semanas. Seguramente aparezcan varios lanzamientos que renueven la atención y las expectativas, hasta volver a caer en la trampa de la inmediatez. Porque, claro, DNA tampoco es un trabajo revolucionario.
De todos modos, quienes intenten ver de qué se trata este nuevo lanzamiento podrán comprobar que, lejos del óxido y la nostalgia de una carrera que ya tiene más años de indiferencia que de suceso mundial, los Backstreet Boys han recuperado ese hambre que alguna vez los supo llevar a la cima. Y esta vez no es sólo nostalgia o refugio en el pasado. No por nada la banda está lista para encarar, desde mayo, su mayor gira en 18 años.