En su lecho de muerte en París en 1849, Frederic Chopin susurró un deseo que se volvió leyenda: Quítenme el corazón después de que muera y sepúltenlo en Polonia. Quería que el símbolo de su alma descansara en la tierra natal, por la que suspiraba desde que se exilió en Francia.
Desde entonces, el cuerpo del compositor descansa en paz en el famoso cementerio Pere Lachaise de la capital francesa, mientras que su corazón ha soportado una travesía salvaje de intriga y adulación.
Primero fue sellado en un envase con licor que al parecer era coñac. Luego llegó de contrabando a Varsovia pasando por guardias fronterizos rusos. Una vez en su pueblo natal, el corazón de Chopin pasó por las manos de varios familiares antes de ser enclaustrado en un pilar de la Iglesia de la Santa Cruz.
Durante la Segunda Guerra Mundial, cayó brevemente en manos de los nazis. El órgano ha sido exhumado varias veces, más recientemente en una operación secreta para asegurarse de que el tejido se mantiene bien preservado.
El corazón de Chopin inspira una profunda fascinación en Polonia normalmente reservada para las figuras de santos. Para los polacos, las composiciones nostálgicas de Chopin capturan el espíritu nacional y creen que el destino del corazón está entrelazado con las grandes agonías y triunfos de la nación durante casi dos siglos de ocupación extranjera, guerras y liberación.
"Este es un objeto muy emotivo para los polacos", dijo Michal Witt, un experto en genética que participó en la inspección del corazón. Chopin es "extremadamente especial para el alma polaca".
Los expertos en Chopin han querido realizar pruebas genéticas para determinar si el genio murió a los 39 años por tuberculosis, como se cree, o de alguna otra enfermedad. Sin embargo, estaban frustrados. La iglesia y gobierno polacos, los custodios del corazón, se negaron durante años a realizar cualquier prueba invasiva, en parte por la negativa de un familiar distante del compositor que aún vive.
Sin embargo, este año dieron finalmente su consentimiento a una inspección superficial después de que científicos forenses encendieran las alarmas de que después de tantos años el alcohol podría evaporase, dejando el corazón seco y ennegrecido.
El 14 de abril, cerca de la medianoche, sólo 13 personas reunidas en la Iglesia de la Santa Cruz juraron guardar el secreto. Con un dejo de misterio en el aire, trabajando en total concentración y susurrando, retiraron el corazón y lo inspeccionaron, le tomaron más de 1.000 fotografías y agregaron cera caliente al sello del jarrón para evitar la evaporación. El arzobispo de Varsovia rezó frente al corazón y éste fue devuelto a su lugar.
A la mañana siguiente, los fieles llegaron a la iglesia sin tener idea de la exhumación.