El indigenismo tiene vinculaciones con otros fenómenos políticos, sociales y culturales, como las diversas organizaciones que se erigen en defensoras de los derechos humanos, las autodenominadas ambientalistas y en general las múltiples entidades ideológicas de izquierda.
Cabría hacerse una pregunta esencial: ¿Hay en Argentina un problema indígena, un problema con el trato a los indígenas, sean auténticos o autodenominados? La respuesta es no. ¿Hay un problema con los indigenistas, esto es con los que han hecho del presunto problema indígena un problema político, de lucha por el poder y las tierras? En este caso la respuesta es sí.
A la respuesta a la primera pregunta la avalan las normas de más altos rango del país desde el Reglamento de 1813, sobre los esclavos y la igualdad ante la ley. Estos principios quedaron grabados a fuego en los artículos 15 y 16 de la CN de 1853. El primero afirma que en la Argentina no hay esclavos. Los pocos que existían en ese momento quedaron libres y una ley especial regula las indemnizaciones a que dé lugar esta declaración.
El segundo más contundente dice: "La Nación Argentina no admite prerrogativas de sangre ni de nacimiento: No hay en ella fueros personales ni títulos de nobleza. Todos los habitantes son iguales ante la ley y admisibles en los empleos sin otra condición que la idoneidad. La igualdad es la base del impuesto y de la cargas públicas".
El funcionamiento de la sociedad consolidó con los años este criterio, en nuestro largo proceso de mestizaje, de mezcla de razas que se dio desde los inicios de la conquista española.
Españoles e indígenas dieron origen al criollo y, luego de las grandes migraciones de origen europeo, la mezcla siguió adelante. Hoy, salvo reducidas comunidades, es difícil encontrar personas que no son resultado de distintos orígenes. Argentina es un crisol de razas.
Se preguntará si hubo racismo, desprecio por el nativo o por alguna comunidad de otro origen. Sí los hubo, pero reducido a personas en particular y algunos grupúsculos de recalcitrantes posiciones nacionalistas y xenófobas, cada vez menos importantes. Los propósitos de los gobiernos a lo largo de dos siglos fueron consolidar la unidad nacional sin distinción de razas ni religiones; la argentinidad fue el norte.
Respecto de la segunda pregunta, la referente al indigenismo, hay sobrados argumentos y pruebas de que ello es así. El historiador Claudio Chávez resume bien una de las aristas de este tema. Dice: "Ya no existe una etnia indígena pura. No la hay porque no forman parte de nuestras culturas".
Prosigue: "La idea de los pueblos originarios, planteados en estos términos, surgió a partir de la caída del muro de Berlín. Mientras existía la ideología comunista como una alternativa, los sujetos de la historia eran los de la clase obrera. Desde entonces aparecen los pueblos originarios como reivindicadores de la justicia social".
Sobre este asunto son reveladoras las propias declaraciones de quienes han encarado la lucha política contra el capitalismo, la oligarquía, las empresas, especialmente las extranjeras, la ocupación de tierras. Similares expresiones pueden leerse en intelectuales e investigadores sociales que apoyan esas acciones.
Una investigadora del Conicet expresa: "Hablar de un mapuche chileno y de un tehuelche argentino es una aberración científica. Tiene por finalidad desoír los reclamos territoriales de los pueblos nativos para proteger a los terratenientes extranjeros". Adviértase que se trata de reclamos territoriales, no de tierras. Territorio y autonomía son el centro de la cuestión.
