Excesos

Parangonando los excesos de los períodos menemista y kirchnerista, el columnista opina que, aun antagónicos, son dos fenómenos demasiado parecidos. Y que igual que Menem, Cristina caerá en el olvido.

Excesos

Por Julio Bárbaro - Periodista. Ensayista. Ex diputado nacional.Especial para Los Andes

La dictadura fue genocida. En su demencia por eliminar a la guerrilla terminó para siempre con las Fuerzas Armadas y devolvió a la guerrilla una dignidad que merecía por sus héroes pero jamás por su estrategia ni mucho menos por la mediocridad de su impresentable conducción. Un exceso terminó definiendo el final del poderoso y la exaltación de la víctima; para odiar se suele necesitar más talento que para amar.

Sólo el cachivache de la ley de medios podía terminar degradando al mismo gobierno que la inventó. Demasiados micrófonos oficialistas entregaron un enorme poder a los pocos opositores. Así, el decadente kirchnerismo convirtió a Radio Mitre en dueña de más de la mitad de la audiencia y, a Jorge Lanata, en el definidor de resultados electorales.

Con Menem y Cavallo pasó, en otra dimensión muy inferior de lo humano, algo parecido. Primero todos participaron de la destrucción del Estado impulsada por la caída del Muro de Berlín.

Si ya no hay comunismo que amenace podemos hacer capitalismo que desguace. Los muy animales destruyeron hasta el Ferrocarril, estupidez que no tiene parangón en el resto de la humanidad. Participaron con los Kirchner en muchas agachadas, siendo la más visible la privatización de YPF.

Estos imbéciles imaginaban que con sólo privatizar se salvaban ellos por la coima que recibían y salvaban al país por el gasto que le evitaban. Terminaron dejando en manos de los Kirchner el espacio para estatizar y llenar al Estado de empleados, dilapidar el dinero de todos.

Pero cuidado, hubo viento de cola. Pero si ese viento hubiera impulsado el barrilete de algunos liberales fundamentalistas, terminaba en manos de las empresas. En eso Kirchner fue pícaro: una parte para los amigos y la otra para el partido que vamos a formar. Pero fue más generoso con su patrimonio y el de miles de seguidores que lo que hubiera sido cualquier vende patria de conocida convicción economicista. Tan mal no les fue, salvo que después su heredera convirtió sus logros en derrota y su memoria, en pasajera.

Macri es mucho más democrático que los Kirchner, pero también más liberal. Su mirada está en el Estado pero con acento en lo privado. Los Kirchner eran la corrupción con cierta visión socialista a favor de quien se quisiera adherir al “modelo”. Es muy probable que Macri y sus gerentes le erren fiero al primer tiempo de su gobierno. El mercado es necesario siempre y cuando se lo vigile en su ambición. Si del Estado de los Kirchner pasamos al Mercado de los Macri, vamos con riesgo de un nuevo fracaso.

El socialismo no es ya una propuesta vigente en la humanidad. Queda la opción de una mesurada socialdemocracia, algo bastante parecido al peronismo. El mantenimiento de la vitalidad del capital privado con las limitaciones que debe imponer un Estado eficiente. El Estado kirchnerista sólo perseguía a los capitalistas que opinaban distinto; con los demás se asociaba.

El liberalismo de Cavallo destruyó tanto nuestra economía que nos dejó dependientes de empresas extranjeras, especialmente españolas, que se llevan la mayor parte de lo que nuestro esfuerzo logra generar. Lo imbécil de imaginar que el mercado organiza a las sociedades es tan absurdo como cuando los kirchneristas imaginaban que, a mayor burocracia, había mayor justicia social.

Los enemigos del ciudadano son dos: el Estado autoritario y burocrático y lo privado en pocas manos y sin control de nadie. Cavallo con Menem destruyeron la industria convirtiendo todo en filiales de empresas extranjeras. Yo sé que no les gusta, pero cuando salimos del uno a uno y pasamos al tres a uno y las empresas no se fundieron, quedó claro de sobra que nos estaban saqueando. Las telefónicas, por ejemplo, venden humo y se llevan el sudor de media sociedad. Esa estúpida idea de que para ser modernos hay que ser dependientes es tan ridícula como la de los tontos que imaginan que con Cristina dejamos de ser colonia. Nunca lo fuimos tanto y con tanta mansedumbre como con los Kirchner. Nunca supe si el señor embajador argentino en España trabajaba para nosotros o era un simple empleado de su majestad el rey.

Hoy ser de izquierda o de derecha marca cómo nos paramos en relación con la libertad y con la concentración del poder. Y cuidado, dicha concentración puede darse tanto en el Estado como en lo privado. La invasión de los supermercados es un reflejo de la concentración del Estado. En medio de esos dos grandes hermanos, los hombres terminamos convertidos en simples insectos.

Estamos saliendo de la ineficiencia de la burocracia; Scioli es, sin duda, un ejemplo palmario de alguien que nada deja que valga la pena en el espacio donde le tocó gobernar. Macri expresa la eficiencia, con todos los detalles que le quieran agregar, de provincia rica e impuestos altos, pero hay obra y, sin duda, una voluntad transformadora. Scioli hereda de los Kirchner el cuento de la revolución y los derechos humanos en versión falsificada y con todos los valores alterados. Se dicen peronistas y odian a Perón; reiteran el verso de los derechos humanos cuando en la difícil no se hicieron cargo ni siquiera de mencionarlos. Lo peor de todo, se hacen ricos con el cuento de estar ayudando a los pobres.

Personalmente siento el orgullo de haber acertado; digo hace tiempo que el ciclo del kirchnerismo está terminado. Fue una enfermedad del poder que se acaba con la ida de la misma Presidenta. Y no creo que ella tenga, después de su salida, más vigencia que el mismo Menem. Son fenómenos demasiado parecidos, salvo que Menem fue menos perverso y pretencioso. En lo demás, simple enfermedad de autoritarismos desquiciados. Y todo jefe autoritario que se imagina infalible cierra su ciclo cuando conduce a sus seguidores a la derrota. Cristina volverá pronto al olvido.

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