De la etapa de la Mendoza molinera (1561-1861) han quedado escasos ejemplos. Hacia 1846 existían, tan sólo en la ciudad de Mendoza, 25 molinos hidráulicos, de los cuales no perduró ninguno. El terremoto de 1861 destruyó estas importantes y altas construcciones en adobones, sin arriostramientos o encadenados horizontales, que ayudaran a sostenerlas en pie frente a un sismo de tanta magnitud.
Uno de estos pocos ejemplos que sobrevivieron fue el antiguo molino hidráulico de la familia Solanilla-Estrella en el distrito de Carrodilla, Luján de Cuyo, construido en 1855, poco tiempo antes del movimiento telúrico y que, como todos los molinos hidráulicos de la época, eran activados por el salto de agua provocado en el propio curso de una acequia o canal, la cual ya vemos identificada en los planos territoriales de Mendoza de 1761 y 1802 (N. de la R: ver "Mendoza, aquella ciudad de barro", Conicet 2008, del autor de esta nota).
Lo que hace valiosa a esta obra industrial, desde el punto de vista patrimonial, no es el galpón de adobe que lo contiene, más o menos viejo, sino el sistema hidráulico puesto en juego con ingenio y originalidad. Está conformado por una acequia antiquísima de 1761, que todavía trae agua, como lo hacía en el siglo XVIII, conocida como "Acequia Estrella" y por una serie de obras complementarias, que le permitieron funcionar como un sistema tecnológico, siglos antes de la aparición de la máquina de vapor, innovación industrial que nunca llegó a Mendoza, salvo con el ferrocarril y sus locomotoras.
Nosotros pasamos de los molinos hidráulicos a las turbinas hidráulicas, también accionadas por acequias, que se usaron en las primeras bodegas de fines del siglo XIX. Esto fue antes de la aparición de la energía eléctrica actual, obviamente. Por ello, todo este proceso protoindustrial hace que el ex Molino Solanilla-Estrella sea un testimonio cultural único, digno de rescatar y poner en valor.
Los molinos hidráulicos pre-terremoto en Mendoza constituyen el prototipo industrial inmediato de las bodegas mendocinas. Casi todos los establecimientos vitivinícolas importantes de Mendoza se instalaron en los mismos solares donde antes (hasta el terremoto) habían funcionado molinos hidráulicos. El solar de los Solanilla-Estrella no fue la excepción. A su costado se instaló la que conocimos como bodega Mauricio (1906), actualmente propiedad de la familia Colombi.
Por su antigüedad, la construcción es de adobones de importantes dimensiones, sin las ochavas que aparecerán hacia fines del siglo XIX y de una y dos plantas y un galpón de importante altura, como eran los molinos harineros de la Mendoza pre terremoto.
Obvio que el molino Solanilla-Estrella no estaba en funcionamiento porque ya no vendíamos harina al resto de la república como en la Mendoza anterior al gran sismo. Ese negocio dejó de ser rentable hacia fines del siglo XIX cuando la pampa húmeda, sitio ideal para el cultivo de trigo y maíz, se liberó de los ataques de los malones indígenas y de los avances del ganado cimarrón y, sobre todo, apareció el alambrado.
El relato vendimial vitivinícola ignoró a esta previa Mendoza molinera. No recuerdo nunca haber escuchado, ni en la Fiesta de la Vendimia ni en los relatos del carrusel vendimial de marzo, recordar esta parte del pasado mendocino. Aunque irónicamente, la familia Solanilla Estrella, dueña de este molino, fue la misma que trajo de España la imagen de la Virgen de la Carrosilla hoy conocida como Virgen de la Carrodilla, patrona de los viñedos mendocinos.
Debilidad y fortaleza
En 2010, la Comisión Provincial de Patrimonio presidida, en ese momento, por Liliana Girini, avaló su declaratoria como: "Bien patrimonial de Mendoza".
Lo que hoy es una debilidad -debatirse su perdurabilidad o no- por estar a la vera de una ampliación de una importante vía de acceso, puede ser también una fortaleza: crear en dicho sitio un "Centro Interpretativo de la Mendoza Molinera", con gestión pública o privada, con muy fácil acceso y, sobre todo, mucha visibilidad pública. Sería una oportunidad estupenda para poner en valor territorio y patrimonio, como se hace en otros lugares del mundo.
Los funcionarios de turismo nos hablan de lo mucho que convendría potenciar nuevas atracciones culturales y temáticas en Mendoza. Aquí se dispone de una buena oportunidad para empezar. También tendríamos que armar, o sumarnos, a alguna red existente de museos molineros de la región andina o incluso internacionales. Así como se hizo, en su momento, con las capitales del vino. De lo que se trata ahora es de sumar elementos culturales de interés para brindar más atractivos turísticos, culturales y educacionales a la provincia.
Enlace vial
Por otro lado, existe "un viejo proyecto" (1974) de Vialidad provincial que planea unir la calle Paso con la ruta Panamericana. El tramo faltante no se encarará con el enlace elevado que merecería, sino que se haría una versión más económica, a ras del suelo. Afortunadamente se pueden congeniar los dos emprendimientos: la vía de circulación y conservar el antiguo eslabón protoindustrial Solanilla-Estrella.
Estamos a favor del progreso, de las autopistas rápidas y las lentas, y también de conservar el patrimonio. Por ello, aportamos desde nuestra posición con modestia que, con buena voluntad, se podría ajustar la traza o corregir el diseño original del camino para evitar demoler el ex molino. Por ejemplo, parece que dejarán entre los dos carriles centrales un espacio verde. Si a ese espacio se lo disminuyera o se lo eliminara (como tampoco existe entre el Acceso Sur y Maipú), podríamos disponer de un carril nuevo más el molino.
La comunicación caminera se afirmaría con un nuevo trazado y, por otro lado, se daría un paso sustantivo en la patrimonialización del territorio, conservando un testimonio único de nuestro pasado.
Las opiniones vertidas en este espacio no necesariamente coinciden con la línea editorial de Diario Los Andes.