Ex alumnos del Colegio Nacional Agustín Álvarez, que se reunían por camaradería y para compartir charlas, resolvieron realizar una tarea a favor del establecimiento que los educó. Así lograron restaurar el amplio salón de actos del establecimiento.
El grupo que encaró la cruzada es de la promoción 1952, que puso manos a la obra “por un sentido de pertenencia y amor hacia la institución”, como manifestaron dos integrantes de la camada, Juan Carlos Labat (79, oftalmólogo) y Ernesto Pattini (81, dueño de una empresa metalúrgica).
Los dos ex alumnos contaron los pormenores de la labor patrimonialista en la dirección de la institución, en presencia de su directora, Marcela Hurtado, y del vice, Adrián Gross.
La idea, justo es reconocerlo, movilizó a 20 o 25 ex compañeros de un plantel que en la década del ‘50 estuvo compuesto por 108 estudiantes. El resultado del empeño de los “viejos muchachos”, como ellos mismos se nombran, es haber conseguido que un ambiente principal del tradicional y emblemático colegio de calle Chile reviviera todo su esplendor. Al comenzar el operativo de restauración, hace más de 3 años, el salón lucía vacío y desaliñado.
Los dueños de la iniciativa primero recurrieron en búsqueda de asesoramiento a la Dirección de Infraestructura de la Dirección General de Escuelas.
“Se hizo una licitación para reconstituir y poner en valor varios ambientes, pero eso fracasó y tuvimos que meter manos a la obra nosotros”, relataron Labat y Pattini.
En la actualidad el salón de actos, tradicional sede donde se tomó muchas veces la prueba de la beca Adolfo Calle de diario Los Andes, dispone de 120 cómodas butacas, los pisos lustrados de pinotea y una adecuada iluminación, a base de lámparas de bajo consumo. Las anteriores luminarias estaban destruidas.
El rescate patrimonial exigía respaldo económico y, para obtener recursos, los impulsores de las mejoras hicieron reuniones con cobro de entrada y fines recaudatorios, como un festival musical en el Teatro Plaza de Godoy Cruz. Otra ayuda provino de la intendencia de Capital, con un subsidio de 5.000 pesos.
“Los asientos los conseguimos en San Martín. Pertenecían a un legendario y desaparecido cine barrial, el Monumental, de la familia Profili Llaver.
Estas arrumbadas en las piletas de vino de una vieja bodega y de ahí las rescatamos. Fueron tapizadas en el taller de tapicería de la escuela hogar Eva Perón y nosotros nos hicimos cargo del material”, añadieron Lavat y Pattini.
Las butacas anteriores habían desaparecido tras unas obras que se hicieron en el colegio hace algunos años, sin completarse la renovación.
Por las declaratorias que tiene el Nacional, como patrimonio histórico de la Provincia y de la Nación, no se pueden hacer mayores intervenciones en el edificio ni tocar paredes o introducir clavos, por lo que al remozado salón, de 282 m2 cubiertos, solamente se le anexarán algunas piezas valiosas, tal el caso de un hermoso cuadro original realizado por un antiguo profesor de Dibujo de varias generaciones, Vicente Lahir Estrella.
La pintura será apoyada sobre un caballete. También pasarán al recuperado espacio tres cuadros de ex rectores, entre ellos el de Tomás Silvestre, que fueron restaurados por el artista Enrique Testasecca.
Con los pisos flamantes, las luces que brindan una agradable iluminación y los reconstituidos asientos, el salón es una expresión de recatada sencillez. El mobiliario se completa con el escenario, un piano de cola Steinway y una pequeña tarima de madera, donde antiguos profesores se instalaban para dictar clase y ser vistos y escuchados por todos los alumnos.
“El orgullo que tenemos es haber completado las obras y dejar este salón para los años venideros”, señalaron los otrora estudiantes secundarios, quienes estuvieron secundados, entre otros, por Pedro José Lella, Roberto José Sonego, Alejandro Bardini, Enrique Castro, Rafael Peñaloza y José Kotlik, estos dos últimos ya fallecidos.
"Me sentí muy orgulloso"
Francesco Canizzaro Ayala, alumno de 5° años del Agustín Álvarez, opinó sobre el trabajo concretado por los veteranos ex alumnos. "Cuando vi que en el salón de actos del colegio habían puesto esas butacas tan antiguas, me sentí muy orgulloso de verlas ahí y del trabajo que hicieron", contó.
Y agregó conmovido: "Aprovecho cada día que me queda como alumno el poder transitar a través de un monumento histórico. Me gustaría que las nuevas generaciones que van a entrar al colegio sepan del lugar al que asisten y puedan cuidarlo, tomando conciencia de lo maravilloso que es".