Desde Varsovia, Polonia. Aun cuando se ha pedido a los países ex comunistas de Europa Central y Oriental que acepten a solo una fracción de los refugiados que Alemania y otras naciones están recibiendo, su fiera resistencia ahora resulta ser el principal impedimento para una respuesta europea unificada ante la crisis.
El nuevo presidente de Polonia, Andrzej Duda, se ha quejado sobre los "dictados" de la Unión Europea de aceptar a los migrantes que inundan al continente procedentes del Oriente Medio y África.
El primer ministro de Eslovaquia, Roberto Fico, dice que su país aceptará solo a los refugiados cristianos ya que sería una "solidaridad falsa" forzar a los musulmanes a reubicarse en un país sin una sola mezquita. Viktor Orban, el intransigente primer ministro de Hungría, llama a la afluencia una "rebelión por parte de los migrantes ilegales" y promete nuevas medidas enérgicas esta semana.
El desacuerdo ha sacudido más a una unión ya inestable por las disputas en torno al euro y a la crisis financiera griega y la cual ahora enfrenta una afluencia histórica de personas atraídas por la relativa paz y prosperidad de Europa.
Cuando los representantes de las naciones de la Unión Europea se reúnan el lunes para tomar una decisión sobre una propuesta para asignar a los refugiados entre ellos, es probable que las naciones de Europa Central y Oriental sean los oponentes más firmes. Su postura -que refleja una mezcla de los poderosos movimientos ultraderechistas, el nacionalismo, los prejuicios raciales y religiosos, así como los argumentos económicos de que son menos capaces de permitirse recibir a los forasteros que sus vecinos más ricos- es la evidencia más reciente de las obstinadas divisiones culturales y políticas que persisten entre el Este y el Oeste.
Cuando ingresaron en la Unión Europea -como han hecho los países ex comunistas desde 2004-, se les pidió a las naciones que prometieran apoyar un sinnúmero de valores europeos, incluidos los mercados abiertos, el gobierno transparente, el respeto a los medios independientes, las fronteras abiertas, la diversidad cultural, la protección de las minorías y un rechazo a la xenofobia.
Pero la realidad es que los Estados ex comunistas han resultado lentos en realmente absorber muchos de estos valores y practicarlos. Los oligarcas, las relaciones entre compinches y la corrupción endémica siguen siendo parte de la vida diaria en muchos de los países, la libertad de prensa está en declive, mientras ascienden el nacionalismo y los movimientos políticos populistas que agitan las tensiones contra los inmigrantes.
"La gente debe recordar que Polonia ha estado en transición para alejarse del comunismo durante solo 25 años", dijo en una entrevista Lech Walesa, quien encabezó el movimiento de independencia del país. "Nuestros salarios y nuestras casas siguen siendo más pequeños que los de Occidente. Muchas personas aquí no creen que tengan algo que compartir con los migrantes. Especialmente porque ven que los migrantes a menudo están bien vestidos, en ocasiones mejor que muchos polacos".
Pocos migrantes, de hecho, están particularmente interesados en asentarse en Europa Oriental, y prefieren dirigirse a Alemania o
Escandinavia, donde los beneficios sociales son más altos, las oportunidades de empleo son mayores y las comunidades de inmigrantes están mejor establecidas. En ese sentido, los migrantes están alineados con los líderes en las capitales de Europa Oriental y Central, quienes frecuentemente argumentan que el bloque de 28 miembros debería enfocarse primero en asegurar sus fronteras y encontrar una manera de poner fin a la guerra en Siria, antes de hablar sobre cuotas obligatorias para aceptar refugiados.
Pero con mucha frecuencia, el discurso político en estos países ha pasado rápidamente a expresar un recelo de aceptar la diversidad racial y religiosa.
"Este flujo de refugiados ha indignado al ala derechista", dijo Kenneth Roth, director ejecutivo de Human Rights Watch. "Si se rasca la superficie, ¿por qué están tan molestos? No es por los empleos o la capacidad para manejarlos o la seguridad social. Lo que realmente les molesta es que son musulmanes".
A diferencia de los países en Europa Occidental, que tienen largas historias de aceptar a inmigrantes de culturas diversas, los Estados ex comunistas tienden a ser altamente homogéneos. Polonia, por ejemplo, está compuesto en un 98 por ciento de blancos y un 94 por ciento de católicos.
"Y los países que tienen muy poca diversidad son algunos de los más virulentamente contrarios a los refugiados", dijo Andrew Stroehlein, director de medios en Europa para Human Rights Watch.
En Hungría, Orban ha asumido un enfoque particularmente inflexible, demandando más ayuda de Bruselas para manejar a las decenas de miles que continúan entrando en su país, al tiempo en que insiste en que Hungría no tiene obligación de poner en peligro sus tradicionales valores cristianos aceptando a grandes cantidades de musulmanes.
El martes entró en vigor una nueva pila de leyes sobre refugiados que permitirán al gobierno húngaro construir nuevas "zonas de tránsito" en la frontera donde se ofrezca a los recién llegados la rápida revisión de sus solicitudes de asilo; ocho días, más otros tres para una apelación, un ritmo que los defensores de los refugiados creen que viola las reglas del debido proceso de la Unión Europea.
Pero Hungría no es el único país que ha asumido una línea dura o visto protestas contra los inmigrantes.
Las marchas antiinmigrantes se han vuelto habituales en Eslovaquia y algunas otras naciones.
Hablando por teléfono mientras regresaba de una conferencia económica en el sur de Polonia, Robert Biedron, el alcalde de la ciudad de
Slupsk, dijo que le avergonzaba la reacción de muchos a la situación de los migrantes. "Siempre hay conflicto en todo el mundo y la gente necesita ayuda", dijo Biedron. "Quizá, algún día de nuevo, el pueblo polaco podría necesitar ayuda. ¿Queremos escuchar: 'Oh, los polacos son un peligro para nuestra sociedad, son diferentes, no pertenecen a nuestra cultura'?"