Europa quiere sellar sus fronteras y disuadir en lo posible a los candidatos a intentar entrar en el bloque.
La cumbre europea de ayer y anteayer parió un acuerdo de mínima, muy limitado y ambiguo, un texto que contenta a los 28 países del bloque porque todos pueden "venderlo" en su propia nación aunque saben que su puesta en práctica es casi imposible, y porque en realidad se hizo no contra una crisis migratoria sino contra la histeria política.
Las llegadas de migrantes y refugiados por el Mediterráneo cayeron en los últimos tres años en un 96%, de más de un millón de personas en 2015 a menos de 50.000 en lo que va de año.
Esa mínima presión migratoria (los llegados este año suponen el 0,01% de la población europea) se reconoce incluso en los documentos oficiales de la cumbre.
Durante 2015, llegaron a Europa 1 millón de refugiados. En lo que va de 2018, sólo 50.000
Pero la realidad queda lejos de la estrategia política. Presionada por la Unión Social Cristiana (CSU) en el Parlamento federal alemán, Angela Merkel necesitaba algún tipo de acuerdo europeo sobre migración para salvar su coalición de gobierno.
El otro punto de presión era el feudo electoral de "La Liga", el partido neofascista que domina el norte de Italia y que tiene a su líder Matteo Salvini en el Ministerio del Interior italiano.
Ante esa presión, los dirigentes europeos consiguieron la madrugada del jueves al viernes, tras 13 horas de negociación, un pacto de mínima que no molesta a nadie porque todas sus medidas son de aplicación voluntaria.
El pacto incluye varias medidas. La primera es la creación en territorio europeo de "centros de control". Se llevarían ahí a todas las personas rescatadas en el Mediterráneo para separar a los migrantes económicos de los solicitantes de asilo.
Los primeros serían expulsados (aunque la tasa real de deportación de quienes reciben una orden de expulsión no llega al 40%). Los segundos serían transferidos desde ahí a algún país europeo.
Plan inviable
Sobre el papel, el plan parece sencillo. En la vida real su ejecución es casi imposible porque los mismos 28 gobiernos que lo acordaron también acordaron que la construcción de esos centros será voluntaria, así como voluntaria será la aceptación de refugiados repartidos desde los países de llegada hacia los demás del bloque. Y ninguno acepta construirlos en su territorio.
La otra medida será crear centros similares pero fuera de la Unión Europea, en países a los que se pagaría para que los aceptaran. Otro plan aparentemente sencillo sobre un papel pero impracticable por ahora porque ningún país levantó la mano para mostrarse voluntario a acoger uno de esos centros, y varios países (Marruecos, Túnez, Albania, Kosovo) ya dijeron que no los quieren.
El presidente del Consejo Europeo Donald Tusk reconoció que era “demasiado pronto para hablar de éxito. Hemos conseguido llegar a un acuerdo pero esa era la parte más fácil de la tarea que nos espera cuando empecemos a poner el acuerdo en práctica”.
Europa pagaría ahora a países del norte de África como Túnez y Marruecos para que se conviertan en gendarmes avanzados de las fronteras europeas, para que impidan que desde sus costas zarpen los gomones y barcazas de migrantes y refugiados.
La cumbre sí produjo una decisión que tendrá efectos prácticos: 500 millones de euros (que podrán ir aumentando) para replicar el acuerdo firmado en marzo de 2016 con Turquía y que permitió cerrar la ruta por la que escapaban de la guerra hacia Europa los sirios e iraquíes.
No hay solución práctica para evitar que un buque de una ONG pase días parado en alta mar sin saber a qué puerto debe dirigirse. Pero sí un recordatorio a esas mismas organizaciones para que no interfieran en el trabajo de los guardacostas libios (financiados con dinero europeo y denunciados por graves violaciones de derechos humanos). Europa no quiere a los buques de las ONGs rondando cerca de las aguas libias. Son testigos molestos.
"Es demasiado pronto para hablar de éxito... Llegamos a un acuerdo, pero esa era la parte más fácil..." - Donald Tusk, líder del Consejo Europeo.
Tres bebés muertos y cien desaparecidos en naufragio
Los cuerpos de tres bebés fueron encontrados y un centenar de personas están desaparecidas tras el naufragio ayer de una embarcación de migrantes en las costas de Libia.
Alrededor de 120 migrantes viajaban a bordo de la lancha neumática cuando ésta naufragó a 6 kilómetros de las costas libias, afirmaron varios supervivientes trasladados a la región de Al Hmidiya, a 25 kilómetros al este de la capital, Trípoli.
En total, 16 personas fueron rescatadas, todos hombres jóvenes. La embarcación zarpó de madrugada de la ciudad costera libia de Garabulli, a 50 km al este de Trípoli, explicaron supervivientes.
Unas horas más tarde, se produjo una explosión a bordo y el motor se prendió fuego. La embarcación empezó a arder y los migrantes intentaron aferrarse a una parte de la embarcación o a bidones de carburante que cayeron al agua.
Según los guardacostas, varios pescadores los localizaron y alertaron a la marina. Testigos explicaron que numerosas familias marroquíes iban a bordo, así como yemeníes.
Entre los desaparecidos figuran dos bebés y tres niños de 4 a 12 años.
¿Qué serían los centros controlados?
Durante la cumbre europea no quedó claro qué aspecto tendrían los centros dentro de la UE. En las conclusiones de la reunión aparece un término tan vago como “centros controlados”.
Algunos jefes de gobierno conservadores hablaron de “centros cerrados”.
Tampoco está claro cómo se llevaría a cabo la distribución de los refugiados desde esos centros. Y es que, en principio, el Reglamento de Dublín seguirá en vigor.
En virtud de esta norma, los migrantes tienen que presentar su solicitud de asilo en el país de la UE que pisan primero. Ahora, en algunos casos y siempre de forma voluntaria, esta regla no tiene que aplicarse.
De cualquier manera, una vez en territorio comunitario, los migrantes tienen derecho a un proceso de asilo decente.
La Comisión Europea dejó claro que los migrantes no quedarán detenidos. En todas las propuestas se respetará el derecho internacional, aseguró un portavoz de la Comisión. Sin embargo, también en este punto hay interrogantes.
El primer ministro de Grecia, Alexis Tsipras, dijo en Bruselas que no se puede encerrar a la gente en una cárcel pero tampoco deberían tener la oportunidad de salir.
Tales centros ya existen en Europa, en las islas griegas. Allí, desde que la UE firmó un pacto migratorio con Turquía, los nuevos migrantes que llegan a tierra griega son internados temporalmente.
Pueden presentar solicitudes de asilo, que en realidad deberían tramitarse rápidamente. Si el solicitante es rechazado, debe volver a Turquía. Sin embargo, debido a la falta de personal, el procedimiento se alarga tanto que hace tiempo que los centros, los llamados “hotspots”, están abarrotados.
Precisamente ayer, la comisaria de derechos humanos del Consejo de Europa, Dunja Mijatovic, denunció las malas condiciones de vida para los refugiados en esos campamentos.