Europa en la encrucijada

Europa en la encrucijada

Resulta difícil creerlo, pero han pasado casi seis años desde que la caída de Lehman Bros. marcó el comienzo de la peor crisis económica desde los años 30 del siglo pasado.

A mucha gente, yo incluido, le gustaría pasar a otros temas. Pero, no podemos, porque la crisis no ha terminado de manera alguna.

La recuperación difícilmente se ha completado, y las estrategias equivocadas aún pudieran convertir debilidad económica en una depresión más o menos permanente.

De hecho, todo parece indicar que eso es lo que está ocurriendo en Europa mientras hablamos. Además, el resto de nosotros debería aprender de la experiencia de Europa.

Antes de que aborde la mala noticia más reciente, hablemos sobre el gran argumento estratégico que ha sido lo máximo durante más de cinco años.

Es fácil quedarse empantanado en los detalles, pero ha sido esencialmente un debate entre los del “demasiado” y los del “no suficiente”.

Los que hablan de demasiado han advertido de manera incesante que las acciones que están siguiendo gobiernos y bancos centrales para limitar la profundidad del bache están sentando las bases para algo incluso peor.

El déficit del gasto, sugirieron, pudiera provocar una crisis similar a la de Grecia en cualquier momento; en un plazo de dos años, declaró Alan Simpson y Erskine Bowles alrededor de tres años y medio atrás.

Las compras de activos por parte de la Reserva Federal “generarían el riesgo de degradar la divisa e inflación”, declaró un integrante de la élite de economistas republicanos, inversionistas y expertos en una carta abierta de 2010 a Ben Bernanke.

Los que opinan que no es suficiente -grupo que incluye a su seguro servidor- han argumentado desde el principio que el peligro claro y presente es la japonización en vez de la helenización.

Esto es, ellos han advertido que un estímulo fiscal que no sea suficiente y un giro prematuro a la austeridad pueden conducir a una década perdida o a más depresión económica, que la Reserva Federal (Fed) debería estar haciendo incluso más por impulsar a la economía, que la deflación, no la inflación, fue el gran riesgo ante el mundo occidental.

Por decir lo obvio, ninguna de las predicciones y advertencias de los que piensan que es demasiado ha llegado a ocurrir. Estados Unidos nunca experimentó una crisis como la de Grecia de costos disparados para pedir préstamos.

De hecho, incluso dentro de Europa, la crisis de la deuda se desvaneció en su mayoría una vez que el Banco Central Europeo empezó a hacer su trabajo como prestamista de último recurso. En el ínterin, la inflación se ha mantenido baja.

Sin embargo, si bien los del grupo de no es suficiente estuvieron en lo correcto al descartar advertencias sobre tasas de interés e inflación, nuestras inquietudes sobre la verdadera deflación aún no han llegado a pasar.

Esto ha provocado un tanto de replanteamiento con respecto al proceso de inflación (si ha existido algún replanteamiento del otro lado de esta discusión, no lo he visto), pero los que creen que no es suficiente siguen temiendo por los riesgos de un bache casi permanente, como el de Japón. Lo cual me lleva a los pesares de Europa.

En general, los de demasiado han tenido mucha más influencia en Europa que en Estados Unidos, en tanto los de no basta no han tenido influencia alguna.

Funcionarios europeos aceptaron con impaciencia doctrinas actualmente desacreditadas que presuntamente justificaban la austeridad fiscal incluso en economías deprimidas (aunque Estados Unidos también ha practicado de facto mucha austeridad, gracias al “sequester” (confiscación) y recortes en los ámbitos estatal y local).

Además, el Banco Central Europeo, o BCE, no solo no logró igualar las compras de activos de la Fed, sino que efectivamente subió tasas de interés en 2011 para acabar con el riesgo imaginario de la inflación.

El BCE revirtió el rumbo cuando Europa cayó en recesión y, como ya he mencionado, bajo la dirigencia de Mario Draghi, hizo mucho por aliviar la crisis de la deuda europea.

Pero, esto no bastó. La economía europea efectivamente empezó a crecer de nuevo el año pasado, pero no en la medida suficiente para hacerle más que poca mella a la tasa de desempleo.

Y ahora, el crecimiento se ha estancado, en tanto la inflación ha caído muy por debajo del objetivo de 2 por ciento del BCE, al tiempo que los precios en realidad están bajando en naciones deudoras.

Es verdaderamente una imagen que causa consternación. Draghi y compañía necesitan hacer lo que puedan para tratar de darle un giro diametral a la situación, pero dadas las limitaciones políticas e institucionales que enfrentan, Europa discutiblemente será afortunada si todo lo que experimenta es una década perdida.

La buena noticia es que la situación no se ve tan mal en Estados Unidos, donde la creación de empleos al parecer finalmente se ha recuperado y la amenaza de la deflación ha retrocedido, cuando menos por ahora.

Sin embargo, todo lo que haría falta es unos pocos impactos negativos y/o errores estratégicos para enviarnos en descenso por la misma senda.

La buena noticia es que Janet Yellen, la presidenta de la Reserva Federal, entiende el peligro; ella ha dejado en claro que preferiría correr el riesgo de un aumento temporal en la tasa inflacionaria que correr el riesgo de frenar demasiado pronto, de la forma que lo hizo el BCE en 2011.

La mala noticia es que ella y sus colegas están bajo intensa presión de los del grupo de demasiado para que hagan lo equivocado, los cuales al parecer no han aprendido nada de estar equivocados año tras año y siguen agitando en busca de tasas mayores.

Hay un viejo chiste sobre el hombre que decide animarse, ya que la situación podría ser peor; y claro está, la cosa se pone peor. Eso es más o menos lo que le ocurrió a Europa, y no deberíamos permitir que ocurra en Estados Unidos.

Por Paul Krugman - Servicio de noticias de The New York Times - © 2014

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