En ediciones anteriores te hemos contado sobre el origen del té, ahora es momento de viajar y descubrir su paso por Europa.
No se sabe si fueron los holandeses o los portugueses los que trajeron el primer té a Europa a principios del siglo XVII, ya que los dos países tenían acuerdos comerciales con China por aquella época; los portugueses desde una base en Macao, en el continente, y los holandeses desde la isla de Java.
En un principio se comerciaba con sedas, brocados y especias, pero el té pronto se incluyó en los cargamentos.
En Holanda la popularidad del té creció entre todas las clases sociales y las compañías holandesas exportaban suministros a Francia, Italia, Alemania y Portugal.
Si bien los franceses y los alemanes mostraron interés cuando fue introducido en Europa, nunca lo asimilaron como bebida cotidiana, con la excepción de Frisia Oriental (región norte de Alemania donde es muy popular hoy en día) y de las clases más altas y adineradas de Francia.
Fue el café el que a finales del siglo XVII se había convertido en la bebida más popular en Alemania y Francia, y el mercado del té sólo crecía en Rusia y en Inglaterra.
El primer té que llegó a Rusia fue un regalo de los chinos al zar Alexis en 1618. Un acuerdo comercial firmado en 1689 marcó el inicio de un tráfico regular, que tardaba de 16 a 18 meses en llegar del cultivador chino al consumidor ruso.
Fue la puesta en marcha del ferrocarril transiberiano en 1903, la que permitió que las porcelanas, las sedas y los tés de China llegasen a Rusia en sólo una semana.
Hasta el año 1658 no existe fecha documentada de la aparición del té en Londres, aunque sin duda realeza, aristócratas y comerciantes ya habían escuchado hablar de él, incluso muchos ya lo habían probado.
Thomas Garraway, un comerciante dueño de una tienda ubicada en Londres, fue el primero en anunciar el nuevo producto, publicitándolo como una excelente bebida y resaltando las propiedades terapéuticas.
Fue en el año 1662 cuando el té alcanzó otro nivel dentro de la sociedad británica. El rey Carlos II se casó con la princesa portuguesa Catalina de Braganza, la nueva reina era una gran consumidora de té y trajo con ella, como parte de su dote, una caja de té de China.
Empezó a servirlo entre sus amistades de la aristocracia en la Corte y comenzó a estar en boca de todos. Todo el mundo quería probarlo pero debido a su precio pocos podían comprarlo.
El elevado costo del té se debía a los altos impuestos con que Carlos II había gravado varios artículos de consumo habitual, sin embargo, había una demanda creciente desde todas las clases sociales, lo que originó un fuerte mercado negro con el té de contrabando traído desde Holanda.
Durante el siglo XVIII el té se convirtió en la bebida más popular de toda Gran Bretaña, llegando a sustituir a la cerveza y a la ginebra.
Te esperamos en las próximas ediciones, para seguir aprendiendo sobre el té, sus viajes y muchas cosas más.