A las once y cuarto del domingo comenzó a tocar Fito Páez, para dar por concluida así la segunda noche de nuestra máxima celebración. Con entradas agotadas y el teatro griego Frank Romero Day expectante, el rosarino se dio en cuerpo y alma a la Vendimia.
Apenas subido al escenario saludó a las 20 mil personas que se habían hecho presente: "Qué lindo volver a Mendoza, che", lanzó, recordando la histórica noche que protagonizó en esta misma Fiesta en 2013 junto a Charly García y Los Enanitos Verdes. A los segundos se puso en el teclado con "El amor después del amor". Piel crispada. Todo listo para que el teatro griego explotara de emoción.
Con muchos mensajes de amor, y jugando con las letras, adaptándolas a la ocasión, el cantante fue llenando de energía una marea popular que se rindió a sus pies apenas empezado el show. Junto a su banda interpretó en total 18 canciones, entre las que hubo clásicos como "11 y 6", "Dos días en la vida", "Tumbas de Gloria", "Mariposa Tecknicolor", "Cable a tierra" y "Circo Beat", entre otras.
Llegando a la mitad del show, Fito pidió que todos encendieran sus teléfonos. Las tribunas se iluminaron a la par de "Brillante sobre el mic", como estrellas en todo el contorno del teatro. Así la euforia provocó cantos, saltos y gritos: es decir, todo eso que enciende el buen rock en los personas. "Qué lindo volver a Mendoza, donde siempre soy feliz, vivamos con alegría y tomemos un buen vino", arengó en el medio de la canción.
Ya comenzando la recta final del show, y luego de interpretar "A rodar mi vida", Fito hizo una petición poco convencional: "Voy a proponer algo delirante, yo sé que somos muchos. Si hacemos esto es un milagro realmente. Si me dejan tocar un tema a capella allá adelante sin micrófono...". En ese momento dejó el micrófono y enfiló para el borde del escenario. Muchos dejaron sus lugares para acompañarlo desde cerca.
Se escuchaba "Fito te amo", mientras él se preparaba para cantar "Yo vengo a ofrecer mi corazón". Fito es un gran talento, pero también un ser humano enorme: su vocecita viajó, así desenchufada y sin acompañamiento, por cada rincón del teatro griego y se metió en todos nuestros corazones.
El público se sintió una sola alma ante el silencio y la inmensidad. No faltaron los fanáticos que quisieron subirse al escenario para abrazarlo.
Para cerrar una noche de tantas emociones, desató su voz en "Y dale alegría a mi corazón". Un clásico que no sabe de etiquetas generacionales: personas de todas las edades derramaron lágrimas y cantaron con fuerza.
En la previa del show, los miles de mendocinos y turistas habían podido ver "Sinfonía azul para el vino nuevo" con mucha atención. Fito, casi dos horas después, coronó la celebración con espíritu y convicción, como hacen los héroes del rock.