De modo recurrente, los productores agrícolas y representantes de diversas cámaras señalan que la crisis de los últimos meses ha agravado la dificultad para adquirir los productos que se utilizan para las labores culturales, ya que el precio de muchos de ellos está dolarizado. Esto impacta en la cantidad y en ocasiones también en la calidad de los cultivos. Especialistas explican los cuidados que se deben tener para reducir estos costos.
Los consultados coinciden en señalar la necesidad, en particular en este momento, de hacer un uso más eficiente de los productos, de acuerdo a la planta y las necesidades específicas. De ahí que aconsejen realizar estudios de suelo y monitoreos de plagas y enfermedades, ya que los tratamientos preventivos son más económicos que los curativos. Asimismo, recomiendan priorizar modos naturales de cuidar los cultivos y, cuando esto no sea posible, usar la dosis mínima del químico.
Alfredo Draque, coordinador de Campo y Parcelas Experimentales de la Facultad de Ciencias Agrarias (UNCuyo), comentó que lo importante para cualquier cultivo es adelantarse a los distintos inconvenientes que pueden afectar la productividad con labores culturales, como el manejo del riego y el suelo.
El ingeniero agrónomo señaló que uno de los problemas más importantes que se observa en muchas fincas es la salinidad del suelo o del agua de riego, que impide que tanto los frutales como las hortalizas y los viñedos absorban con facilidad el agua. Esto favorece que los productores utilicen fertilizantes para estimular el crecimiento pero como también son sales (químicas), en lugar de solucionar el problema, lo agravan.
La época invernal, señaló Draque, es ideal para lavar las sales con riego abundante (una vez que vuelva el agua después de la corta anual). En julio o agosto hay buena disponibilidad porque los cultivos no necesitan tanto líquido. También deben realizar la tarea quienes cuentan con sistemas por goteo.
Esta es una buena época para planificar las aplicaciones del año, en particular de fertilizantes, que son costosos. Sobre esto, el ingeniero señaló que muchos productores utilizan ciertos químicos en determinados momentos de modo automático. En cambio, desde la Facultad de Ciencias Agrarias recomiendan realizar un estudio de suelo -cuyo costo es accesible- para determinar qué nutrientes están faltando.
En ocasiones, ilustró, se aplica una preparación nitrogenada, cuando lo que se necesita es potasio, que es más económico. La planta, agregó, tiene curvas de consumo de nutrientes y, superado un cierto nivel, no aumenta la productividad.
También planteó que es muy importante, para hacer un uso eficiente de los recursos, considerar el momento más adecuado para usar el fertilizante. La vid empieza a crecer con las reservas y recién puede absorber el nitrógeno cuando las hojas tienen un cierto crecimiento. De ahí que si la aplicación se realiza ahora, el compuesto, que es soluble, se lava y se pierde la inversión.
Otra manera de economizar es empezar en mayo o junio con las tareas de poda, para distribuir el costo de esta labor en varios meses. Además, es conveniente, si hubo problemas con peronóspera, hongos, podredumbre o insectos, retirar todos los restos de racimos, hacer un pozo en lugar apartado para enterrarlos y cubrirlo con cal antes de taparlo.
Asimismo, en cuanto el brote tiene 10 centímetros, y si hubo afectación la temporada anterior, se recomienda realizar una aplicación temprana, ya que los productos químicos preventivos son más accesibles que los curativos. Pero Draque subrayó que sólo se deben realizar tratamientos si hay condiciones predisponentes y en el momento adecuado para combatir al patógeno.
Frutales y vid
Emilia Mazzitelli, del Área de Entomología de la Estación Experimental Agropecuaria Junín, del INTA, explicó que durante el invierno se efectúan las curaciones de frutales y hortalizas pero que se puede reducir al mínimo la aplicación de productos fitosanitarios. Para lograrlo, se debe realizar un monitoreo de plagas, enfermedades y malezas, una vez al mes como mínimo durante el invierno y tres veces a la semana durante la etapa de crecimiento vegetativo.
El objetivo de esto es detectar el problema cuando recién ha comenzado. Pero además, especificó la ingeniera agrónoma, solo se debe encarar el tratamiento cuando se alcanza el umbral de daño económico; es decir, cuando la densidad poblacional de la plaga puede causar pérdidas económicas significativas.
Mazzitelli detalló que es necesario mejorar la eficiencia en la aplicación de agroquímicos, por lo que recomienda calibrar cada año las maquinarias que se utilizan en la tarea (y repararlas si corresponde). En cuanto a la pulverización, planteó que debe realizarse cuando la temperatura es menor a los 20°, para evitar que el producto se evapore rápidamente y extender el tiempo de contacto con la plaga. También aconsejó utilizar la dosis mínima y respetar las instrucciones en el envase.
Sin embargo, se puede recurrir a métodos alternativos de control, como las bandas trampas de cartón corrugado, que albergan estados invernantes de algunos insectos plaga. Otra medida, señaló la ingeniera agrónoma, es reducir la posibilidad de transmisión de enfermedades presentes en el cultivo, por ejemplo mediante la recolección de frutos enfermos.
Mazzitelli destacó que existen varios enemigos naturales de las plagas que atacan a los frutales y la vid, y que las aplicaciones innecesarias o la utilización de productos no específicos pueden alterar ese control biológico natural. Entonces, se debe recurrir a químicos y se incrementan los costos de producción. Como contraparte, aquellas plantas que se encuentran en buen estado hídrico y nutricional son menos susceptibles al ataque de plagas. Y ciertas labores culturales, como la poda, permiten mejorar la eficiencia de la aplicación de los compuestos.
Ajo
La problemática del costo de los insumos no es nueva, advirtió José Portela, de la Estación Experimental Agropecuaria La Consulta, del INTA. Sin embargo, se ha agravado porque el valor de estos productos se actualiza en dólares. Por otra parte, la industria de provisión de insumos genera herramientas nuevas y más específicas para el control de ciertas plagas, pero también más costosas.
Para Portela, lo fundamental es tomar buenas decisiones para evitar tener que recurrir luego a productos que en algunos casos son de efectividad probada, pero en otros no. Un ejemplo de esto es la época de plantación del ajo. Cuando el momento es adecuado, se resuelven muchos inconvenientes, pero ocurre que los productores a veces esperan para sacarle el máximo provecho al cultivo anterior -en un esquema de rotación- y empiezan a preparar tarde el suelo para el ajo.
El ingeniero agrónomo indicó que desde el INTA brindan talleres cada dos años a los productores de ajo y les explican que no es necesario controlar a los trips (o piojillos) que aparecen en la etapa final del cultivo, ya que su cantidad en Mendoza no provoca un daño que justifique aplicar un producto. También han reiterado que la aplicación de fertilizante potásico en la época de formación del bulbo, recomendable para los frutales, no tiene sentido para el ajo, porque es un cultivo que consigue con facilidad este mineral del suelo.
José Portela manifestó que uno de los ejes principales del trabajo de la institución es promover una intensificación sostenible de la producción, con menor dependencia de insumos y mejor resultado económico para la empresa.