En la última década, directores como Denis Villeneuve (“La llegada”), Alex Garland (“Ex Machina”), Claire Denis (“High Life”) y Lars Von Trier (“Melancholia”) hallaron en la ciencia ficción -la que admiraría Andréi Tarkovski, no aquella grandilocuente y frívola- la posibilidad de canalizar historias sobre diversas aristas de la existencia humana. En esa línea, el británico Jonathan Glazer apostó por “Under the Skin” (2013), con una Scarlett Johansson extraterrestre en plan de cacería humana por la fría y sombría Glasgow, enfrentándose a los sentimientos, los deseos y la violencia propia de nuestra especie.
Glazer se tomó una década para hacer realidad el filme. Dejando de lado un sinfín de avisos publicitarios y videos musicales, antes había dirigido solamente “Sexy Beast” (2000), una comedia negra de gánsteres con Ben Kingsley, y “Reencarnación” (Birth, 2004), en la que Nicole Kidman descubre a su marido fallecido en el cuerpo de un chico de 10 años. Pero la adaptación de “Under the Skin”, novela homónima de Michel Faber, pasó por varias reescrituras, reemplazo de guionista y hasta improvisaciones sobre la marcha para alcanzar el tono justo.
A diferencias de otras traspolaciones a la pantalla, Glazer y su coguionista Walter Campbell se resistieron a seguir cada renglón de la novela, tanto por motivos narrativos -el mambo galáctico es mucho más vasto en la obra original- como, por supuesto, monetarios. Incluso, en un primer momento, el dúo planeó expandir el thriller a dos extraterrestres que residen encubiertos como granjeros -para el esposo se pensó a Brad Pitt-, pero la idea fue descartada.
En “Under the Skin”, una alienígena recién llegada a la Tierra adopta una figura seductora como la de Scarlett Johansson para recoger hombres en su camioneta y luego consumirlos para su supervivencia, mientras contempla el sentido de la existencia humana. Mientras ellos quedan encantados por su belleza física, ella se interesa por las cuestiones filosóficas de cada una de sus víctimas, lo que la atrapa en una crisis de identidad.
La estética, influenciada por el ojo arquitectónico de Stanley Kubrick y el enigma retorcido de David Lynch (véase el escenario de la descomposición humana), recorre el viaje sensorial y psicológico que enfrenta la criatura encarnada por Johansson. Los que busquen respuestas y estímulos inmediatos, abstenerse. Y si bien adelantado el metraje la repetición del modus operandi de la protagonista puede resultar cansino, demuestra que pese a ser una entidad alienígena creada para ser como nosotros, nunca logrará su objetivo.
Que una superestrella sea visitante de otro mundo ya había sido aprovechado por Nicolas Roeg en “El hombre que cayó a la Tierra” (The Man Who Fell to Earth, 1976), donde le concedió a David Bowie el rol de un extraterrestre que busca recursos para salvar su planeta. Para Glazer, cobró un valor especial “camuflar” a su musa -Johansson porta peluca negra de mechas alborotadas y outfit alérgico a cualquier alfombra roja- y vincularla con desconocidos aleatorios, los cuales se cruzaban al rodar por las calles de Escocia.
El equipo de producción de “Under the Skin” empleó grabaciones casi de guerrilla y cámaras ocultas para otorgarle una sensación de realismo a la cacería del personaje, ya sea en una zona comercial o en las inmediaciones de un estadio de fútbol. “Tenía mucho sentido sacar de contexto a alguien muy conocido. Parecía un insecto exótico en el continente equivocado”, contó el director en The Irish Times.
Tampoco había un guion demasiado estructurado ni un storyboard detallado, más allá de las indicaciones estructurales.
“Cuando conducía esta camioneta por Glasgow buscando a mis ‘víctimas’’, tenía a Jonathan y al equipo en la parte de atrás filmando. Él me hablaba a través de un auricular, dándome instrucciones. De vez en cuando, me decía: ‘Este tipo se ve bien, detenete y hablá con él’. Yo le respondía: ‘No, ¿me estás tomando el pelo? Porque si se sube a la camioneta, creo que tendremos una situación depredadora inversa’. O le diría: ‘¿Estás loco? ¡Ese hombre está borracho!’. Y seguiría conduciendo”, detalló la actriz de “Perdidos en Tokio” (Lost in Translation, 2003) y “Match Point” (2005).
Otro punto impecable es la fotografía de Daniel Landis, así como la música de la británica Mica Levi. En este caso se trata de una composición inmersiva y distorsionada, que, potenciada por la viola, replica un lenguaje alienígena a ser traducido por nuestros oídos. Después de “Under the Skin”, la joven artista elevó propuestas como “Jackie” (2016), del chileno Pablo Larraín, y “Monos” (2019), del colombiano Alejandro Landes.
En un mundo perfecto, cada artesano detrás de “Under the Skin” hubiera ganado un premio Oscar pero, al igual que deduce la extraterrestre en la película, la raza humana es inexplicable.