Octavio Cerusico (Austria, 1993) es muy joven, pero ya tiene más de una década transitando el esmerado ejercicio de la composición musical. Además, es un violinista con proyección y docente en la Escuela de Música.
Hijo de músicos, vivió rodeado de escalas, partituras y aplausos toda su vida; y es también lo que eligió él mismo, cuando empezó a estudiar su instrumento primero en San Luis y después en Mendoza, donde estudió y empezó a desarrollar su carrera. Para conocer su más reciente y “largamente soñado” proyecto, el Ensamble Istari, el lector podrá ir al Teatro Mendoza esta noche.
En el marco de Argentina Florece (programa del Ministerio de Cultura y la Secretaría de Gestión Cultural de la Nación, impulsado a través del Inamu) interpretará junto a Istari una selección de sus últimas composiciones y tres arreglos de bandas sonoras: Max Richter (“La isla siniestra”), Ramin Djawadi (“Juego de tronos”) y Hans Zimmer (“El origen”). El sexteto lo completan el violinista Roger Campos, el chelista José Luis Di Marco, el violista Mauro Marquet, el clarinetista Fernando López Ballesteros y el padre de Octavio, el pianista Hugo Cerusico, con quien también tiene un dúo.
“He vivido siempre inmerso en un ambiente musical, mis dos padres son músicos, así que en mi infancia siempre tuve un acercamiento muy particular a la música clásica o académica -nos dice-. Escuchaba ensayos o asistía a conciertos, así que siempre estuvo muy presente. En relación al violín, la verdad es que siendo tan pequeño no tengo un registro preciso de por qué lo elegí. Sí tengo un recuerdo de haber visto en un VHS de Itzhak Perlman interpretando el concierto de Tchaikovsky y se ve que eso me llamó mucho la atención. Años después empecé a estudiar violín en San Luis, en un instituto, y esos fueron mis primeros pasos”, recuerda.
Algunas de sus piezas ya las presentó en “El árbol y el viento”, editado en 2017, al que hoy recuerda como “un disco de aprendizaje”. “Ahí están mis primeras opus, de 2011 a 2017, influenciado por el acervo latinoamericano. Pero fue un aprendizaje también en el sentido de producción, sobre cómo grabar un disco. Principalmente está constituido por obras de cámara que involucran a muchos instrumentos de viento. Y el nombre se refiere a una obra que hice para marimba y flauta, influenciada por la música latinoamericana como Alberto Ginastera y otros compositores”, relata el violinista, quien ya tiene, de hecho, la intención de grabar un segundo álbum que pueda dejar registro de su recorrido en el último lustro.
-Curiosamente la música contemporánea, en el mundo académico, puede significar muchas cosas diferentes (teorías atonales, posmodernas, etc, etc). ¿Cómo es tu indagación personal como compositor?
-Creo que muchas veces en el inconsciente colectivo se relaciona a la música contemporánea con lo experimental, con las vanguardias que sucedieron en la posguerra y los compositores de todos estos “ismos” que surgieron: Karlheinz Stockhausen, el serialismo, György Ligeti, Pierre Boulez... Pero creo que el paso de las décadas ha hecho que cambie mucho la música. En ese 2017, a mediados de año, tuve la posibilidad de asistir al Seminario Internacional de Composición en São Paulo (Brasil) y trabajar y estar en contacto con el Ensemble Modern de Frankfurt, agrupación muy reconocida. Quedé muy sorprendido porque más allá de que yo provenía de una corriente distinta, ligada a lo latinoamericano y el cuidado del acervo de nuestra música (inculcado por mi profesor de composición, el reconocido Dante Grela), me sorprendió lo que escuché, las distintas obras y proyectos que ejecutaban. Muchas de carácter interdisciplinar (proyectaban videos también, por ejemplo). A partir de ahí volví con el chip bastante cambiado, porque eso no era a lo que yo estaba acostumbrado. Ese fue un gran punto de partida, me puse a seguir otros grupos de música contemporánea, tanto en Europa como en Estados Unidos, y empecé a soñar con la posibilidad de este proyecto.
-¿A qué se refiere el nombre?
-El nombre tiene que ver con esa raza de magos del universo de Tolkien. En los proyectos suelo meterme en estos mundos literarios, como él e Isaac Asimov. Tres del ensamble son muy fans de Tolkien, así que lo propuse y les encantó.
-Sobre las piezas de tu autoría que se van a interpretar, ¿qué podés adelantar?
-En este concierto vamos a tocar varios estrenos. Cuando volví de Brasil estuve un tiempo sin componer, pensando en cómo iba a seguir. En el verano de 2019-2020, gracias a una beca de creación del Fondo Nacional de las Artes, comencé una obra que se llama “La música de los días” y que para mí representaba un cambio de lenguaje, una nueva búsqueda. Trato siempre de responder a mis propias imágenes internas, sin esos “pruritos” que surgen en la composición académica, de seguir determinada corriente estética, por ejemplo.
-¿Cómo la describirías?
-Esta obra es para cuarteto de cuerdas y tiene cinco movimientos, con una duración extensa (unos 20 o 21 minutos). Durante 2020 teníamos agendada una pequeña gira de conciertos (Mendoza, San Luis, Buenos Aires), que lamentablemente se cayó por el tema de la pandemia. El otro estreno es “Transfiguraciones para dos violines”, también de cinco movimientos, con una duración de unos 10 u 11 minutos, compuesta en los peores momentos de la cuarentena. En esas épocas no se podía ensayar con nadie y uno solo podía juntarse con los otros músicos a tomar café mediante reserva previa. Como tenía que hacer música para la Semana de las Artes y el Diseño, que se hace todos los años, se me ocurrió hacer esta obra, que yo pudiera grabar en mi propia casa. Básicamente la idea era tomar un material, un tópico (yo tomé una melodía de la edad media, el “Dies Irae”), y transfigurarla en otra música. Luego hay dos obras para clarinete y piano, donde se plasman el interés por lo latinoamericano: la primera se llama “Ecos” y la segunda “Tinku”. Luego hay una obra para violín y piano, que es una versión de una obra que había hecho para trompeta y piano, en la que se manifiesta mi interés por el jazz. Y también hay una pieza para cuarteto de cuerdas muy reciente, que compuse a principios de febrero: “Corales luz”, que básicamente es un apéndice de “La música de los días”.
- La segunda parte del programa va hacia bandas sonoras muy populares y compuestas por maravillosos cerebros musicales, como Zimmer. ¿Cómo trabajaste sobre ellas? ¿Son arreglos propios?
-Exacto, son arreglos que hicimos para nuestro ensamble. Dirijo un pequeño ensamble en una escuela artística, así que arreglar es algo que hago seguido y con mucho placer. Creo que lo importante es la elección de esta música. Por lo general, cuando las instituciones académicas, como las orquestas, realizan acercamientos a la música de películas siempre es a los grandes clásicos: John Williams, Ennio Morricone, etcétera... Pero lo que apuntamos acá con Mauro Marquet (ambos compartimos una gran pasión por el “film scoring”, además de haber hecho trabajos para medios audiovisuales) tuvimos la intención de hacer bandas sonoras que fueran más modernas, sobre todo de estas últimas dos décadas. Esa puede ser una vía posible para la expansión del proyecto.
La ficha
Ensamble Istari
Fecha y hora: Hoy, a las 21.
Lugar: Teatro Mendoza (San Juan 1427, Ciudad).
Entradas: Anticipadas ($550) en venta en andesticket.online.
La Sinfónica toca Hollywood
Por otro lado, la Orquesta Sinfónica de la UNCuyo presentará en una doble fecha, hoy y mañana, el programa “Clásicos del cine II”. Bajo la dirección del maestro Roberto Buffo se interpretarán bandas sonoras de Hollywood, tales como “El Fantasma de la ópera”, “La novicia rebelde” y un poderoso tributo a John Williams, quien en febrero cumplió 90 años.
La cita es a las 20.30 ambos días, en la sala Chalo Tulián de la Nave Universitaria (España y Maza, Ciudad). Las entradas numeradas se pueden adquirir en www.entradaweb.com.ar. Su valor es de $400 general y $300 para estudiantes, docentes, personal no docente y jubilados/as. También se pueden adquirir en boletería de la Nave UNCuyo de 18 a 21.