La remonta cordillerana, como nombra a la hazaña Beatriz Bragoni, una de las estudiosas de la epopeya libertadora, es asumida con una visión original por el arquitecto Sergio Fabián Amad (57), quien vertebró pequeños relatos bajo el título, “Crónicas de la Tremenda”.
La obra es primer premio del Certamen Literario Vendimia 2020 del Ministerio de Cultura provincial, en una de las cinco categorías que dirime, la del cuento. La decisión la adoptó el jurado integrado por Marta Castellino (colaboradora de Los Andes dominical), Leandro Hidalgo y Roque Grillo.
En suma, una distinción importante de un profesional de la arquitectura que empezó a perfeccionar su escritura después de tomar clases de narrativa, en los cursos de las Aulas para el Tiempo Libre de la Universidad Nacional de Cuyo, con la profesora Nilda Marchesi (fallecida en noviembre del año pasado y a quien está dedicado el libro).
El título de la producción refiere a la forma como el prócer denominaba a la tarea de sortear la montaña para liberar a Chile y Perú. “(…) El tiempo me falta para todo, el dinero ídem, la salud mala, pero así vamos tirando hasta la tremenda”, describía el general en jefe, en carta remitida a su amigo Tomás Guido el 15 de diciembre de 1816.
El autor de este trabajo, ex jugador de primera de Independiente Rivadavia e hijo de un periodista de nuestro diario de los años ’80, Carlos Amad (ya fallecido), encara catorce cortos relatos sobre personajes ignotos del numerario de las fuerzas libertadoras: hombres y mujeres sin fachada, negros, esclavos, desconocidos en suma.
Lo hace de manera ficcional, con base en la realidad y según una investigación propia.
Como seña vale unos renglones de una de las minúsculas narraciones, “Benita y Teodoro”, que patentiza la experiencia de alguien, un negro, que no volverá más de la cruzada guerrera: “Benita ya pisa los 80 años. La libertad fue para unos pocos. Ella siguió esclava. Jamás volvió a meter a un hombre a la cama. El lugar a su lado lo guarda vacío, esperando que el fantasma de Teodoro vuelva alguna noche de magia a reclamarle calor”.
En otro segmento, “Madre Patria”, el escritor imagina la historia de la morena Herminia Granados, quien se enrola en el ejército libertador, pero oculta su fisonomía de mujer: se corta el cabello y ciñe sus pechos; es descubierta pero la admiten en las filas guerreras y combate con bravura.
Otros títulos de la entrega, que editó Talleres Gráficos Morel, son: “El centinela”, “Nunca pude”, “El alquimista”, “Morir en Chacabuco,” “El lagunero”, “Uno de los nuestros”, “Murmullo y Sortija, “La espera”, “El músico”, “Amada Beatriz”, “Un yaraví para Iruya” y “La última guardia”.
El jurado seleccionó el trabajo como el mejor de los presentados en esta convocatoria porque “logra una producción unitaria y original en cuanto al tono y a la formalización de una voz narradora que asume la focalización de seres humildes, pretéritos y desconocidos, protagonistas de la gesta de la independencia, logrando una adecuada tensión narrativa…”.
La ‘historia’ de Herminia Granados
Transcribimos un fragmento de uno de los relatos, “Madre Patria”, sobre una mujer de color que se enrola en las fuerzas libertadoras y participa de la campaña libertadora.
“Un día llega el cruce. Resistes. Vienen las batallas. Soportas. ¡Cómo no vas a soportar si Guerra, Libertad e Independencia son todas hembras, como vos! Como Herminia Granados, la de un solo apellido, la peregrina de los campos del viento. La negra escurridiza.
Y por las tres peleas. Y por las tres enarbolas la bandera de la Madre Patria, que es mujer también, como lo sos vos. Y pobre. Y negra. Y sola. La muerte te roza en Chacabuco, pero resistes allí, al frente. Donde muchos varones aflojan, te sostienes erguida. Peleas tal leona que sos. Consciente de que aunque mueras estás ganando tu libertad y la de tantos ignorados como tu Matilda. Mucha sangre te rodea, mucho grito, mucha muerte que te asfixia. Un viento de estandartes te reaviva. Olor a pólvora, aroma a azufre ¿Será este el perfume del infierno? Algún día lo sabrás. No todavía, algún día. Al atardecer, cesa el clamor y un silencio de victoria te acaricia el rostro. El enemigo yace desparramado en la cuesta, tu otro enemigo celebra.
Herida, al amanecer, bajas hasta un arroyo alejado para fregar tus cicatrices y curarte las tajaduras. Entras desnuda al torrente que canta la canción que entonan los hijos de esta tierra apenas libre…”