Sheila Blanco es exquisita. La dulzura de su voz, de su sonrisa y de su manera de decir las cosas es realmente cautivante. Antes de su show en el Teatro Independencia, habló con Los Andes sobre su carrera, la música y la pasión.
La charla empieza con una simpática anécdota y es que Sheila tiene sangre mendocina. Su abuelo paterno, Antonio, era de estas tierras. Los bisabuelos de la cantante llegaron a Mendoza a principios de siglo y su abuelo nació acá. Después el hombre volvería a tierras españolas y formaría su familia allá. No tiene familiares en la provincia, “pero sí muchos amigos en Argentina” reconoce entre risas.
Sheila nació en Salamanca, pero ahora vive en Madrid. Lleva más de 13 años en la escena del jazz. En el año 2012 editó su primer disco Sheila Down. Y ahora presenta “Cantando a las poetas del ‘27″, un disco amoroso y cargado de historias que la trae por primera vez a Latinoamerica en su gira promocional.
Está feliz de venir a la provincia. La gira en realidad la tiene muy emocionada. “Yo voy cargada de ilusión. Voy con mis poetas, con ganas de que la gente disfrute de este viaje que yo ofrezco a través de su poesía y de la música que compuse. Espero que la gente conecte con ellas, disfrute, se emocione y tenga ganas de seguir leyéndolas”.
Sus poetas son Carmen Conde, la primera mujer en formar parte de la RAE en 1979; Ernestina de Champourcin, nominada al Príncipe de Asturias de las Letras; Concha Méndez, Elisabeth Mulder, Margarita Ferreras, Josefina Romo Arregui y Dolores Catarinéu. Estas mujeres formaron parte de la generación literaria española del ‘27, pero fueron injustamente borradas de la historia.
Y así como Joan Manuel Serrat le pone voz a Miguel Hernández, ella le pone voz a estas poetisas que con sus plumas hablan de amor, dolor, exilio, belleza y remordimientos. “Yo intento ver el lugar de la mujer en el arte sin juzgar. A mí me parece terrible borrar la poesía de toda una generación, de un grupo de personas, por el hecho de ser mujeres, por una cuestión de género” reconoce la artista. “Hoy hay una escena poética maravillosa” afirma Blanco con una humildad tal que no la deja reconocerse como parte de ese universo artístico excepcional de mujeres del cual ella es parte.
Sheila, además de música, es periodista. Acá se entiende esa pasión que la mueve por contar. Pero a ella no le gustan las etiquetas. Como un alma libre, habla de hacer con pasión eso que a cada uno le gusta: “Las etiquetas son fáciles. Nos facilitan la vida cuando se tiene prisa. La verdad es que me siento música porque es lo que más amo. Como vocación me siento cantante.”
Es casi imposible no preguntarle por sus referentes, esas personas que la guiaron en el camino de la música: “Mis referentes son mi mamá, mi papá, mi abuela, mi tía. Yo soy muy familiar y tuve mucha suerte porque mis papás amaban la música y en mi casa siempre estuvo presente. Yo soy muy apasionada y quizás esa sea una de las cualidades más hermosas que me tocó en el reparto porque de repente conecto con una poesía, o con una música, o con un pintor. Soy una amante del arte y mi referente, más que una persona es una manera de comportarse en la vida. Es dedicarte a lo que te apasiona”.
Y ese amor por la música se traduce en años de trabajo. Pero en tiempos de pandemia y como una forma de escapar del tedio de lo cotidiano, Sheila se puso y crear y nacieron sus ya populares “Bioclassics”. En esto, las redes sociales jugaron un papel importantísimo porque fueron ellas quienes pusieron a la artista en el radar del mundo.
Casi como la Community Manager de los grandes compositores, esta genial artista cuenta la historia de Debussy, Bach, Beethoven o Mozart con la base de sus composiciones. Cortas, entretenidas y educativas, las bioclassics son una genialidad.
“Érase una vez, un niño genial que aprendió a tocar y a componer antes que a hablar. Amadeus era en la peli, Mozart para los demás. Fue con su papá de aquí para allá sorprendiendo a Reyes y a la alta sociedad y batiendo muchos récords. De destreza a corta edad a los 4 toca el clavicordio, a los 6 domina ya el violín, lee la música a primera vista e improvisa como John Coltrane. Érase una vez, un niño genial y su padre, un espabilao’ de manual. Giran años por Europa. Lucimiento del chaval.”
Estas son algunas de las estrofas de la bioclassic sobre Mozart. Cada uno de ellas tiene algo mágico, algo único que te hace querer escucharlos. Tal vez sea la frescura de Sheila o la alegría que contagia cuando canta.
“Estoy muy feliz por la acogida que tuvo. Jamás lo pensé, jamás. Fui la primera sorprendida y me encantó la linda unanimidad que hubo en todas partes con las Bioclassics, la aceptación, sobre todo, por el efecto que tenían. Si le das una oportunidad a la música clásica por haberla escuchado y simplemente te dedicas unos minutos al día escuchar a Bach, a Beethoven, te quitas el prejuicio y te diviertes es es lo más importante para mí” confiesa emocionada sobre su creación y lo que generó en la gente.
El amor, la pasión por el arte y el disfrute son conceptos que se repiten a lo largo de la charla con Sheila y es inevitable preguntarle por sus pasiones, qué le gusta además de la música, claro.
“Me gusta mucho llegar a un sitio y no conocer nada; salir y comer lo más autóctono y beber lo más autóctono; hablar con los lugareños, las lugareñas y escuchar sus historias; conocer su música, sus ritmos y sus instrumentos. Amo conocer lo extranjero, lo ajeno, lo diferente. Lo amo” cuenta Sheila con alegría. Una alegría de niña curiosa que quiere descubrir el mundo.
Esta gira es un regalo para la actriz, como ella misma la define. Por primera vez recorre tantos lugares nuevos. Distintos. Además de los paisajes, Blanco está fascinada con la gente. Destaca la amabilidad de esas personas que en cada sitio va descubriendo.
“Me gusta todo lo que tiene que ver con el ser humano, con la honestidad, con la creación y la bondad. La empatía es importantísima para crear, para conocer a los demás, para ponerte en la piel del otro” cuenta la artista y después de escucharla, uno entiende que es esa empatía, ese ponerse en el lugar del otro, lo que llevó a Sheila Blanco a ponerle voz y música a una generación de mujeres silenciadas.
Y seguramente, después de este viaje lleno de descubrimientos habrá mucho más de la artista. El paisaje, la gente, lo otro y lo distinto será, sin lugar a dudas, el disparador de historias nuevas, de música nueva. Las valijas de Sheila vuelven a casa llenas de olor a latinoamérica, llenas de ruidos y con la huella que este continente grabará en su corazón.
Pero en la vida todo se trata de dar y recibir. Así como ella se lleva mucho de esta gira, nos deja su dulzura, sus sonidos y una estela de amor que va sobrevolando todos los escenarios por los que pasa con su voz y las de sus mujeres. Las poetas del ‘27.
La artista se presenta este jueves a las 21 en el Teatro Independencia. Las entradas se consiguen en la boletería del teatro y en entrada web. Un show imperdible para los amantes del arte, de la buena música y coleccionistas de buenos momentos.