El 2 de octubre, Cinemark Hoyts Argentina publicó en su página de Facebook la imagen de un momento inolvidable del cine: Matthew McConaughey, el astronauta de “Interstellar”, de Christopher Nolan, llora. Aislado en un lugar insondable del tiempo y del espacio, no le queda más que llorar. Como quizás estén haciendo los cinéfilos ante la pandemia, porque -como dejaba constancia esa publicación- llevamos “200 días sin ir al cine”. Y al lado, un corazón partido.
Es el desconsuelo de muchos, pues la mayoría de las películas que se esperaban para este 2021 están postergadas. Y las que no, aun no pueden llegar a nuestro país, como la propia “Tenet” (también de Nolan), que ya recaudó más de 300 millones de dólares en los países que pudo. En Argentina, posicionada hoy como el sexto foco de contagios a nivel mundial, la apertura de los cines parece improbable, y la fecha tentativa del 12 de noviembre para estrenar “Tenet” parece una ilusión.
La situación es dura. Para toda la industria del cine, pero en particular para las salas. En nuestro país son más de 800 las que están cerradas; de ellas dependen más de 7 mil trabajadores y trabajadoras (de manera directa o indirecta). Para colmo, desde ese 20 de marzo en el que se apagaron las marquesinas, no podemos decir que estemos mejor. De hecho, solo un cine ha vuelto a abrir en todo este tiempo: la Sala del Bicentenario del Espacio INCAA Latitud 90˚, en la lejana, lejanísima, Antártida Argentina.
El 6 de octubre, el periodista especializado en cine Gregorio Belinchón firmó un artículo muy explicativo de la situación en El País de España: “¿Quedarán salas de cine en 2021?”, se preguntaba desde Madrid, sobre un escenario que, que como vemos, no tiene solo a nuestro país preocupado.
Allí pasaba a enumerar algunos factores que contribuyen a ensombrecer cualquier pronóstico. En Argentina, donde por el momento el calendario de estrenos nacionales ha podido sostenerse a través del streaming de Cine.ar, el panorama es muy similar.
Sin estrenos, no hay salas
El 5 de octubre, Cineworld (la segunda cadena de cines más grande del mundo) anunció que cerrará sus salas Regal por tiempo indefinido: 536 en Estados Unidos y 127 en Reino Unido. Afectando a unos 45 mil empleados, dejaron de funcionar el jueves pasado.
La noticia llegó después de que se anunciara que “No time to die”, la última película de James Bond, se retrasaba hasta -al menos- abril de 2021. La ecuación es simple: sin tanques que estrenar, y sin una cartelera variada y dinámica, se hace insostenible abrir los complejos. Aunque, como advierte Belinchón, “es la pescadilla que se muerde la cola: los espectadores no van a las salas porque no hay blockbusters, las majors no estrenan blockbusters porque no hay espectadores”.
Lo resumía muy bien Martín Álvarez Morales, presidente de la Cámara Argentina de Exhibidores Multipantallas, y CEO de Cinemark y Hoyts Argentina, a Infobae en agosto: “Si hoy nos dijeran que nos permiten la reapertura de los cines pero no hay estrenos de películas, entonces, no nos conviene: vamos a perder aún más plata estando abiertos que cerrados”.
Sin salas, no hay estrenos
“El planteamiento de las majors es que no merece la pena lanzar una película si grandes zonas de Estados Unidos –como California o Nueva York– mantienen el ocio cerrado y el resto del mundo no acaba de entrar con fluidez a una sala de cine”, apuntaba Belinchón en la nota citada. Y agregaba el “reverso” de esa jugada: “Cuando quieran estrenar, lo mismo no hay cines donde hacerlo”.
Esto ya se está traduciendo en cancelaciones de proyectos, suspensiones de rodajes y un parate general de las superproducciones, preocupadas sobre todo por la rentabilidad.
El miedo y la quiebra
En Estados Unidos, a diferencia de Argentina, muchas salas ya han podido abrir y sentir el termómetro de cómo es la convocatoria en un escenario pandémico. El resultado fue catastrófico: la Asociación Nacional de Propietarios de Cines de ese país reveló en los últimos días que el 69% de las pequeñas y medianas empresas de cines podrían verse obligadas a declararse en quiebra.
Ante ese futuro inmediato tan sombrío, unos 70 directores y productores consagrados de Hollywood (Martin Scorsese, Clint Eastwood, Nolan, James Cameron, entre muchos otros) le pidieron al Congreso de ese país que active alguna ayuda urgente para esas salas.
Todo se posterga
Al anuncio del aplazo de la 25° entrega de James Bond, protagonizada por Daniel Craig, se sumó casi inmediatamente la de “Dune”. La esperada película de ciencia ficción de Denis Villeneuve se postergó de una forma más drástica: no se verá hasta -al menos- octubre de 2021.
“The Batman”, la nueva película del murciélago, ahora interpretada por Robert Pattinson, no se estrenará hasta el 4 de marzo de 2022. Y al saco se suman “Black Widow” y muchas más, dejando virtualmente vacío el calendario de tanques en los próximos meses.
Solo resiste, estoica, “Wonder Woman 1984”, que aun así ya acumula tres retrasos (de junio a agosto, de agosto a octubre, y de octubre a diciembre). La ilusión es que, justo el día de Navidad, estrene en las salas que pueda, a riesgo de levantar una magra taquilla.
Un caso especial es el de “Soul”, de Disney-Pixar, con fecha programada para el 20 de noviembre. Los rumores dicen que, después de la experiencia de “Mulán” en el streaming, la compañía se volvería a arriesgar en estrenarla con un costo diferencial en Disney + (a esa fecha, ya disponible en Argentina).
Es que, pese a que el live-action de la guerrera china no fue un batacazo, sí logró cubrir el costo, porque al exhibirlo en un streaming propio las ganancias son íntegras para Disney: al eliminar al “intermediario”, ya no las comparte con los dueños de las salas.
¿Se extingue el cine?
¿La pandemia le ha dado el tiro de gracia a las salas de cine, que ya venían golpeadas por el auge del streaming? Desde hace al menos un lustro que se viene decretando la muerte de la sala de cine tal como la conocemos.
Patty Jenkins, directora de “Wonder Woman” y “Wonder Woman 1984”, hizo sonar hace apenas un par de días la alarma de que el hecho mismo de ir al cine está bajo una amenaza real. “Podría ser el tipo de cosa que ocurrió con la industria de la música, donde se podría desmoronar toda la industria al convertirla en algo que no puede ser rentable”, opinó. “Podríamos dejar de ir al cine para siempre”, agregó.
Las películas de acción costosas como las suyas serían mucho menos comunes en streaming, dijo, y las audiencias se perderían la experiencia de verlas en una pantalla grande junto a un grupo de personas. “No creo que ninguno de nosotros quiera vivir en un mundo en el que la única opción sea llevar a tus hijos a ver una película en tu sala de estar”, sostuvo, y “no tener un lugar adonde ir para una cita”.
Lo cierto es que el problema es mucho más dramático que no tener un lugar para una cita: durante estos meses, la industria seguirá caminando en una cuerda floja demasiado tensa. Algunos creen que el año que viene, en un hipotético escenario sin pandemia, habrá un repunte de la asistencia a las salas, puesto que “se estrenarán el doble de blockbusters”, según dijo la FECE, la asociación española de exhibidores de cine.
La esperanza es lo último que se pierde, aunque sobren los motivos para no tenerla: nada indica que en el 2021 el virus desaparezca y la gente esté dispuesta a volver a circular libremente sin miedo; no habrá doble estrenos de tanques, pues todo el calendario, incluso los rodajes, se han corrido o dilatado; y la crisis económica será la pesadilla de la pospandemia.