Una panorámica de la injusticia y la desposesión. Un presentimiento de violencia. Una captura que se extiende hasta el horizonte y que habla de la gran disputa de la historia argentina: la propiedad de la tierra. Ya sean las tomas en Guernica el año pasado o la Guerra del Paraguay, en 1864.
Esa potente asociación es la que propone la (inclasificable) pieza “La toma”, del artista visual mendocino Rodrigo Etem. La concibió viendo las panorámicas tomadas en Guernica desde los drones el año pasado y, luego de montarla digitalmente, se llevó el tercer premio en la categoría de Fotografía del último Salón Nacional de Artes Visuales, dados a conocer el miércoles. Que quedó seleccionada tras “Objetos Memorables” de Viviana Zargon (primer premio) y “Madre” de Kenny Lemes (segundo premio).
A mediados de julio del 2020, se inició una de las tomas de terrenos más recientes y populosas, hecho que ha generado violentos enfrentamientos entre protagonistas de la ocupación, aquellos que se reivindican como dueños de las tierras -que intentaron, con armas, forzar el desalojo-, como así también con habitantes de barrios vecinos, más la persistente amenaza de desalojo por parte de la fuerza pública.
A modo de crónica y enmarcada en la narrativa bélica presente la pintura argentina, concretamente en la obra de Cándido López, Etem construyó una imagen desde la virtualidad que pone en relación dos tipos de propiedades: el territorio propiamente dicho y la intelectual, puesto que se sirvió de fotografías difundidas en los medios.
-¿Cómo fue la aplicación al concurso?
-El Salón Nacional es un certamen muy importante dentro de las artes visuales, ya que se realiza de manera ininterrumpida desde 1911. Es una historia muy larga de artistas nacionales que han pasado por ahí. Para mí es como una forma de estar presente, vinculado al diálogo con otros artistas y la escena. Es algo que me interesa: me interesa que mis producciones circulen por esos ambientes, dialoguen con otras obras, que se visibilice. Este tipo de ocasiones no me las quiero perder, quiero estar. Siempre trato de aplicar, más allá de que quede o no. Son más las veces que quedo afuera que las que quedo, pero siempre trato de tener presencia...
-Un proceso muy riguroso, además.
-Se aplica de manera virtual y hay una segunda instancia con la selección de un jurado, en el cual las piezas se exhiben y una vez ahí, montadas en un espacio, el jurado elige las mejores obras, o las que a ellos les interesa, o las que estén en diálogo con lo que ellos piensan. Es un Salón al que aplican artistas de todo el país y en gran número, así que ya estar presente o haber sido seleccionado es un montón. Para mí es muy significativo.
-Un tema complejo es la hibridez de la obra, ¿cómo la definís?
-Cuando aplicás al Salón ves que primero está dividido en categorías: Fotografía, Nuevos medios, Escultura, demás, y que hay jurados por categoría. A mí se me complicó bastante cuando quise aplicar porque no sabía dónde podía situarla. Yo creo que es un collage digital. Pero no sé, es complejo. De todas formas, había una opción que era “Otros”, sin definir, que me gustó mucho y apliqué ahí. Lo que hizo el jurado fue evaluar las piezas que estaban en esa categoría y decir dónde deberían ser ubicadas. A mí me terminaron poniendo en fotografía. No fue que yo dije que fuera una foto, sino que lo dijo el jurado.
-¿Cómo fue la producción de la pieza y qué quisiste expresar?
-Es una imagen construida a partir de por lo menos una decena de imágenes de medios digitales, fotos tomadas con drones tratando de cubrir ese momento preciso de las tomas de estos terrenos en la localidad de Guernica. A partir de esas imágenes que fui capturando realicé este collage, este montaje, referenciándome en las piezas de Cándido López durante la crónica que él hizo participando en la Guerra de la Triple Alianza, también una guerra que atraviesa la cuestión territorial. De alguna forma, yo estoy repitiendo esa crónica pero desde la virtualidad.
-También ponés en discusión otros tipos de “propiedades”...
-Bueno, ahí también es donde aparece el problema de la propiedad en un sentido más amplio, porque las imágenes que tomo de los medios digitales para construir ésta, si lo pensáramos en términos legales, no son mías. Ese problema sobre la propiedad también me interesaba interesaba. Hay ahí una cuestión en crisis. Y no hay ninguna postura ahí, sino que a modo de crónica propongo seguir charlando sobre esto.
Para acentuar la asociación con las pinturas de Cándido López, le dio un formato físico muy específico: “Esta imagen digital fue impresa en tela y posteriormente a eso se le hizo un tratamiento con un barniz incoloro para seguir reforzando la idea de acercarla a la pintura. Es un tratamiento manual con pincel que hace que esa tela tenga el registro de esta herramienta, esa huella, y se acerque más a la idea de pintura. Está montada sobre un bastidor sin vidrio y tiene una cobertura de madera, como un cajoncito de madera sobre el bastidor, como se presentan sus pinturas. El formato también respeta las medidas estándar que él usaba”, explica.
La cuestión del territorio, confiesa Etem, ya estaba presente en su obra: basta recordar cómo cuestionaba la idea de “Progreso” en su muestra “Resistir. Construcciones de Rodrigo Etem”, una instalación audiovisual que se vio en el Museo Provincial de Bellas Artes Franklin Rawson de San Juan el año pasado, en plena cuarentena.
La diferencia, en efecto, es que ahora el tema se hace más consciente y que le marca un camino de producciones que ya empezó a transitar, pues en base a este mismo concepto está extendiendo su crónica hacia otras tomas, como la de Los Hornos en La Plata.