Su papá es ingeniero y su mamá geóloga, pero la música igual lo llamaba desde chico: una hermana (tres años mayor) que es violista, un chelo pequeño en la casa de su abuela en San Juan, las clases de teatro del Flaco Suárez, que le dan otro pulso a la vida, y una llama interior que estaba ahí dormida, y que le dicen vocación.
Para Juan Sebastián Delgado, esa llama se despertó a los nueve años, y con tal firmeza que desde ese día nunca dejó de estudiar (primero, con el chelista Néstor Longo; después, en un sinfín de cursos y becas en varias partes del mundo) y hoy, ya radicado en Montréal (Canadá) puede mirar para atrás con calma y gratificación. Su primer concierto a los 13 años, en el MMAMM, figura lejos en su recuerdo. Tiene 33 años.
La ocasión de esta nota, en realidad, es una visita que hizo a nuestra provincia. Y dentro de unos días también se irá. En el medio, hizo un montón de cosas: fue el primer chelo en la música de la última fiesta (audiovisual) de la Vendimia, inició con un amigo cuentista un proyecto literario-musical, nunca dejó sus clases por Zoom y, en el marco de la reciente edición de Música Clásica por los Caminos del Vino, fue el invitado especial del concierto que la Orquesta Barroca de Mendoza, que dirige Mariano Peralta, dio en el Teatro Independencia.
-¿Cómo fue la experiencia de volver a Mendoza? ¿Hace cuánto que no tocabas acá?
-Fue una hermosa experiencia, porque como mendocino el Independencia es lo más emblemático que hay. Hacía ocho o nueve años que no tocaba acá. No porque no haya querido, sino porque no se dieron las oportunidades entre los viajes. Suelo venir en diciembre o enero, cuando la actividad cultural está como parada. El concierto salió muy lindo, con un teatro lleno (bajo el protocolo). Tocaba también para un público muy querido, mi familia, y caluroso, que me recibió muy bien.
-¿Y cómo ves el panorama de la música clásica local a la distancia?
-Lo digo desde una perspectiva constructiva: hay ciertas instituciones que han existido hace mucho tiempo (la Filarmónica y la Sinfónica, la Escuela de Música de la Universidad), pero me motivó mucho este concierto porque la Barroca es un proyecto independiente, y me identifico con estos proyectos autogenerados, autoorganizados. Son esos proyectos los que le dan más empuje y vida a la cultura local. En general, veo un poco cerrado el panorama, sobre todo en la música clásica. Acá, por ejemplo, se programa muy poco la música contemporánea, y yo me he especializado en esa música nueva, donde trabajo con compositores vivientes, que tristemente no se conocen. Y muchos de ellos son compositores argentinos. Creo que las instituciones tendrían que hacer un esfuerzo en incluir a los jóvenes compositores de la Argentina y de Mendoza.
-Piazzolla fue parte del programa, en el marco del centenario de su nacimiento, y él justamente forma parte habitualmente de tu repertorio. ¿Qué reflexión te despierta el centenario?
-Siempre, desde que he vivido afuera, he tratado de hacer música de mi país. Hoy me especializo en música contemporánea argentina. He tenido la fortuna de trabajar con excelentes compositores nuestros. Entre ellos Luis Naón (profesor de composición en el Conservatorio Superior de París y de Ginebra), quien me escribió un concierto para chelo hace unos años, que estrené en París y en Montréal. Después también un dúo para mi dúo de chelo y marimba. Piazzolla, particularmente, siempre me inspiró muchísimo, me parece uno de los compositores más geniales de la historia argentina y mundial. Se inspiró en música ya existente, pero rompió con los moldes del tango tradicional, al incluir elementos de la música académica y del jazz. Y también investigar la rica tradición del tango.
-En el exterior lo aman quizás más que acá...
-Naturalmente, desde afuera se ve la importancia que se le ha dado a su música. Todos los festivales han programado su música. Muchos músicos la tocan (no siempre bien, me parece), pero hay un interés muy fuerte en él, sobre todo por esa atracción que tiene para los distintos públicos. En el concierto hicimos “Le grand tango”, que es la única obra original que escribió para chelo y piano. En este caso, la parte de piano se arregló para un conjunto de cuerdas.
-¿Has pensado algún homenaje personal?
-Apenas vuelva a Montréal, voy a grabar mi tercer álbum, con mi dúo de chelo y marimba, que formo con la percusionista Krystina Marcoux, al que se va a sumar el pianista Gustavo Beytelmann (legendario instrumentista del autor de “Las cuatro estaciones porteñas”). La mitad del disco es toda música del marplatense arreglada por él y la segunda parte piezas suyas, puesto que él es uno de los compositores que siguieron la línea de Piazzolla. Creemos que es un gran homenaje: grabar un disco sobre Piazzolla, y con un músico suyo.
En Canadá y en pandemia
En el país del norte, Delgado se destaca por su amplitud musical: hizo el doctorado en la Universidad McGill, formó parte de distintos ensambles, porque -aunque tiene formación clásica- le interesan muchos géneros.
Sin embargo, reconoce que su proyecto principal es el dúo con Marcoux. “Una de las cosas que hacemos es comisionar música nueva, porque hay muy poca música original escrita para este dúo”, explica. “Y la otra cosa que hacemos es arreglar: el primer disco que grabamos, ‘Résonances’, fue música de distintos estilos de distintas épocas. Hay un tema de Piazzolla, obviamente, pero también había uno de una bandoneonista mujer, que es parisina, que la reescribió para nosotros. También hay un arreglo de Radiohead, de Nina Simone, Bach, Shostakovich, etcétera... Muchos géneros distintos, pero tratamos de ser auténticos a nuestro estilo, haciendo el respectivo trabajo de investigación y dando a la música un sabor distinto”.
-¿Cómo y dónde viviste la pandemia?
La pasé en Montréal. Algunos viajes que tenía planificado se suspendieron, pero bueno, como a todos. A todo el mundo nos ha puesto a reflexionar.
-¿Qué proyectos truncó y cuáles posibilitó?
-Sí, también abrió un montón de puertas. Justamente, como somos un dúo, somos más “movibles”, por lo que terminamos participando en un montón de festivales y eventos virtuales, que de otra manera tal vez no hubiéramos hecho. Nos mantuvimos muy activos. Por ejemplo, participamos en el festival Bach de Montréal y en el Clásica, también de esa ciudad, donde nos encargaron arreglos de David Bowie y de Beethoven...
-El chelo es un instrumento muy versátil, ¿no?
-Yo soy muy “pro-chelo” (ríe). Si bien es un instrumento grande en cuanto a la movilidad es muy expresivo. Siempre en la calle la gente me dice que es su instrumento favorito. Hay algo en él que hace que la gente se enamore. Es, además, un instrumento muy sensual, porque tenés contacto físico con todo el cuerpo. Hay muy pocos instrumentos así. Cuando uno está sentado lo siente en el pecho pero también en las piernas, estás como abrazándolo, es una sensación muy linda, física y humana. También es un instrumento que tiene un registro amplísimo.
Reconoce Delgado que su ídolo es Yo-Yo Ma: “el representante de lo que es el chelo”, lo define. Sin embargo, la lista de artistas que popularizaron este instrumento es larga y diversa, va desde el dúo croata 2Cellos hasta el finlandés Apocalyptica, donde cuatro chelistas mujeres hacen heavy metal . En el medio, el grupo argentino Che chelos, que lleva su sonoridad al folclore argentino.
-Te fuiste hace años al extranjero, en primera instancia, para seguir perfeccionándote, ¿pero volverías algún día?
-Yo me considero mendocino. A veces hay gente que se va y a la que le es indiferente su lugar de origen. No es mi caso: me importa mucho mi provincia y la cultura argentina. Siempre estoy tratando de pensar ideas de cómo aportar más y cómo generar proyectos. Por la economía argentina, sin embargo, a veces es muy complicado generar algo a largo plazo. Además estamos muy lejos del resto del mundo, por lo que se dificulta un poco el tema del transporte. Pero siempre quiero hacer cosas acá y buscando oportunidades de colaborar con otros músicos. A veces me planteo volver, pero por el momento me está yendo bien en donde estoy. En Canadá no es fácil ser músico y vivir de eso, por eso no puedo abandonar mi vida allá. Pero definitivamente siempre pienso que quiero pasar más tiempo acá.